José Martín de la Peña, el cura y juez eclesiástico de la Diócesis de Alcalá de Henares condenado por abusar sexualmente durante nueve años de una niña, ingresó hace unos días en la prisión de Alcalá Meco para cumplir la condena de 10 años de cárcel que le impuso la Audiencia de Madrid y que luego ratificó el Tribunal Supremo.
El sacerdote debía haber ingresado en la cárcel el pasado noviembre, pero presentó un escrito ante el tribunal de la Sección Primera de la Audiencia pidiendo un aplazamiento del cumplimiento de la condena.
El tribunal accedió al aplazamiento, pero le impuso como fecha tope para entrar en la cárcel el 9 de enero. Los jueces le advirtieron de que si no ingresaba ese día dictarían una orden de busca y captura.
Como no ingresó, con fecha 10 de enero elaboró un auto ordenando «la búsqueda, detención e ingreso en prisión» de Martín de la Peña. Su abogado, Marcos García Montes, afirma que se produjo «una confusión» en la fecha de ingreso, pero que su cliente «se halla ya en prisión» y que está a la espera de que Instituciones Penitenciarias le conceda el beneficio del tercer grado penitenciario por la avanzada edad del sacerdote, de casi 75 años.
Carmen Roney, que en el juicio representó como acción popular al Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid, lamenta que el sacerdote no haya satisfecho aún la indemnización de 70.000 euros que fijó el tribunal. Este cura vivió como huésped en casa de la menor, junto a ésta, su madre y su abuela, entre 1978 y 1988. Pese a que la niña, que hoy tiene 35 años, confesó que el cura comenzó a violarla anal y vaginalmente cuando cumplió los ocho años, el tribunal no le condenó por violación ante la falta de pruebas, si bien no descartó que éstas se produjesen.
Según lo jueces, el cura abusó sexualmente de la niña, de la que fue tutor y profesor particular de matemáticas, durante nueve años. El sacerdote abandonó la casa en la que convivía con la niña en 1988, cuando ésta tenía 13 años.
Un calvario
Liberada del cura, la niña siguió sus estudios en un centro religioso y allí comenzó a padecer con mayor virulencia las secuelas de los abusos sufridos, que se tradujeron en faltas reiteradas a las clases y en una conducta irascible. «Me ponía a andar sin rumbo, sin saber adónde ir…», contó en el juicio.
La madre, ignorante del calvario de su hija, logró sonsacarle los hechos cuando ya era mayor de edad. La denuncia se presentó nueve años después de que «don José» abandonase la casa. La sentencia consideró que el cura «sometió a la menor a innumerables tocamientos lúbricos» entre los años 1978 y 1988, y que la obligó a hacerle felaciones.
Fuente: JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ - Madrid EL PAIS