Vivimos en una época de recuperación de la memoria histórica reciente
(exhumación de restos humanos en fosas comunes del franquismo,
documentales y libros sobre las obras forzadas de los presos republicanos,
peticiones de revisión de sentencias militares durante la dictadura,
programas de televisión, tesis,…) Todo parece indicar que nos hallamos
ante un cierta revisión de lo pactado en la llamada transición democrática
de los años 70.
Durante estos años ha habido francotiradores contra el olvido que han sido marginados en los ámbitos universitarios, las tertulias y actos para minorías, el silencio casi generalizado de los grandes medios,…
Ahora, nuevas generaciones de historiadores, escritores, cineastas,
periodistas,… sin implicación directa en el proceso de transición del franquismo a la monarquía parlamentaria y con ganas de bucear en las aguas turbias y profundas de nuestro pasado airean documentos y testimonios que han sido acallados durante décadas.
Los ocho años de gobierno del Partido Popular y su intensa y eficaz
dedicación al revisionismo histórico deberían abrirnos los ojos. El
silencio y la amnesia son fruto de la represión y ésta, aunque se trate de autorrepresión, siempre favorece a los poderosos, a aquellos que más necesitan ocultar. El asesinato de Joan Peiró es uno de los casos que precisa de una mayor difusión.
La forja de un revolucionario
Joan Peiró nació el 18 de febrero de 1887 en el barrio obrero de Sants (Barcelona) Comenzó a trabajar, aún niño, en un horno de vidrio en el barrio vecino de La Bordeta.
Posteriormente, y siempre en el mismo sector
productivo, trabajó en Poble Nou y en Badalona. En 1907 se casó con Mercè Olives, obrera textil, y tuvieron cinco hijos (tres varones y dos mujeres)
De su iniciación como activista sindical hay diferentes versiones, aunque él mismo la sitúa en 1906. Comenzó a tener importantes responsabilidades entre 1915 y 1920 : secretario general de la federación local de sindicatos de Badalona (1915-1916), secretario general de la Federación Española de Vidrieros y Cristaleros (1916-1920), director de La Colmena Obrera (órgano de los sindicatos badaloneses) y de El Vidrio (portavoz de los
vidrieros federados)
Estuvo influenciado por el sindicalismo revolucionario francés (la Carta de Amiens y la CGT) y mantuvo contactos con activistas y publicistas de la CNT, pero no se vinculó a la CNT hasta 1918, después del congreso de Sants de la Confederación Regional del Trabajo de Catalunya.
De su activa participación en este congreso destacan : la recomendación, no su aplicación dogmática, de la táctica de la acción directa sindical (resolución directa de los conflictos entre patronal y sindicato, sin intervenciones ajenas), la formación de sindicatos únicos (agrupación de
los sindicatos de oficio en su mismo ramo o sector, cuestión en la que llevaba varios años trabajando en su sector, tras una serie de luchas fallidas) y su elección como miembro de la comisión de redactora de los estatutos de la CNT catalana.
Su papel en el congreso de La Comedia (Madrid, 1919) de la CNT no será tan significativo. Se sumó a la defensa de las federaciones de industria, que fueron rechazadas y sólo se aceptaron comités de relaciones, aunque le correspondió al asturiano Eleuterio Quintanilla ser el portavoz.
Los difíciles años veinte
Los años veinte estuvieron marcados, en Catalunya, por la feroz represión patronal y de los aparatos del Estado contra la CNT y sus aliados (asesinatos, entre otros, del destacado anarcosindicalista Salvador Seguí, el Noi del Sucre, y del abogado y diputado republicano Francesc Layret)
En 1920, Peiró se trasladó de Badalona a Barcelona y durante tres meses vivió exclusivamente dedicado a la organización.
