El sábado 26 de marzo Londres fue el escenario de la mayor marcha sindical británica de las últimas dos décadas. Varios diarios, incluyendo el conservador The Telegraph, estiman que unas 400,000 personas participaron en ésta, en tanto que los organizadores sostienen que sobrepasaron el medio millón de concurrentes.

Se trata de la movilización más grande que se ha dado contra el primer gobierno de coalición conservadora-liberal demócrata de la historia, el mismo que aún no cumple 11 meses en el poder. Es también la mayor protesta que se ha dado en la capital inglesa desde la de Marzo 2003 donde entre uno y dos millones de británicos salieron a oponerse a la guerra iraquí.

Se trata de la movilización más grande que se ha dado contra el primer gobierno de coalición conservadora-liberal demócrata de la historia, el mismo que aún no cumple 11 meses en el poder. Es también la mayor protesta que se ha dado en la capital inglesa desde la de Marzo 2003 donde entre uno y dos millones de británicos salieron a oponerse a la guerra iraquí.

Ed Milliband, el nuevo líder del laborismo, ha comparado a dicho movimiento con el que consiguió el sufragio femenino o acabó con el apartheid surafricano. El gobierno, mientras tanto, ha contestado que ello no le obligará a cambiar su estrategia de ajustes que considera esencial para sacar al país de la recesión.

Ello no es una novedad. Blair y Brown tampoco retiraron sus tropas de Irak después de la megamarcha del 2003, pese a que gran parte de los que discursearon o participaron en ésta fueron laboristas. Durante los 17 años del régimen conservador de 1979-97 los ‘tories’ demostraron su capacidad de enfrentar grandes marchas y huelgas. Es más, incluso derrotaron una prolongada huelga minera y eliminaron la autoridad del Gran Londres haciendo que ésta sea la única gran capital del mundo sin una alcaldía durante década y media.

Sin embargo, este tipo de protestas sociales ha de tender a escalar. Los propios sindicatos hablan de que para este verano nórdico se podría dar una marcha aún mayor. Numerosas pancartas demandaban un paro general de 24 horas, cosa muy inusual en la historia nacional.

Por el momento el laborismo aparece alentando y controlando dicho movimiento. Este partido en si mismo no cuestiona los bombardeos sobre Libia (por lo que en dicha marcha no se vieron tantas pancartas rechazando esos ataques) y tampoco la necesidad de hacer varios recortes. Milliband quiere reformas menos drásticas y rápidas, apostando más a retener elementos de intervención estatal y de fomento del gasto público.

Su objetivo es utilizar el descontento para que su partido vuelva pronto al poder, incluso antes de que se cumpla el actual quinquenio gubernamental. Algo que navega en su favor es el hecho de que él ya ha llegado a liderar las encuestas antes de que el presente gobierno cumpla su primer aniversario.

Esto es algo inusual. Los conservadores y los laboristas fueron perdiendo la punta en las encuestas solamente en la recta final de sus últimos extensos periodos en el poder.

Las elecciones locales y el referendo de mayo se tornan claves para mostrar la reactivación laborista y para querer socavar al liderazgo de Nick Clegg en el liberalismo, a quien los ‘rojos’ acusan de haber dado la espalda a un eje ‘progresista’ para capitular ante los conservadores.

Gran Bretaña tiene la única democracia que no ha sufrido una guerra civil, una invasión, un golpe o una revolución en más de 3 siglos y donde no se repiten los mismos movimientos huelguistas de Europa. No obstante, el nivel de cortes que se avecina y la respuesta sindical puede abrir un periodo de fuertes protestas sociales.

Algo que se pudo percibir en la marcha es que ésta estaba llena de trabajadores blancos, muchos de los cuales no salieron a las calles contra la guerra de Irak. Es más, en la protesta del sábado pasado no habían muchas organizaciones étnicas, algo diferente a las marchas anti-guerra o pro-inmigrantes que antes se daban. Ello puede generar condiciones para una radicalización de amplias capas que antes se mostraban pasivas.

Gran parte de la media le ha dado mucha atención al hecho que algunos anarquistas atacaron negocios al salirse de la marcha. Brian Paddick, el oficial de la policía que fue el último candidato liberal para la alcaldía londinense, mostraba su sorpresa de cómo su fuerza pública, una de las más expertas del globo, pese a tener 4,500 efectivos destinados a vigilar a la marcha y a que los anarquistas venían publicitando vía volantes e internet sobre lo que iban a hacer, no pudo prevenir tales actos.

Estos actos, que la prensa presenta como vandálicos, pareciera que fueran permitidos para, al igual que como pasó con la marcha estudiantil, sirvan para desacreditar a la protesta y hacer que el gobierno presione a los laboristas para que dejen de promover que la gente salga a las calles.

Por el momento conservadores y liberales sostienen que dichas protestas no les dividirán ni harán caer su coalición. La cuestión está en saber si éstas terminan creciendo y acaban forzando nuevas elecciones generales en las cuales los ‘rojos’ quisieran volver al poder. El gobierno, mientras tanto, puede verse obligado a optar por medidas duras a lo Thatcher, con lo cual está por verse si los liberales les siguen o no se escinden entre ellos.

Isaac Bigio – Análisis Global