AVISO: El 26 de noviembre de 1976 se publicaba en todo el mundo la canción “Anarchy in the UK”. 45 años después CARLOS MONTY investiga las huellas del anarquismo en el punk, principalmente a través del situacionismo francés, desde los años 60 hasta las luchas anti-globalización de comienzos del siglo XXI. Este informe especial, que recorre desde una perspectiva libertaria, no sólo el desarrollo del punk en UK, sino también en USA y España, sirvió de apoyo para la Tesis Doctoral del abogado e historiador Leonardo Mulinas, “Juan García Oliver (1902-1980): Anarcosindicalismo en Acción”, donde aparecen fragmentos, y será publicado por vez primera íntegramente mediante cinco entregas, una cada lunes de este mes de noviembre, que se irán acumulando hasta completar el reportaje completo en un solo archivo. Seguramente tus antihéroes favoritos no saldrán muy bien parados, pero no te preocupes, la Sociedad del Espectáculo te los habrá sustituido y sustituirá indefinidamente.

NOTA.- Puedes leer la 3ª Entrega aquí:

https://rojoynegro.info/articulo/informe-especial-3-45-anos-de-punk-y-anarquismo/

– IV –

PUNK USA: EN EL CORAZÓN DE LA BESTIA

Que en el corazón de la bestia del capital pudiera florecer una apuesta permanente por el punk situacionista y anarquista era poco probable, más allá de algo residual, pero con mutaciones respecto de la escena británica, la mecha inglesa estaba prendida y llegó para quedarse hasta rearmarse con el movimiento anti-globalización y la acción directa del Black Bloc.

Responsable principal de ese impulso fue la personalidad arrolladora de Eric ‘Jello Biafra’ Boucher, un fan de los Ramones que a la vuelta de su estancia en UK en 1978, se unió al grupo de un amante del rock’n’roll y el surf llamado East Bay Ray, dando lugar a la aparición de los Dead Kennedys en la escena punk de San Francisco, debutando con la feroz diatriba/parodia contra el gobernador ultraliberal de California del momento, “California über alles” (que se convertirá con el tiempo -paradojas de la manipulación mediática- en un himno de la extrema derecha al interpretarlo literalmente).

En solo cuatro años, de 1979 a 1982, a Biafra le dio tiempo a plantar la semilla de lo que se acabó etiquetando como subgénero anarco “Crust Punk”, y más tarde, en formato comercial y fuertemente emparentado con el ‘hardcore’, como “Grindcore”. Su notoriedad llegó a tal extremo que Biafra presentó su candidatura a la alcaldía de San Francisco “con el objetivo de ridiculizar el proceso electoral, formulando entre otras propuestas que los ejecutivos y los banqueros vistiesen con trajes de payaso o que a los policías los eligiesen los vecinos de los barrios en los que patrullen. En el proceso recibe más de 6000 votos, quedando el cuarto de diez candidatos”. No sería la única de sus incursiones paródicas. En el año 2000 lo volverá a intentar con el Partido Verde USA, esta vez en la carrera presidencial.

Aunque el grupo se disuelve en 1986, la acción directa que impulsa Biafra traslada sus explícitas denuncias a varios ámbitos: desde los títulos de sus canciones y los temas que aborda hasta sus muy especiales portadas.

Lo describe magistralmente Quim Casas en su reportaje de 1987 para la revista RockdeLux, “Dead Kennedys. Punto Final”:

“Vayamos por orden. Primero las portadas: una hilera de coches policiales ardiendo (“Fresh Fruit For Rotting Vegetables”, 1980); Cristo crucificado sobre un billete de dólar (“In God We Trust, Inc.”, 1981); una bien formada mano blanca recoge en su palma una escuálida y patética envejecida mano negra (“Plastic Surgery Disasters”, 1982); ridículos hombres maduros efectúan una carrera de automóviles de miniatura (“Frankenchrist”, 1985); la Estatua de la Libertad llora al sentirse ultrajada y manoseada por todo tipo de personajes dibujados por Winston Smith, habitual grafista del grupo (“Bedtime For Democracy”, 1986). Una vez admiradas o repelidas las portadas, aparecen los trabajos collages interiores, en forma de cuaderno, póster o fanzine: en ellos se dan cita Reagan, los Marx Brothers, Chaplin y Keaton, Blancanieves, Nixon, Fidel Castro, Gadafi, monjas provistas de recios fusiles, el Ku Klux Klan, machos americanos, policías aguerridos y Hitler, entre muchos más.

La parte gráfica de los Dead Kennedys, fundamental, ya ha sido consumida. La mirada se dirige ahora sobre los títulos de las canciones. Una breve selección nos invitaría a matar pobres y niños (“Kill The Poor”, “I Kill Children”), a practicar los vómitos religiosos (“Religious Vomit”), a joder a los punks que comulgan con el nazismo (“Nazi Punks Fuck Off”), a comprender que los chicos desarrollados necesitan un buen almuerzo americano (“A Growing Boy Needs His Lunch”), a poner en venta la anarquía (“Anarchy For Sale”), a veranear en Camboya (“Holiday In Cambodia”) o a cuestionar el significado de la gloriosa bandera nacional (“Stars And Stripes Of Corruption”). Y luego, entre cortantes y sincopados ritmos, guitarras no especialmente refinadas y alaridos vocales, llegarían los textos, tan irónicos como punzantes: “Mato niños / obligo a sus madres a llorar / Mato niños / Los aplasto bajo mi coche”, de “I Kill Children”; “Soy el Emperador Ronald Reagan / Nacido de nuevo con los insaciables fascistas / Ahora, tú puedes hacerme presidente”, de “We‘ve Got A Bigger Problem Now”.”

