[Janet Biehl fue la compañera de Bookchin y su colaboradora por 20 años. En el presente está trabajando en una biografía de Bookchin. Vive en Burlington, Vermont. Este artículo fue escrito el 25 de Junio, 2010, para un programa radial sobre el legado de Bookchin en la emisora Radio Despertar Libertario, Bogotá, Colombia, transmitido el día 4 de Julio, 2010.]
Como bien lo sabía la heroína de la mitología griega Cassandra, el ser capaz de predecir el futuro de manera acertada no necesariamente te convierte en alguien popular. El pensador de la ecología social estadounidense Murray Bookchin (1921-2006), previó ciertos desarrollos importantes antes que otra gente lo hiciera, y cuando comunicó al mundo sus conclusiones, quienes lo escucharon pensaron que estaba un poco loco.
En 1962, quienes escribían sobre la naturaleza eran en su mayoría científicos, conservacionistas o gentes que disfrutaban de la vida al aire libre. Ese año, un brillante libro titulado “Nuestro Ambiente Sintético” escrito por Bookchin, alertaba sobre una crisis ecológica catastrófica, la cual tendría múltiples elementos : la comida cada vez más llena de químicos, el agotamiento de los suelos, la contaminación del aire y del agua, la radiación nuclear. Este libro fue prácticamente ignorado, ya que la gente prefería leer lo que escribía Rachel Carson sobre los pesticidas. En comparación con la crisis sistémica y multifacética que Bookchin predijo, los pesticidas eran un problema menor que podía fácilmente ser asimilado. Parece increíble que en su siguiente libro, “Crisis en nuestras ciudades” advirtiera al mundo de algo llamado calentamiento global. Decía que el efecto invernadero derretiría los polos, mientras gente desde sus Chevrolet pensaba “ah, de nuevo ese milenarista”.
Bookchin no solamente predijo la crisis, sino que propuso una solución integral a ella. Tendremos que deshacernos de nuestra dependencia de los combustibles fósiles y buscar fuentes de energía renovables -solar, eólica, geotérmica. “Ideas demenciales” decían algunas personas, “en el mundo hay suficiente petróleo y carbón”. Algunos años más tarde hubo un gran derrame en California, y un río contaminado en Ohio se encendió en llamas, mientras el aire contaminado de las ciudades de EEUU tenía a la gente con problemas bronco-pulmonares. Entonces se dieron cuenta que efectivamente teníamos una crisis ecológica, y el primer Día de la Tierra en 1970 sirvió para sensibilizar sobre este asunto. Algunos que aún recordaban las palabras de Bookchin dijeron entonces “tenía razón sobre este tema”.
Pero la gran mayoría de la gente seguía sin querer escuchar el resto de su mensaje, aquel sobre los aspectos sociales de la crisis. “Lo que está ocasionando la crisis ecológica” decía, “es el capitalismo. El desarrollismo salvaje de nuestra economía de mercado está agotando al mundo natural. Para remediar la crisis ecológica, debemos generar un sistema económico diferente, uno basado en la cooperación y no en la competencia”. Eso sonaba a socialismo (era, en realidad, socialismo), y para crearlo hacía falta la revolución ; entonces la gente se tapó los oídos.
“Y si vamos a tener una vida humana y ecológica” decía, parafraseándolo, “tendremos que dejar de utilizar tanto combustible fósil, y debemos comenzar a usar energías renovables. Pero nuestras grandes ciudades, nuestro expansionismo, las modernas áreas megapolitanas deshumanizadas, son alimentadas por energía fósil -dependen de ella. Si nos vamos a deshacer de los combustibles fósiles, como tenemos que hacer, debemos de estructurar nuestro entorno urbano. La energía solar y eólica no pueden alimentar a una megápolis. Para salvar la biosfera, tendremos que descentralizar las ciudades y aprender a vivir a pequeña escala. En centros urbanos de menor escala, podremos vivir vidas más humanas, equilibradas y comunitarias, en respeto con la naturaleza”. En otras palabras, la única solución para la crisis ecológica es el eco-anarquismo (como lo llamó durante la mayor parte de su vida adulta) o el comunalismo (como lo llamó al final de su vida).
“¿Qué ? ¿Abandonar nuestros carros ?” decía la gente. “¿Nuestras grandes corporaciones que dan trabajos y que producen todas las comodidades que necesitamos ? ¿Y nuestro gobierno central que les ayuda a hacer todas las ganancias que quieren ? ¿Abandonar todo eso ?”. Y claro, en estos momentos decenas de miles de barriles de petróleo están siendo vertidos en el Golfo de México todos los días, y no nos queda sino mirar impotentes ese espectáculo. ¿Cuánto tardará el mundo en darse cuenta que el problema es tan grande que requiere de una solución radical ? Si Bookchin después de todo estuvo en lo correcto en su diagnóstico, tal vez es hora de que la gente por fin escuche sus soluciones.
Janet Biehl – para Radio Despertar Libertario
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