Artículo de opinión de Rafael Cid

”El martillo cree que todos son clavos”

(Dicho popular)

”El martillo cree que todos son clavos”

(Dicho popular)

La correlación de debilidades entre PSOE y Unidas Podemos, que en principio debía favorecer el consenso hacia un Gobierno de la izquierda plural por primera vez desde la Segunda República, no ha funcionado a pesar de tratarse de esponsorios en la “casa común”. Los 123 escaños de Pedro Sánchez y los 42 de Pablo Iglesias, con su capacidad de arrastre sobre las otras minorías dispuestas a secundar lo que ya ocurriera en la moción de censura a Rajoy, han resultado vanos para superar las respectivas desconfianzas acumuladas. Aunque UP juró y perjuró disciplinarse a la mayoría socialista del Gabinete, el distinto origen de ambas fuerzas políticas en la arquitectura de la Transición ha terminado determinando el frustrante desenlace. Por encima y al margen de una constitución que obliga a todos, han deflagrado las genealogías que comprometen al PSOE con el aquel pacto fundacional del régimen, por una parte, y los aires de reforma radical que derivan del sustrato quincemayista de Unidas Podemos, por la otra.

La casuística de ADN disjunto es muy reveladora para valorar la dificultad para alumbrar un “frente popular” low cost made in Spain. ¿Por qué nuestros vecinos portugueses pueden tener una alianza de fuerzas políticas refractarias al neoliberalismo sin obstáculos concluyentes por parte de los poderes facticos internos y externos? ¿Por qué en España, sin embargo, parece casi tabú alcanzar un acuerdo de gobierno progresista entre el PSOE y Unidas Podemos? Una de las  razones hay que buscarla en la reciente historia de ambos países, y sobre todo en el modelo con que uno y otro superaron ambas dictaduras. En el caso de Portugal fue mediante la ruptura con el salazarismo; y en el de España por medio de la confraternización con los herederos del franquismo, lo diametralmente opuesto. En esto radica el principal hecho diferencial de los convocados a entenderse, no en la bola negra que puedan esgrimir los poderosos del mundo (que haberlos haylos).

En este sentido, el alma de Unidas Podemos enrocada en el intervencionismo económico de sesgo neomarxista-keynesiano que emula el país vecino, entre nosotros también tendría un pase. La pertenencia de pleno derecho a la Unión Europea (UE) garantiza un cordón sanitario en favor  del orden neoliberal. La prueba está en esa foto sobre la cumbre entre Unidas Podemos y la CEOE publicada por el diario El Mundo en vísperas de la sesión se investidura, y las prisas del ingrediente comunista de UP, Alberto Garzón, por pillar sillones (que incluso llevó a activar una consulta ex post para sancionar la oferta del PSOE y más tarde precipitar su voto “abstencionista” para condicionar a  sus allegados en la coalición). Otra cosa es la vertiente que entronca con la verbalización de revisión del “atado y bien atado” (monarquía, memoria histórica, confesionalidad, organización territorial, etc.), el otro alma más o menos contingente de Unidas Podemos. Y en este terreno pintan bastos. Porque su cuestionamiento o deconstrucción supondría en la práctica la tentación de escalar hacia la demolición del sistema preñado por la Primera Transición, y con ello un crudo cuestionamiento del bipartidismo dinástico hegemónico que a trancas y barrancas aún impera.

Hasta tal punto es así que en cuanto ha surgido un mínimo de duda sobre ese escenario con el torbellino catalanista, el franquismo sociológico se ha encarnado institucionalmente en un nuevo partido ultra como Vox. De ahí que, en principio, el pacto PSOE-UP solo podría alumbrar si se garantizara la ataraxia de los de Iglesias en el marco del statu quo. Su expresa renuncia a transgredir esas líneas rojas. Sería algo parecido al proceso de adaptación al medio emprendido por el felipismo en los años setenta del pasado siglo relegando el marxismo, el laicismo, el republicanismo y el derecho de autodeterminación. Esos vuelcos copernicanos exigen liderazgos fuertes y UP potencialmente lo tiene, pero sus socios les quieren subordinados.

Resulta curioso comprobar cómo, hasta el último momento, tanto Unidas Podemos como Vox han resignificado sus iniciales ofertas electorales con el fin de anclarse en las instituciones pasando de bramar la contestación a la integración condescendiente. Los de Abascal lo hicieron en Andalucía y lo están consumando en Murcia y Madrid. Y los de Iglesias pugnaban por lo mismo en el Gobierno de la nación, que es caza mayor y por tanto cotiza al alza. Con una diferencia sustancial entre ambos cabos ideológicos, mutatis mutandis. Mientras Vox difícilmente llegará a tocar poder real, emparedado entre las dos derechas de PP y Ciudadanos, Unidas Podemos lo tuvo y no lo retuvo, por muy perimetral que fuera, en la Comunidad de Castilla la Mancha. Pasó de ostentar una vicepresidencia en el Gobierno del socialista García-Page a no lograr un solo diputado en las últimas elecciones.

Si al final, y a pesar de las concesiones hechas por Iglesias en su tour de forcé  ante el ultimátum de Sánchez (aceptó su veto malbaratando el rotundo y opuesto resultado de su consulta a las bases), se produjo la ruptura, fue porque Ferraz (y lo que le cuelga) buscaban la rendición incondicional de Unidas Podemos y su implosión endógena. Su voladura controlada. Razón de Estado habemus.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid