Hay textos que nunca hubiera querido escribir. Este es uno de ellos. Y sin embargo hacía meses y quizás años que sabía que lo escribiría, que sabía que hablaría de un compañero que ahora ya no está, que se ha muerto y nunca volverá a ser. Porque ayer se murió Josep Maria Yago. Ayer nos dejó, sin querer pero para siempre, el Yago.
Podría hacer nostalgia y sé que es lo que el cuerpo me pide pero intentaré no hacer porque, como decía él, si se hace debe quedar algo digno. Y quedará, aunque no me quiero ahorrar ni una sola lágrima, ni una sola copa de vino, ni un solo trago de calvados. Y perdonadme el humor en un texto necrológico como este pero pensar en Josep Maria y no reír en algún momento es como pensar en el mar y no mojarse: imposible y absurdo. Para vivir hay que reír, sino seremos siempre una pandilla de amargados, y eso sí que no.
Podría hacer nostalgia y sé que es lo que el cuerpo me pide pero intentaré no hacer porque, como decía él, si se hace debe quedar algo digno. Y quedará, aunque no me quiero ahorrar ni una sola lágrima, ni una sola copa de vino, ni un solo trago de calvados. Y perdonadme el humor en un texto necrológico como este pero pensar en Josep Maria y no reír en algún momento es como pensar en el mar y no mojarse: imposible y absurdo. Para vivir hay que reír, sino seremos siempre una pandilla de amargados, y eso sí que no.
La primera vez que tuve noticia de Josep Maria fue por unas curiosas pancartas que alguien colgaba en un balcón de la plaza de la Fuente en que se hablaba de la lucha antiglobalizadora. Las pancartas eran curiosas porque no conocíamos quien las colgaba hasta que supieron que allí vivía Josep Maria, uno que nos sonaba pero que conocíamos poco. Bueno, yo lo conocía de hacía años, de cuando con el Romano y otra gente nos invitaron, a la gente del Colectivo Priorat-Chiapas, en una entrevista en un programa que hacían en Tarragona Radio sobre antimilitarismo o pacifismo o contra la guerra de Bosnia o las guerras de Yugoslavia, y que como siempre pasa había crecido…. No hicieron falta presentaciones. En cuatro días éramos de la misma pandilla política (aunque él mantenía su afiliación a CCOO, que dejaría con el tiempo y se transformaría en anarcosindicalista, sin que ni una sola vez yo le dijera que ese era «el camino recto») y cuando hablo de política hablo de política, no de partidos. Él me decía a mí que yo era «la cordura ordenadora del anarquismo tarraconense» y me daba un poco de rabia porque yo de cordura, poco, pero se lo permitía si a cambio, cuando acababan las asambleas, cualquiera de las que compartíamos, íbamos hacia el Azu, con el Marc del Jesús y otros, y charlábamos de todo y más sin manías y todo bien regado con cerveza, vino y calvados, su bebida porque ya la bebía el Pepe Carvallo y, sobre todo, porque era y es buena buena.
Allí, en aquellas mesas y con el Marc y Josep Maria, y no hace mil años, descubrí que no hay que ser hermano de alguien para sentirse y que no hace falta ser millonario para quedarse contento con lo que se ha comido sobre todo si las palabras que lo han acompañado han sido reconfortantes, inteligentes y pensadas antes de salir de la boca. El Yago leía mucho y tenía una cultura cinematográfica amplia y nunca estándar. Por eso hablar con él era llenarse de sabiduría y, sobre todo, de conocimiento. Y hablábamos de cine, de Bergman, de poesía y de revolución. Sí, de revolución, no «de los mejores gestores para la izquierda» sino de revolución.
Yo vi el Josep Maria evolucionar y ser cada vez más crítico y eso, qué queréis que os diga, me emocionaba. Crítico, libre y libertario, sin caer nunca en los dogmas anarquistas, que son como el resto de dogmas: una mierda. Que una persona de su edad (y de la que sea) fuera capaz de hacer autocrítica, pensar los errores de su generación y adoptar y tomar caminos que la mayoría social califica de «antisistema» a mí me enorgullece y me hacía pensar que no íbamos tan desencaminados si alguien con su jefe no sólo coincidía teóricamente con nosotros sino que pasaba a ser parte de… Nos lanzamos por la cabeza kilos de pintura roja en el stand del Ejército en el Salón de la Enseñanza de Barcelona, acompañamos a los compañeros encadenados en el balcón del Ayuntamiento de Tarragona contra los barcos de guerra en Tarragona, vivimos las asambleas de la primera okupación en Tarragona desde hacía diez años en la Colomera, con toda la gente de Felanitx y otros, defendimos la liberación de Núria Pórtulas ante quienes se llamaban compañeros y en ese caso no lo fueron, tuvimos ser domingos y domingos en la plaza de la Font decir (sin permiso ni pensamiento de pedir) que no queremos buques de guerra en Tarragona ni ejércitos en el mundo, y nos convertimos en prácticos de la acción directa, de la desobediencia civil y de la actitud vital ante la vida que hay que tener para no convertirse en estatua de sal.
Y ahora llega el silencio, un silencio que Josep Maria preparó conscientemente, por eso se dio de baja de la Iglesia Católica hace unos años, aunque no renunciar a un misticismo propio que lo reconfortaba. Y por eso fue él quien montó su propia ceremonia de despedida. Una ceremonia que respondía a su voluntad de hacer siempre las cosas con dignidad, bien hechas, no a toda prisa, sino plenamente organizadas y que quedaran bien. Hace pocas semanas fui a ver y le llevé uno de los números del fanzine «Tarraco Profana», seguramente la mejor publicación de creación disidente que ha tenido esta ciudad en años. Se las miró y me dijo que estaba bien, que había quien seguía. ¡Y tanto! Contra ese silencio quedan sus palabras y la voluntad pública de hacer como dicen los Obrint Pas en este tema que los de Valencia dedicaron a su maestra Mavi Dolç. Seguiremos, José María,
“Amb la tendresa que ens deixares, amb les coses senzilles, amb la terra entre els dits
seguirem.»ció del primer dia
amb la gent que t’estima
amb l’esforç compartit,
seguirem.
Amb les batalles quotidianes
amb les guerres de sempre
amb el teu compromís,
seguirem.
Amb tot allò que defensares
amb un somriure als llavis
amb un foc sota el pit,
seguirem.”
Jordi Martí Font
http://blocs.mesvilaweb.cat/node/view/id/227660
Fuente: Jordi Martí Font