Artículo de opinión de Rafael Fenoy Rico

Un día como hoy de 1945 un bombardero de Estados Unidos dejó caer una bomba atómica sobre Hiroshima. Una matanza de personas inocentes que siempre debe ser recordado y que debe llenar de vergüenza a quienes recogieron el legado militarista estadounidense.

Un día como hoy de 1945 un bombardero de Estados Unidos dejó caer una bomba atómica sobre Hiroshima. Una matanza de personas inocentes que siempre debe ser recordado y que debe llenar de vergüenza a quienes recogieron el legado militarista estadounidense.

En un instante se cegó las vidas de 100 mil personas. Recién nacidos, infantes, jóvenes, mujeres, hombres, ancianas y ancianos. La propaganda política de los asesinos pretendían justificar tamaño holocausto difundiendo la idea de que de esta forma forzaría la rendición incondicional del Japón y este hecho salvaría muchas más vidas que las que ya preveían quedarían cercenadas. Sin embargo ni siquiera dieron tiempo a que el gobierno japonés pudiera maniobrar y el día 9 otro bombardeo tiraba otra bomba atómico sobre Nagasaki produciendo otra matanza. Mal camino para la paz desatar el infierno sobre poblaciones inocentes.

¿Por qué entonces la rendición no se produce hasta el día 15 de ese mes? El detonante de la rendición fue la intervención de tropas rusas contra las japonesas en el norte de china. Sólo un segundo frente obligó al ejército japonés a rendirse. Desde mayo cuando se rinde Alemania, los rusos podían haber planteado ese segundo frente contra el Japón.

A 75 años de esos desgarradores hechos es más que posible aventurar que en la mente de las cúpulas del capitalismo todo estaba más que premeditado. Los asesinos ya habían diseñado su diabólico plan. Las dos bombas atómicas eran distintas y por ello tenían que ser “probadas” en condiciones reales. Eso es lo que anhelaban los poderes capitalistas para inaugurar una era de terror nuclear y garantizar su hegemonía.

Y después de 100 millones de muertos durante la segunda guerra mundial, que pusieron los pueblos, siempre perdedores, los poderosos siguen explotando a la humanidad. Los reyes, los emperadores, los jerarcas, los dueños de las multinacionales que conforman el puñado de seres inhumanos, insensibles a la muerte, destrucción y dolor que generan, siguen decidiendo los destinos de los pueblos, de las naciones, que tienen la infantil ilusión de que son soberanas.

Rafael Fenoy Rico

 


Fuente: Rafael Fenoy Rico