En el Rojo y Negro del pasado mes fue publicado un artículo del compañero Chema Berro que trataba sobre las razones del fracaso del proceso de negociación entre ETA y el gobierno, artículo que a mi juicio fue profundamente desafortunado. Si bien en el mismo se vertían una serie de criticas acertadas sobre la sinrazón del terrorismo de ETA y sobre su carácter totalitario, eché en falta un análisis crítico consistente sobre el comportamiento del PSOE y del PP durante los meses que ha durado el alto el fuego.
El gobierno de Zapatero, si bien tuvo el acierto de emprender el proceso de negociación, no tuvo valor para llenarlo de contenidos efectivos presionado por la brutal campaña emprendida por el PP y su entorno social, mediático y jurídico dispuesto a sabotear el proceso a cualquier precio. Zapatero y su “talante”, que no son otra cosa que el viejo Felipismo remodelado, fueron rehenes de un PP inspirado en los “valores” de la España eterna e imperial.
Evidentemente, concederle a ETA réditos políticos por su trayectoria armada no hubiese sido ético ni legitimo, ¿Pero de qué sirve emprender un proceso de negociación si no se da ningún paso efectivo en el terreno humanitario y de las libertades publicas ? No se ha acercado un solo preso al País Vasco, Batasuna ha seguido siendo una organización ilegal, los macrojuicios de la audiencia nacional han continuado demostrando el perfil más reaccionario de la judicatura, se han diseñado cadenas perpetuas encubiertas como en el caso de De Juana Chaos… Incluso se llegó a detener al director del Diario de Noticias, periódico cuya línea editorial ha cuestionado siempre el terrorismo de ETA.
En fin, multitud de despropósitos, que han sido culminados y multiplicados hasta el infinito por la propia ETA con su brutal atentado de Madrid. ETA continua provocando dolor y muertes pero, también hay que decirlo, es una coartada perfecta para que se difuminen bajo la lucha frente al terrorismo los problemas y tensiones sociales originadas por las políticas económicas neoliberales (violencia estructural) defendidas por el PSOE-PP y asumidas dócilmente por UGT-CCOO. Esta es la patética aportación política de esta autoproclamada “vanguardia” armada, que ocupa un espacio de honor entre los restos arqueológicos del Stalinismo.
Fuente: José María Iñiguez Erviti, afiliado de CGT