Esta es una cuestión frecuente, sobre todo entre los que no tienen ninguna relación con las víctimas de la Guerra Civil, o entre los que cuentan en su familia con elementos que de alguna manera actuaron en dicha contienda, eso sí, normalmente a favor de los que resultaron vencedores.
Desde luego, a otros ni se les pasa por la intención sugerirse esta interrogación, ni ninguna otra, lo cual todavía es peor, porque no esperan ninguna respuesta, se conforman con lo dispuesto por los poderes institucionalizados en una democracia elitista, similar a la de Pericles en el siglo V a.c. en Grecia – donde la coyuntura presentaba unos desequilibrios sociales alarmantes para el poder democrático, establecido por la opulencia rica e ilustrada de armadores y comerciantes, de manera, que organizaron un mínimo de distribución como paliativo para impedir que el conflicto tomase un carácter agudo, además, así, se aseguraban la participación de todas las clases en favor de la hacienda estatal, y, de paso, se aseguraban una clientela, normalmente los ricos, que pudiese ejercer los derechos políticos.- Un método muy similar a lo que experimentamos ahora, los ricos sostienen la democracia, “la fortuna de los ricos es el tesoro del Estado”, advirtiendo, con medidas coyunturales, como los griegos, a los pobres, que el dinero estatal no debe servir para su sustento. Ya se les concederán créditos europeos.
Pues bien, alrededor de esta pregunta se me ocurren otras cuestiones que quizás, con su contestación, vayan despejando las incógnitas democráticas que se formulan en el título de este artículo, como por ejemplo : ¿Por qué, no nos cuestionamos la monarquía hereditaria, impuesta por el franquismo y blindada de la crítica por el poder mediático ? ¿Por qué, aceptamos un modelo de nación que no convence a un alto número de sus habitantes ? ¿Por qué, no dudamos de una Iglesia católica que apostó por el franquismo, sobre todo para cuidar y educar a la infancia de su país, y que a día de hoy no ha aclarado su postura desde la Conferencia Episcopal ? ¿Por qué, admitimos un poder judicial de descarado corte ultraconservador, con genuinas raíces reaccionarias ? ¿Por qué, después de la muerte, en la cama, del dictador no se instauró el régimen político en vigor antes de la contienda bélica ? ¿Por qué, cuesta reconocer los campos de concentración, de extermino y de trabajo en suelo español ? ¿Por qué, el Estado no asume la búsqueda de los desaparecidos ? ¿Por qué, la cultura de los exiliados y de los ejecutados no es recogida oficialmente en un centro público para uso de los ciudadanos ? ¿Por qué, los artistas, científicos, doctores, maestros e intelectuales, entre otros, fueron perseguidos con encono y aniquilados sin más razón aparente ? ¿Por qué, la mujer fue institucionalizada como un objeto secundario al servicio del hombre y para el hombre ? ¿Por qué, los servicios bancarios no han renunciado a sus ganancias en el régimen franquista ? Como digo, estas interrogantes tan sólo abren un abanico de poco vuelo. Un abanico que con su escaso movimiento refrigere un poco la fiebre de silencio que invade los muchos secretos que, creo, pueden tener su contestación por medio de la caja negra inicial : ¿Por qué es necesario cuestionar e investigar el franquismo ?
Los revisionistas, los que fijan el comienzo de la Guerra Civil en las huelgas de 1934, los que defienden la utilidad actual de la Ley de Amnistía de 1977, los que como Savater definen la Guerra Civil como una contienda donde se cometieron innumerables asesinatos de seres humanos de una y otra ideología, los que piden el olvido de lo que consideran un error histórico, todos ellos se olvidan de que la guerra acabó y que las depuraciones siguieron durante casi cuarenta años, beneficiando tan sólo a los vencedores. Se olvidan de que el franquismo fue un régimen aislado mundialmente, autárquico en su ser, donde se enriquecieron los terratenientes, los cargos eclesiásticos, los oportunistas políticos, los títulos nobiliarios, los bancos y los capitalistas sin escrúpulos, que en su ansia de mantenerse independientes y dominar las parcelas de poder a su cargo, paralizaron cualquier asomo de progreso en este país, evidenciando, de esta manera, que el franquismo fue un movimiento que favoreció indistintamente a los ricos y a las elites afines a su ideología genocida.
El franquismo fue tan arrogante que dejó constancia de su terror en diferentes soportes mediáticos : burocracia estatal, prensa, cine, teatro, literatura, ilustran el período dictatorial con todo lujo de detalles, creyendo que su poder no se agotaría nunca. Estos documentos forman el cuaderno de bitácora de su historia, la caja negra antes mencionada, que da respuesta a nuestro presente. De la pregunta inicial se infiere que la opinión pública se sorprende de que con los problemas de la sociedad actual, los historiadores y académicos se planteen estudiar el franquismo y que los familiares de los desaparecidos intenten que los asesinos de los suyos, por lo menos, purguen sus delitos moralmente, ya que la reparación económica es imposible, por su desmesurado tamaño. En contestación a ello, insisto, la lectura del cuaderno franquista, nos traslada a unos hechos reales y verificados por la caja negra.