El mismo año sufrió dos atentados, fue detenido y pasó por las prisiones de Soria y Vitoria. En 1922 asumió la secretaria general de la CNT y durante su gestión se celebró la Conferencia de Zaragoza en la que, por primera vez desde 1919, se volvieron a encontrar los pesos pesados confederales : Seguí, Pestaña,
Peiró, G. Diez, Abós, Cano Ruiz, Aláiz, Buenacasa,…
Dos hechos destacaron en aquella reunión. El primero, la propuesta de referéndum entre los sindicatos para decidir la permanencia o salida (éste fue el resultado) de la CNT de la Internacional Sindical Roja (ISR) y su adscripción a la reconstruida Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) Un año antes, los delegados a Moscú (Maurín, Nin, Arlandis,…) habían decidido integrar la CNT en la ISR.
El segundo y más significativo, la aprobación por aclamación de un
dictamen elaborado por Peiró y firmado por Seguí, Pestaña y Viadiu
conocido como la moción política de Zaragoza. En dicho documento se
proclamaba el alejamiento de la CNT de los partidos políticos, al mismo tiempo que su total implicación en “los problemas morales, económicos, sociales y políticos” de la clase trabajadora.
La CNT se definía como “un organismo netamente revolucionario… a la vez integral y absolutamente político puesto que su misión es la de conquistar sus derechos de revisión y fiscalización de todos los valores evolutivos de la vida nacional y… ejercer la acción determinante por medio de la coacción derivada de los
dispositivos y manifestaciones de fuerza de la CNT”
A pesar de determinar de manera diáfana una posición de autonomía sindical y de actuación sociopolítica revolucionaria, fue denostada por los medios anarquistas ortodoxos y utilizada por la prensa liberal y de izquierdas para plantear un acercamiento de la CNT a la política en su sentido más formalista.
El dictamen dejaba claro que la política a la que se referían
no era “en el sólo sentido de arte de gobernar a los pueblos, si no …las actuaciones de todo orden …de los individuos y las colectividades” En agosto de 1922, Peiró se estableció en Mataró y trabajó en el sector del vidrio. En 1925 dirigió la constitución de la Cooperativa del Vidrio, que anteriormente había intentado organizar con un régimen cooperativista mixto.
El golpe de estado y la dictadura de Primo de Rivera situó a la CNT en la clandestinidad (clausura de sedes y sindicatos, suspensión de Solidaridad Obrera) Peiró fue enviado a prisión en 1925, 1927 y 1928 y fue nombrado nuevamente secretario del comité nacional de la CNT entre 1928 y 1929. Aunque en 1927 se inscribió en la Federación Anarquista Ibérica (FAI) nunca militó y, posteriormente, fue muy critico con las posiciones de la FAI en la CNT.
Durante la etapa de la dictadura elaboró algunos de los elementos claves de su pensamiento sindical, social y político : los sindicatos eran organismos de clase ; el anarquismo no podía regular el funcionamiento de la CNT ; era necesaria una transformación de la Confederación “de la que sólo queden en pie la substancialidad de los principios y procedimientos del sindicalismo revolucionario” ; el sindicalismo había de basarse en la defensa de los intereses de los trabajadores y en el establecimiento de la solidaridad de clase y constituía “la fuerza que derribe a la sociedad capitalista y el medio por el cual se articulará el mecanismo de la producción” pero no una doctrina o un sistema completo ; para no caer ni en el reformismo ni el corporativismo era necesaria la influencia, sin
imposición, del anarquismo “queremos la anarquización del sindicalismo y de las multitudes proletarias, pero mediante el previo consentimiento voluntario de éstas y manteniendo la independencia de la personalidad colectiva del sindicalismo”
A pesar de sus críticas a la que consideraba vicios de la clandestinidad (grupos de acción, decisiones no consultadas, minorías de militantes dirigentes) nunca aceptó que la legalización de los sindicatos confederales se consiguiese con el trágala de la aceptación de los jurados mixtos, oponiéndose a “cuanto significara reformismo… y para… evitar el olvido completo de los principios y normas de la CNT… con vistas al mañana”.
Esta postura le llevó a una fuerte crítica de la actuación
colaboracionista de la UGT y un duro ataque a Pestaña, con el que
compartía otras posiciones, que provocó la dimisión del comité nacional de la CNT y frustró cualquier maniobra de aceptación de los comités paritarios y, por ende, una bocanada de aire fresco a la Dictadura.
