En tiempos revueltos, siempre es peligroso hacerse visible. Pero tampoco es bueno hacerse invisible. En todo estado de descontento, todavía en situación pasiva, para llegar a ser activo se necesita siempre una figura humana. Más como blanco para el acumulado odio, lo que bíblicamente se conoce como un chivo expiatorio, que para reparar los desastres.
La ideas no son nunca el faro que guía a los humanos, el hecho de pensar y desgranar los conceptos es laborioso, por ello dondequiera que hay una culpa queremos ver al culpable de carne y hueso.
Todo el embrollo de la trama Gürtel que se enreda entre las manos de este país, me trae a la cabeza aquel asunto del collar de María Antonieta. En vísperas de la Revolución francesa, la monarquía gala tembló, y con ella todas las europeas. Hasta casi finales del siglo XVIII la monarquía y la aristocracia autoritaria, habían vivido de espaldas al hambre del pueblo. Malgastaron y dilapidaron, derrocharon y desperdiciaron, robaron y timaron, hasta tal punto fue el dispendio que no se percataron de los avispados que entraron a formar parte del juego. El asunto del collar, no fue más que un engaño, un fraude a las desmembradas arcas de la monarquía, cuyo hedor atacó de lleno al orgullo de la reina y su corte. El asunto se les escapó de las manos. El pueblo, apartado y magullado, no dudó en lanzar piedras contra los vidrios de la soberanía, del trono y del altar.
La trama Güterl, al igual que el asunto del collar, ha metido la mano, imprudentemente, en un nido de serpientes de ofendidas vanidades. De nuevo los políticos nos dan un gran espectáculo (antes fueron los socialistas, los que nos deleitaron : el GAL, el hermano de Guerra, Navarra…), ahora son los otros, los tránsfugas del franquismo, los que nos ofrecen la función.
Los grandes políticos del país, en propia persona, acusados públicamente. A la sombra de trajes y baratijas, nos descubren un gran mosaico, un verdadero muestrario de estafadores, trapaceros, alcahuetes y falsarios ; eso sí, con una invitada de lujo : la orgullosa, la soberbia del mal perdedor. La trama Gürtel, al igual que el collar de Mª Antonieta, se tiene que convertir en un proceso contra la política, contra su forma de ver y hacer la política. Tiene que ser un juicio contra esta democracia que nos impusieron los ideólogos de la Transición. El tiempo no puede ocultar a estos oportunistas aliados de lo ajeno, siempre han querido todo, no se conforman con menos.
Parece que a base de engaños en la calle se escucha, esperanzadoramente, un runrún de hartura. La trama Gürtel (no me olvido de las demás) puede ser la palanca que, al igual que el collar, impulse una nueva manera de ver a los aprovechados, a estos mediocres que avanzan a ciegas.
Tiene gracia la coincidencia en los episodios mencionados. En la trama del collar fueron esenciales las cartas entre los joyeros y la reina, entre los timadores y el engañado. En el asunto Gürtel ha sido “el puto pen drive”. En ambos casos soportes de comunicación de alta tecnología. Gracias a ella, las malversaciones urbanísticas, el mal estado de las arcas municipales, contrastan con el buen aspecto que muestran estos traficantes de lo extraño. Gracias a esta grieta tecnológica, en este caso abierta casualmente (¡¡su dueño se escapaba por las escaleras !!) las acusaciones pueden afectar a toda esta gente endiosada, a toda esta clase dirigente únicamente preocupada por su riqueza, sin preocuparse por las consecuencias de sus actos ilícitos, sin escrúpulo ninguno. ¿Cuánta más basura tiene que caer contra la clase política, para que reaccionemos ?
Los desarreglos y males desencadenados ni se sospechan, son tantos. Pero cuando un edificio está reblandecido y tiene minados sus cimientos desde hace tanto tiempo, basta con quitar un ladrillo de la pared, un sólo ladrillo, para que todo el inmueble se venga abajo.
¿A quién inculparan los jueces ? La cuestión, ya no es que el partido acusado de corrupto ponga o no, soluciones y depure comportamientos. No ; ahora se trata de quien saldrá dañado de este pudrimiento. Si son todos (parece que hay 70 imputados) responsables de los actos ilícitos, si son acusados de culpables, los líderes del PP tienen que dimitir en bloque junto con Rajoy. Han estirado tanto la cuerda que les ha reventado en los morros. Pero, si sólo con el chivo expiatorio pretenden dar carpetazo al asunto y se mantienen en sus puestos, es la democracia, su democracia la que tiene que desertar.
Todos sabemos que la trama de corrupción es verdadera, si no se airea, el fondo de su democracia apestará y con ello los poderes judicial, ejecutivo y legislativo. No pueden presentarse, por rigor democrático, a unas elecciones, aunque otros lo han hecho, unos ladrones del tres al cuarto. Si unos carecen totalmente de pan, tiene que ser porque otros devoren demasiado ; si unos se ahogan bajo la carga de sus deberes, tiene que haber otros que se arroguen demasiados derechos.
Julián Zubieta Martínez