En este instante urgente en que nos hallamos, la fundación cultural efe-e-u y no sé qué más del be-be-uve-a propone a los publicistas que no maltraten al castellano innecesariamente. Que pudiendo decir rating y euribor, ¿a qué viene emplear barbarismos como “el glorioso lifting nacional del 18 de Julio” ?. Claro que la banca es trabajo sometido a necesidades comerciales, y la publicidad se hace por amor al arte. Da que pensar esta repentina elevación de los intereses bancarios, y a cosas intangibles como la lengua. Y...
En este instante urgente en que nos hallamos, la fundación cultural efe-e-u y no sé qué más del be-be-uve-a propone a los publicistas que no maltraten al castellano innecesariamente. Que pudiendo decir rating y euribor, ¿a qué viene emplear barbarismos como “el glorioso lifting nacional del 18 de Julio” ?. Claro que la banca es trabajo sometido a necesidades comerciales, y la publicidad se hace por amor al arte. Da que pensar esta repentina elevación de los intereses bancarios, y a cosas intangibles como la lengua. Y…
En este instante urgente en que nos hallamos, la fundación cultural efe-e-u y no sé qué más del be-be-uve-a propone a los publicistas que no maltraten al castellano innecesariamente. Que pudiendo decir rating y euribor, ¿a qué viene emplear barbarismos como “el glorioso lifting nacional del 18 de Julio” ?. Claro que la banca es trabajo sometido a necesidades comerciales, y la publicidad se hace por amor al arte. Da que pensar esta repentina elevación de los intereses bancarios, y a cosas intangibles como la lengua. Y sería de elogiar que, dada la gravedad que ven en el caso, urjan a los publicistas a enmendarse, de no ser porque lo que quieren decir se dice instar en castellano ; aunque en inglés, ciertamente, urge. Con todo, desde esa elevación bancaria me parece ver una tenue lucecilla en la actual situacion critica, me refiero a la lengua aunque sea redundancia, siendo lengua sinónimo de crítica y criterio. Porque “instar” es acción de una persona que mediante palabras exhorta o mete prisa a otra, mientras “urgir” es rasgo impersonal de una situación que un entendimiento reconoce a solas ; instar es decisión que se juega entre sujetos, urgir, carácter que se juzga objetivo. Pero si hubiera países y modos de vivir, y en consecuencia lenguas, que hubieran impuesto como norma confundir urgencia y prisa, en los que la situación objetiva exija medidas y las cosas hablen desde los estantes, mientras las personas meramente reaccionen a la oferta o la demanda que les hagan, entonces tendría todo el sentido del mundo que, donde las cosas instan, urjan las personas. Como lo tendría que llegando tal modo de vivir al agotamiento, con su lengua a rastras, claro, por haber malbaratado el crédito que hace de unos ruidos palabras como de unos papeles riqueza, sus gestores volvieran la vista a las fuentes del crédito, quiero decir, la lengua, a fin de restaurarlo cuanto antes. Porque una cosa es la crisis de un sistema de crédito, y otra, la del crédito en todas sus formas (lo que antiguamente, cuando nací, se llamaba confianza o tener palabra). Pasa como en la que llaman economía real por distinguirla de la especulativa (como si los objetos no fueran también espejo de quienes los producen, que ningún valor tienen si el que mira no quiere dar crédito a sus ojos, como hoy los banqueros ante las cotizaciones de bolsa) : a saber, que había bienes económicos, por limitados, y otros que no, por ilimitados, como el aire o el agua. O eso decían los manuales de economía hasta hace poco, cuando se han dado cuenta de que el cambio ilimitado de hierro en tornillo o de tornillo en billete sí necesitaba después de todo un soporte que se agota (antiguamente, “el mundo”). A ver si es que han descubierto que igual le pasa al crédito, que una cosa es formular un sistema de crédito, que se hace con signos recombinables, y otra el crédito mismo, que es confianza de ser humano en otro (valga la redundancia). A ver si van a haber descubierto a San Anselmo, y que una cosa es la esencia del crédito, definible a discreción, y otra su existencia, que como la del aire o el agua no depende de la etiqueta de botella política o del distribuidor bancario que la repartan de esta o aquella manera. A ver si van a haber descubierto que tradiciones y memorias no son prótesis televisivas de quitaipón para teleamar en teletiempos difíciles, y que el crédito del animal de palabra esta hecho como el petróleo de muerte y tiempo, productos irremplazables por definición ya que no son producidos, se producen. Objetiva e impersonalmente, como una urgencia, sin que de nada valga instar a los dinosaurios a revivir para remorir y pudrirse cuanto antes en beneficio nuestro. A ver si van a haber descubierto los banqueros que los sedimentos de vidas condensadas en lengua son la impalpable sustancia del ser a crédito, del ser humano, a punto de agotarse por el abuso de desconfianza que ellos mismos han hecho norma de la vida social, y ahora se disponen a instarnos a lo que urge, creernos para crearnos, tergiversando palabras y cosas para que, una vez más, lo urgente lo sea porque nos instan ellos, y posar luego tan guapos en la foto. Y viceversa, para que una vez más sea urgente, objetiva e impersonalmente urgente como unas siglas, lo que sólo puede ser instante, apremiante petición de durar frágil como unos siglos, en una voz que se haga instante para otro oido : en una comunidad de crédito que se llama lengua.
Fuente: José Luis Arántegui