Tras presenciar durante casi treinta y cinco años de democracia coyuntural, como experimentamos en la actualidad, enferma en sus cimientos por la aluminosis franquista, tras sentir la dejadez oficialista sobre la memoria de los desaparecidos, –sé que la memoria es un acto individual, pero cuando el sufrimiento de muchos es similar podemos afirmar sin rubor que es un sufrimiento colectivo, por lo mismo es de recibo insistir en la memoria colectiva de los desaparecidos a manos de los franquistas-, ha despertado en el horizonte de las dudas, la inquietud de sus nietos por su memoria. Esta memoria es un espacio de luz y verdad que nace con el objeto de documentar y convertirse en el icono de nuestra barbarie. Y, por lo que yo sé, nunca un documento debe perder su fundamento original, por lo tanto la lectura del cuaderno de bitácora franquista es indispensable para el presente y el futuro. Es de conocimiento general, que para que exista un amplio acuerdo sobre los valores predominantes, las sociedades tienen que alcanzar un grado alto de consenso valorativo sobre las expresiones históricas más espinosas. En este aspecto ¿quién puede negar que los muertos, tanto en la guerra, que son muchos, como los que fueron ejecutados donde no hubo frente de guerra, no merecen un reconocimiento moral ?
El drama de la Guerra Civil no puede permanecer eternamente sellado. Como dice Dario Fo sobre Italia, “en este país se abren las investigaciones a todo bombo, pero sólo eso, se abren y luego…”, igual que Garzón, abre la lata pero no saca el producto. Una sociedad que reniega de su pasado, no puede construir nada para el futuro. Si no somos capaces de asumir la tragedia, por mucho tiempo que haya pasado desde la muerte del dictador, o como dice Savater “…nunca se habría llegado a la democracia actual sin renunciar a un ajuste de cuentas absoluto : haber padecido los crímenes de ayer y arteriosclerosis hoy no mejora la lucidez política a nadie”, en su caso esta claro, en los de las víctimas también, están muertas y desaparecidas. Otros están muertos y blindados en mausoleos, igual se refiere a éstos. Ese es nuestro pasado, de manera que es necesario integrarlo en la identidad social para intentar que no se repita. Es necesario socializarlo e impregnarlo pedagógicamente. Olvido no es silencio y mucho menos ignorancia. La despersonalización a la que han sido sometidos los desaparecidos durante casi un siglo –desde 1936-, despojados y transformados en un recuerdo anónimo, a veces, tan sólo identificados por la historia de unos sucesos que no se pueden cerrar en falso, se deben conocer y reconocer oficialmente. Es, como digo el icono de nuestra barbarie social. Uno más, entre los que se olvida la historia oficialista.
Muchos de los acontecimientos que nos afectan en la actualidad tienen su cuna en el régimen anterior : desigualdad económica y de género ; antagonismos políticos que no saben polemizar dialécticamente, aparcando a la función política en la mediocridad ; empresas monopolizadoras de carácter privado que no saben salir de la crisis sin apoyo estatal ; un terrorismo fosilizado. Por eso, y por otras incógnitas, hay que investigar y cuestionar el régimen franquista, porque es el origen muchos de los problemas que nos acompañan en la actualidad, mal que les pese a los defensores de la Teoría de los dos Demonios, la misma que defendía en Argentina Ernesto Sábato –que condenaba la violencia sin diferenciar entre la dictadura y quienes la combatían-. Tras el análisis de la caja negra franquista, los resultados demuestran que necesitamos reabrir el ágora de la comunicación como espacio referente, abandonando el canon oficialista, un espacio que estimule el pensamiento y el debate, que avive la polémica y el raciocinio erradicando la violencia del más fuerte, y desde luego, donde prime la ausencia de símbolos y banderas.
Para los escépticos, tan sólo recordarles que uno de los secretos del veneno ha sido encerrar la virtud curativa si se le sabe destilar, si se estrujan y analizan sus fuerzas ocultas debidamente. No se le perdona a un hombre durante semanas, meses, años, décadas, la imposición del miedo que destroza el alma con la incertidumbre y paraliza la voluntad de los individuos ; nunca ha podido soportar largo tiempo el ser humano la dictadura de un solo hombre sin odiarla. Y ese odio de los sometidos fermenta subterráneamente en todos los círculos. Cuanto más duramente y más tiempo domina el dictador, más crece la antipatía contra la voluntad desmedida.
Para finalizar unas palabras de Isabel Piper, psicóloga chilena, servirán de contestación a los que se hacen la pregunta del título :“…lo que está en pugna no son sólo las interpretaciones del pasado, sino los significados que somos como sociedad y de nuestros futuros posibles”
Julián Zubieta Martínez