República y escisión
Durante los años veinte, Peiró mantuvo frecuentes contactos con las
fuerzas opositoras a la Dictadura y a la monarquía. En 1930 firmó el manifiesto de “Inteligencia Republicana”, pero un alud de críticas internas le lleva a retirarla e incluso a plantearse su retirada de la vida pública. El mismo año fue nombrado, por un pleno de sindicatos, director de Solidaridad Obrera.
Desde diferentes publicaciones (Despertad, Acción, Mañana, Solidaridad Obrera) defendió la estructuración de los sindicatos en federaciones de industria. Dos fueron sus principales argumentos : en el presente, para enfrentarse en mejores condiciones a la concentración industrial y a las organizaciones patronales ; en el futuro, las federaciones se responsabilizarían de las complejas tareas de la producción en la revolución social.
En el congreso extraordinario de la CNT (Madrid, junio de 1931) consiguió un apoyo masivo a las federaciones de industria frente a las tesis de quienes (García Oliver y otros faístas) defendían modelos organizativos únicamente territoriales. En el mismo comicio, la ponencia “Posición de la CNT frente a las Cortes Constituyentes” planteaba una ambivalencia entre
el mantenimiento de los principios antiparlamentarios de la CNT y la exigencia a los nuevos gobernantes de soluciones a asuntos relacionados con las libertades, los derechos sociales y la crisis económica. Su discusión volvió a enfrentar a los sectores (Peiró, Pestaña, Villaverde) que entendían que la proclamación de la República permitía avanzar en la conquista de libertades y derechos sindicales fundamentales para la recomposición de la CNT y a quienes (miembros de la FAI y delegados de casi todos los sindicatos de la construcción) opinaban que se trataba del
reconocimiento de la eficacia de los organismos y engranajes políticos burgueses. El dictamen fue aprobado con algunas modificaciones.
En agosto de 1931, Peiró firmó junto a otros 29 destacados militantes de la CNT (Pestaña, López, Gibanel, Alfarache, Piñón,…) el “Manifiesto Trentista”. En él se hacía una descripción de la situación económica y social a la que se califica de “honda tragedia colectiva” y se acusaba al gobierno republicano de haberse “colocado en situación contemplativa cuando se ha tratado de mermar privilegios, de destruir injusticias,…”,
para posteriormente criticar una visión minoritaria, simplista y
espontánea de la revolución que “nos llevaría a un fascismo republicano, con disfraz de gorro frigio” , reclamarse “revolucionarios, sí ; pero no cultivadores del mito de la revolución” que “queremos una revolución nacida del hondo sentir del pueblo…” y preguntarse “¿lo quiere también la mayoría de los militantes de la organización ?
He aquí lo que interesa dilucidar,… la Confederación es una organización revolucionaria, no una organización que cultiva la algarada, el motín,… el culto de la violencia, de la revolución por la revolución”
La reacción de la FAI no se hará esperar y en el pleno de la CNT de
Catalunya (Sabadell, abril de 1932) se provocó la salida de los sindicatos sabadellenses de la CNT, la dimisión de Pestaña del comité nacional y la de Mira como secretario del comité regional. A finales de 1932 se constituyó la Federación Sindicalista Libertaria y durante el 1933 se fueron añadiendo a esta primera escisión los llamados sindicatos de oposición. Peiró participó en este proceso pero nunca en responsabilidades destacadas y siempre buscando puntos de retorno. Sus principales actividades se centraron en sus escritos en Cultura Libertaria y Sindicalismo y en su dedicación a la cooperativa del vidrio de Mataró. En 1935, formuló una serie de condiciones mínimas (respeto a los acuerdos congresuales de 1931, la independencia de la CNT y el respeto al funcionamiento federalista) para la reunificación. Esta se produjo en 1936.