Perseguidos policial y mediáticamente, durante 1981 no tienen empacho en organizar conciertos de protesta frente a actos electorales republicanos y demócratas, frecuentemente interrumpidos con cargas policiales; o aparecer en una entrega de premios (Bay Arena Music Awards) vestidos de oficinistas con una “$” de dólar en el pecho y despotricar en el escenario durante poco más de dos minutos contra los empresarios de la música y los artistas “mainstream”, parodiando el éxito comercial “My Sharona” del grupo canadiense The Knack, en un tema, “Pull my strings”, que acabará sin publicarse oficialmente en estudio. Vocación política declarada, pero también anti mercantilista, al menos hasta su refundación sin Biafra en el año 2000.

El impacto mediático rebelde y la ominipresencia de Biafra como activista incombustible influenció de manera tan notoria a todo el abanico underground de la escena punk-rock americana que, con mayor o menor aproximación al hardcore, la legión de grupos influidos por su actitud se extendió desde comienzos de los 80 hasta nuestros días.

Lejos de los medio chicanos Zeros (más influidos por los Ramones) aparecieron grupos como los tejanos Million Dead of Cops (MDC) o el combo de Vancouver DOA (“Dead on Arrive”); bandas decididamente insurgentes como Anti Flag o Disrupt, y otras que se apuntaron, pero también a la escena más masiva, tipo Bad Brains o los reyes del hardcore melódico, los también californianos Bad Religion.

Una evidencia que llega hasta los tiempos de resistencia antifascista contra Donald Trump, con multi-vendedores del subgénero “grindcore” como Green Day apareciendo en la entrega de los premios de la música americana de 2016, ¡interpretando el hit de MDC “Burn Die” para reconvertirlo en proclama antifascista bajo el título de “No Trump! No KKK! No Fascist USA!”, o el propio Biafra parafraseándose a sí mismo con su banda actual, “Guantanamo School of Medicine”, en “Nazi Trumps Fuck Off!”

En opuesto paralelo a Biafra y sus Dead Kennedys, podemos situar la historia del otro grupo más influencial del género en Estados Unidos: Henry Rollins y Black Flag. Formados en 1976 bajo el nombre inicial de Panic y bajo el influjo de los Ramones (como tantos entonces), del entorno surfero del sur de Los Angeles y el grupo de heavy metal británico Black Sabbath, Greg Ginn y el bajista Chuck Dukowski consiguieron que el grupo sea reconocido desde entonces como pionero del hardcore punk, reafirmando la ética y estética del principio “Do it Yourself” (DIY), mezclando una denuncia violenta contra el autoritarismo con la demonización de la pobreza, matiz que se agudiza en 1981 al incorporarse como cantante un fan de la banda venido desde la otra costa  -Washington DC-, Henry Rollins.

Desde el diseño de su potente logo con las cuatro barras negras como símbolo de anarquía e insumisión, que después será, entre otros códigos estéticos, inspirador de los Black Blocs y las protestas anti globalización -aunque sus códigos oficiales de color son azul, amarillo y rosa-, la policía de Los Ángeles ya había fijado sus ojos en el grupo. La incorporación de Rollins, activista que ya se había ganado fama de interactuar violentamente con su audiencia mientras era cantante del grupo SOA (State of Alert, que solo llegaron a grabar un EP) subiría varios grados la temperatura del país, tanto en lo que respecta a la vigilancia policial como por el impacto emocional que causaba su personal estilo agresivo y muy físico.

Black Flag mezclaba la alienación personal y la paranoia inducida socialmente con la incitación violenta a la revuelta como recurso escénico (tal y como ya habían hecho los Sex Pistols en su día), combinando su propuesta vocal denominada ‘spoken word’ (prosa aparentemente improvisada, matiz que fue su debilidad durante toda su vida artística) con el ‘swing beat’ característico del grupo.

Aunque la banda estaba identificada con el lanzamiento de la industria discográfica independiente americana, constituyéndose pilar fundamental de la escena hardcore estadounidense, -influencia primaria de lo que luego sería el “grunge” de la Costa Oeste, a través de su sello SST-, a diferencia de Biafra y los Dead Kennedys, Rollins, ya con su propia banda (“Rollins Band”) tras su salida de Black Flag, y después en sus distintas encarnaciones, acabó sometido al canto de las sirenas convertido – aunque siempre desde su ética rebelde y autodisciplina personal –  en otro “influencer” más de la industria de Hollywood, con presencia en numerosos shows de televisión y series de éxito como “Sons of Anarchy”, “Californication”, “Jackass” y hasta “American Dad”.

McLaren siempre jugó con el poder de atracción de las celebrities y se quemó. Los situacionistas dieron la vuelta a la Academia y su poder literario e institucional para subvertir el statu quo, pero la Academia sobrevivió y ellos desaparecieron, aunque mutando en nuevas generaciones. Rollins, como héroe americano alternativo, acabó asumido por la industria como cualquier otro producto de consumo a elegir en una lista de Netflix. Caminos distintos y un mismo final de autodestrucción programada, según anunciaba Johnny Rotten en el estertor final de “Holidays in the Sun”. La independencia convertida en otra forma de sumisión, porque la sociedad del espectáculo es hoy el gran timo del rock’n’roll.

REFERENCIAS:

[1] Andy Lewis: “The Rough Guide to Rock”. Penguin, 2003; www.ourcampaigns.com/Candidatedetail Revisión: 10/2/19

[2] Jamie Thomson: “No Fascist USA! How hardcore punk fuels the Antifa Movement”. The Guardian 9-9-2017. Reviewed 10/2/2019

[3] Francis Dupuis-Déri: Who’s afraid of the Black Blocs. Anarchy in action around the world. Lux Editeur, Montreal, 2007/PM Press, 2014, pág. 72.