Colombia es un país en el cual cualquier forma de protesta social, particularmente si es de carácter obrera-sindical, ha sido criminalizada, estigmatizada, perseguida. Es un país en el cual el sindicalismo ha sido prácticamente aniquilado, fundamentalmente mediante el terrorismo de Estado, asesinando a dirigentes y base social, a la vez que el terror ha tenido el efecto perverso de aislar al pez del agua.

Colombia es un país en el cual cualquier forma de protesta social, particularmente si es de carácter obrera-sindical, ha sido criminalizada, estigmatizada, perseguida. Es un país en el cual el sindicalismo ha sido prácticamente aniquilado, fundamentalmente mediante el terrorismo de Estado, asesinando a dirigentes y base social, a la vez que el terror ha tenido el efecto perverso de aislar al pez del agua.

Esta es la lógica contrainsurgente que en Colombia se aplica para golpear al movimiento popular, el cual es visto como un enemigo interno. Es por ello que un libro como este es tan urgente : por una parte, porque nos ayuda a preservar una memoria popular que se quiere erradicar a punta de falsedades, distorsiones y mediante la eliminación física de los depositarios de esa memoria de luchas. Por otra parte, porque es un libro que desnuda, desde el caso concreto de los trabajadores petroleros, cómo se construyó la sociedad colombiana en el siglo XX, mediante la represión y la (para)militarización generalizada de la sociedad.

Los trabajadores petroleros son, en efecto, un caso de estudio de un problema mucho más amplio. Entregan una ventana desde la cual entender la Colombia del siglo XX y la que ha heredado el siglo XXI. Pero no son una ventana más entre tantas otras. La historia colombiana está indisolublemente ligada a la historia del petróleo, uno de los recursos que excitó el apetito imperial de los EEUU, y a su vez la historia del “oro negro” está indisolublemente ligada a la historia de esos trabajadores que lo han sacado de la tierra y que han sido la columna vertebral de una historia rica de resistencias y proyectos de transformación social enfrentados frontalmente por el Estado y el imperialismo. Ello hace que la aparición de este libro sea asaz oportuna, más aún cuando Colombia se hunde en un marasmo entreguista, que pese a su retórica patriotera, ha entregado al país en bandeja de plata al imperialismo, convirtiéndose en una plataforma militar y económica de Washington en el sub-continente. Sus autores, Renán Vega, Luz Ángela Núñez y Alexander Pereira han hecho un gran favor a la memoria histórica del pueblo colombiano en tiempos de amnesia ; el relato épico que se cuenta en este libro, nos abre las puertas a todo un mundo de oprobio y dignidad, de atropellos y de lucha, que no se conoce en las escuelas, pero que está grabado en la conciencia colectiva de un pueblo que se niega a doblegarse. El libro no está escrito con la cursi pretensión de objetividad que se ponen como mascarada los intelectuales zalameros de la burguesía. Este libro está escrito con una clara toma de partido por los trabajadores y contra el imperialismo y sus agentes locales. Es un libro escrito con rigor académico, pero con capacidad de indignación ante las injusticias de la historia.

El libro en cuestión está escrito de una manera didáctica, libre de un lenguaje deliberadamente pesado y academicista -los conceptos que se manejan en el debate son todos explicados y discutidos para facilitar la lectura de quien no esté necesariamente familiarizado con los términos de la academia. Se combina así el rigor con un estilo pedagógico, otro gran mérito de este esfuerzo.

Además, el libro se encuentra hermosamente ilustrado, lo cual da al lector la idea de estar inmerso en esa historia, mientras cada capítulo concluye con una biografía de algún personaje vinculado a esta historia, que aterriza el relato histórico a un espacio íntimo en el cual uno aprende a entender por qué del afecto que los investigadores sienten por las personas que fueron tejiendo esta historia.

En él, se nos relata paso a paso, cómo la industria petrolera fue forjando el paisaje humano y ambiental de amplias zonas del Catatumbo, del Magdalena Medio y de las regiones petroleras colombianas ; cómo el entorno se fue adaptando a las necesidades de la industria petrolera, aunque en el camino hubiera que producir el genocidio sistemático de pueblos indígenas como los Barí y dejar una estela de ríos envenenados y paisajes deforestados. Así se constituyeron los enclaves petroleros en Colombia : los de la Tropical Oil Company, en la concesión de Mares en el Magdalena Medio (Barrancabermeja, El Centro) ; los de Shell, en la concesión de Casabe, de El Difícil, de Yondó ; los de la Andian National Corporation (parte del imperio de la Standard Oil de Rockefeller, al igual que la Tropical), que operaba los oleoductos desde Barrancabermeja ; los de la Colombian Petroleum Company, en la concesión Barco en el Catatumbo y los de la South American Gulf Oil Company (ambas propiedad de la Texas Petroleum Co.) que administraba el oledocuto de este enclave ; los de la Texas Petroleum y la Richmond Petroleum en Puerto Boyacá y el Caribe ; y por último, los de la Socony Vaccum, que manejaba las áreas de exploración de Puerto Wilches y Cantagallo, por mencionar los más importantes.

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También en Rebelión : Presentación del libro «Petróleo y protesta obrera. La USO y los trabajadores petroleros en Colombia», por Renán Vega Cantor