Revolución y guerra : de la cooperativa al ministerio
Peiró asumió una vicepresidencia del comité antifascista de Mataró, creado como consecuencia del alzamiento de los militares golpistas entre julio y agosto de 1936. Sus dos hijos mayores marcharon al frente de Aragón. Entre agosto y octubre denunció en diversos medios (Solidaridad Obrera, Llibertat) la irresponsabilidad de los grupos incontrolados y sus prácticas de rapiña y venganza que deshonraban la revolución
También expuso sus opiniones sobre la necesidad : de un esfuerzo económico de guerra basado en el control sindical de la producción y en la eficiencia del proletariado ; de un mando único (sin discriminación de los diferentes sectores ideológicos de las milicias) y de la “profesionalización” de la guerra ; y de la entrada de la CNT y de la FAI en los gobiernos de Catalunya y de España, para evitar actuaciones contrarias a los intereses futuros de la clase obrera y para afirmar la posición de la CNT y su papel en el triunfo sobre la sublevación militar.
Igualmente, planteó una República Social Federal como forma de gobierno para la etapa posterior a la guerra. Fue uno de los cuatro ministros de la CNT (García Oliver, Montseny y López, los otros tres) en el gobierno de Largo Caballero. Desde el ministerio de Industria ideó un decreto de incautaciones y de intervención en la industria y la minería. No se trataba de una nacionalización, el
gobierno republicano colaboraba en la gestión que era responsabilidad de las organizaciones sindicales y respetaba los procesos de colectivización.
También proyectó la creación de un banco de crédito industrial que
redistribuyese los beneficios de determinadas empresas para cubrir
déficits de empresas necesarias y nuevas inversiones. La oposición
sistemática de Negrín, ministro de Hacienda, retrasó sus proyectos o los dejó reducidos a determinados sectores (textil, minas de Puertollano y Peñarroya)
La crisis de mayo de 1937 en Catalunya, provocó la caída de Largo
Caballero y la salida de la CNT de los gobiernos de la Generalitat y la República. Peiró retornó a Mataró y a la Cooperativa, dio conferencias sobre su actividad gubernamental y publicó una serie de duros artículos contra el PSUC y el PCE a los que acusaba de la persecución del POUM y de ampararse en la unidad antifascista para extender su influencia.
En agosto, se hizo cargo de la dirección del Catalunya, diario vespertino en catalán de la CNT. Desde estas páginas defendió nuevamente la unidad antifascista, la vuelta de la CNT a los gobiernos y su permanencia en los consejos municipales y provinciales. También a Companys frente a Negrín, cuando el gobierno republicano se instaló en Barcelona y fue recortando
atribuciones de la Generalitat.
En abril de 1938, la CNT entró en el gobierno Negrín y Peiró fue nombrado comisario general de Energía Eléctrica. En aquella época preparaba un libro sobre la más adecuada gestión de los recursos económicos de España. Sus artículos recogen la crítica a las nacionalizaciones de las empresas, aunque consideraba que algunas de carácter estratégico sí debían serlo, y su defensa de las colectivizaciones como forma de que los trabajadores realizaran las tareas de gestión y dirección de la producción.
En los últimos meses de la guerra, sus escritos combatían el derrotismo y alertaban sobre el quintacolumnismo e iniciaban una revisión del anarcosindicalismo desde la reciente experiencia de la revolución y la guerra.
Exilio, detención y entrega al régimen franquista por la Gestapo
Joan Peiró atravesó la frontera francesa el 5 de febrero de 1939, acompañado de su hijo Josep. Tras unos días de detención y una corta estancia en Perpinyà, se reencontró con el resto de su familia en Narbona. Posteriormente se trasladó a París para representar a la CNT en la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles (JARE)15 La función de Peiró fue la
de sacar de los campos de concentración franceses a refugiados de la CNT, auxiliarlos y procurarles el viaje a Méjico. A pesar de que era consciente de que la invasión nazi impediría nuevas partidas, Peiró no tomó el último avión hacía Méjico16 y permaneció en
Francia para no abandonar ni a los exiliados ni a su familia.
