“Los grandes cambios radicales no han sucedido como producto de una legislación o elecciones; han sucedido en las calles, en levantamientos que amenazan con salirse de control”.

Entrevista de Marina Demetriadou, Atzélbi Hernández e Isabel Sanginés - Desinformémonos

Ciudad de México. James
Scott es profesor de Ciencias Políticas y Antropología en la
Universidad de Yale y director de estudios agrarios en la misma
institución.

Ciudad de México. James
Scott es profesor de Ciencias Políticas y Antropología en la
Universidad de Yale y director de estudios agrarios en la misma
institución.

 Su trabajo se ha centrado en
la manera que la gente de abajo se opone a la dominación. En diversos
libros como “Economía moral del campesino: subsistencia y rebelión en
Asia suroriental” “Armas del débil: formas diarias de resistencia
campesina” y “Los dominados y el arte de la resistencia”, Scott teoriza
sobre la manera en que el pueblo resiste a la autoridad y trata de
describir las interacciones entre dominados y opresores.

 En la siguiente entrevista con Desinformémonos,
el investigador y antropólogo habla sobre la forma en que las
experiencias autónomas pueden funcionar alejadas del Estado y sobre el
impacto que pueden tener a mediano y largo plazo  los movimientos
sociales que surgen espontáneamente y que no tienen jerarquía.

¿Cómo los movimientos y experiencias autónomas pueden ocupar espacios del Estado- nación?

 Históricamente los movimientos sociales
han pedido cosas concretas al Estado. Empiezan con la idea de que el
Estado es algo dado.

 Los movimientos autónomos deben ver
cómo hacer para crear espacios autogestionados, como centros sociales de
capacitación y de educación, que no sean una imitación del Estado. Y
esto incluye también a las ocupaciones.

 Un movimiento autónomo debe crear lo
más posible, dentro de un espacio que esté fuera del Estado para poder
crear algo distinto. Esto no es fácil, pero sólo pedir cosas al Estado,
de acuerdo con sus leyes y sus reglas, no es estar creando autonomía.

 La mayoría de los movimientos sociales
en la historia han creado estructuras que son parecidas al Estado, son
jerárquicas. Tienen un nombre, una organización, eligen representantes y
copian la estructura del Estado. Son pequeños Estados.

 Hablando de mi propio país, los Estados
Unidos, creo que cada movimiento progresivo y radical que ha tenido
éxito, ha sido producto de irrupciones masivas, no organizadas, que no
llegan de los movimientos sociales existentes. Como los movimientos por
los derechos civiles y por el voto de las mujeres que surgieron de
manera espontánea, fuera de movimientos sociales organizados.

 Estos movimientos radicales no tienen
jerarquía, así que el Estado no tiene con quién hablar (negociar). No
hay liderazgos. Son movimientos populares sin estructura jerárquica, así
que no los pueden cooptar.

 La paradoja de la democracia es que –
supuestamente –  debe crear un sistema para hacer posibles cambios
sociales a gran escala, sin violencia y sin irrupciones, mediante un
proceso legal en el que se eligen personas; pero el hecho es que los
grandes cambios radicales no han sucedido como producto de una
legislación o elecciones, sino que han sucedido en las calles, en
levantamientos que amenazan con salirse de control y en los que las
élites estaban asustadas, aterrorizadas y tomaron cartas en el asunto
rápidamente para poder apagar la revuelta.

¿Qué
experiencias organizativas comunitarias han logrado hacer cambios
alternativos y radicales alejados de la estructura de Estado?

 El autor uruguayo Raúl Zibechi habla de
muchos ejemplos de movimientos autónomos en América Latina que, de
acuerdo con él, han logrado organizarse alternativamente; Zibechi habla
de comunidades de base que han construido interrelaciones con otras
comunidades y que después pueden movilizarse juntas en movimientos
sociales más grandes.

 Otro ejemplo se ha dado en Estados
Unidos. Se trata de Occupy Wall Street, un movimiento espontáneo, que
empezó con 200 ó 300 personas, y luego mucha gente de Cleveland, San
Francisco y muchas ciudades más comenzaron a imitarlos; ésta es la clase
de cosas que nadie podía haber predicho, nadie puede organizar estas
revueltas, pero cuando suceden se debe saber tomar ventaja de la
situación. Estas cosas nacen de forma espontáneas y nadie de nosotros
sabe qué forma tomarán; pero después, el rol de los movimientos sociales
deberá ser ayudar a estas ocupaciones espontáneas a logar un
calendario.

 El hecho es que aunque haya capacidad
para la movilización autónoma local  y ésta sea el punto central de las
resistencias, no importa tanto hasta qué punto estos grupos logren o no
sus objetivos inmediatas, pues lo realmente importante es que están
creando redes que son un muy valioso recurso para la movilización
popular.

 Si surgen ocupaciones espontáneas, hay
que aprovechar la capacidad de los movimientos autónomos locales de
crear redes sociales.

¿Qué impacto pueden tener en el
largo plazo los movimientos espontáneos que no tienen organización, ni
planeación, y que no se acercan al Estado ni lo golpean directamente?

 Los movimientos sociales organizados y
jerarquizados, la mayoría de los que conocemos, fueron creados por la
base del levantamiento popular, pero estas organizaciones no crearon
nada por sí mismas en términos de cambios en el Estado; sin embargo,
todos los movimientos sociales formales, que son pequeños Estados, están
aterrorizados también por las revueltas de los de abajo, así que si
quieres cambiar un movimiento, hay que amenazarlo desde abajo, desde los
movimientos espontáneos. Los movimientos autónomos causan mucho miedo a
los movimientos sociales formales y al Estado.


Fuente: Marina Demetriadou, Atzélbi Hernández e Isabel Sanginés - Desinformémonos