En la huida de París hacia Narbona fue detenido por las tropas alemanas y conducido de nuevo a la capital. La policía francesa, para evitar su caída en manos de la Gestapo, le entregó una orden de expulsión del país. El objetivo era pasar a la zona no ocupada y acogerse al convenio francomejicano y huir al continente americano con su familia. En su huida fue dete nido nuevamente, entregado a las tropas nazis y trasladado a Tréveris (Renania)
En enero de 1941, el minirio de Asuntos Exteriores franquista, dirigido por Serraño Suñer, inició los trámites de petición de extradición. El 19 de febrero, Peiró fue entregado a las autoridades franquistas en Irún sin haber pasado por el preceptivo juicio en tierras francesas. Como en otros casos, se trataba de una simple entrega de indeseables entre dos regímenes aliados
Consejo de guerra y fusilamiento
Peiró pasó primero por la Dirección General de Seguridad de Madrid, donde fue sometido a interrogatorios y malos tratos. Su primera exculpación basada en su oposición a las brigadas de control y su defensa de determinadas personas ante los consejos de tribunales revolucionarios fue confirmada por la policía de Barcelona : “Todos los individuos interrogados han coincidido en asegurar que es verdad que Peiró hizo campañas en sus escritos contra los asesinatos y desmanes que se realizaron, aunque
siempre defendiendo sus ideales anarquistas…” No obstante, el delegado de información de FET y de las JONS de Mataró, aunque le reconocía como “el menos malo de los que allí estuvieron”, le acusó por omisión de crímenes y robos.
En cualquier caso, su situación era francamente difícil porque una orden ministerial establecía que haber sido ministro de la República era una de las excepciones a la conmutación de la pena de muerte. Paradójicamente la pena de muerte se argumentaba en la “rebelión militar” de los republicanos.
El proceso fue aplazado de manera excepcional, no acostumbraban a pasar más de 2 meses entre la entrega de la Gestapo y la sentencia condenatoria. Peiró fue trasladado, en abril de 1941, a Valencia. Hasta diciembre no se abrió el proceso sumarial.
Esta tardanza tenía relación directa con los intentos por parte del régimen de convencerlo para que asumiera la dirección de los sindicatos franquistas. La firmeza de su negativa, aceleró el proceso. El fiscal formuló sus acusaciones en mayo de 1942, el
defensor militar de oficio fue nombrado en junio y el 21 de julio se pronunció sentencia.
En el juicio militar, declararon a favor de Peiró una serie de personas vinculadas a los vencedores : militares de las guarniciones de Mataró y Barcelona, religiosos de Mataró, jueces y personal de la administración de justicia, empresarios y propietarios de diferentes localidades catalanas.
Especialmente significativo fue el testimonio del escritor y “camisa vieja” Santa Maria que avaló, sin ninguna relación directa con el acusado, que el acusado había sido contrario a los excesos de los incontrolados y había protegido a personas perseguidas.
De nada sirvieron, la Falange de Mataró aumentó el tono de las acusaciones y el fiscal incluso le hizo responsable de la Semana Trágica.
Tampoco fue posible trasladar el proceso a Barcelona o a Mataró. La negativa de Peiró, más que su actuación como revolucionario o como ministro, le había condenado : pena de muerte y no tramitación expresa de propuesta de conmutación. El 24 de julio, Peiró junto a otros 6 cenetistas fue fusilado en el campo de tiro de Paterna.
A manera de epílogo
El asesinato “legal” de Joan Peiró es sólo excepcional en el desarrollo del proceso judicial y en la cínica propuesta que recibe del régimen. Otras muchas personas, más o menos conocidas y significativas pasaron por situaciones semejantes.
José Antonio Martín Pallín, magistrado del Tribunal Supremo ha escrito que “no se tata de analizar, una por una, las conductas que fueron sancionadas con la ejecución fulminante, simplemente declarar que el sistema seguido para imponer las condenas repugna y es incompatible con la cultura democrática y los valores de la civilización”
El citado magistrado concluye “no creo que ampararse en un superficial formalismo jurídico, inaceptable en un sistema democrático, sea la única solución”
Suscribo estas declaraciones y aplaudiré que las fuerzas políticas
democráticas, sin ningún tipo de sectarismo ideológico o de interés
nacional o partidista, no busquen únicamente la fórmula legal para revisar determinados casos y hagan en el ámbito parlamentario aquello que los ciudadanos normales ya hemos hecho en la calle, al considerar asesinatos y privaciones forzadas de libertad lo que el régimen franquista consideró sentencias.
Fuente: El Viejo Topo, nº 202 2005 Enero. Emili Cortavitarte Carral