Horst Stowasser es escritor alemán, militante de la FAU y uno de los máximos impulsores del Proyecto A, una iniciativa revolucionaria para “reconquistar la cotidianeidad en un barrio o una ciudad mediante un modelo de anarquía vivida a través del ejemplo”.
A : Horst, ¿Nos explicas un poco de qué va esto del Proyecto A ?
H : ¿De qué va o de qué iba ?
A : De qué iba. Cuál era la primera parte : el origen, en qué noche de lujuria y taberna se os ocurrió montar esto.
H : Fue menos taberna y más frustración con el movimiento anarco. La meta del Proyecto A es la de todos los anarcos : la revolución mundial, por supuesto : el cambio profundo de la vida, pero vamos… Se trata básicamente de encontrar un camino adecuado a la situación de hoy día, cómo transformar la sociedad sin barricadas ni petardos – y esto simplemente porque no estamos precisamente en una situación de barricadas y petardos, es decir, una situación revolucionaria como p. ej. la del 36. Por otra parte era diseñado como un proyecto que pretende ser revolucionario en el sentido de la palabra, sin caer en las trampas del reformismo. Por lo tanto, arranca de los puntos básicos que a todos nos conmueven, que son la economía, es decir de qué vivimos, luego la situación política, laboral y cultural que vivimos y finalmente ocio y la vida “privada“ – sectores que normalmente están completamente separados. Esto es, un poco abstracto, el punto de arranque.
En concreto, se trata pues de un intento de reconquistar la cotidianeidad en un barrio o en una ciudad mediante un modelo de “anarquía“ no teórica sino vivida a través del ejemplo. En nuestro caso concreto hemos proyectado la unión de empresas autogestionadas con iniciativas políticas y culturales. Allí uno no solamente trabaja de forma diferente, sino también vive de otra forma, por ejemplo en comunidades que abarcan todas las generaciones. Así demostramos palpablemente y sin mucha retórica anarquista una vida sin jefes, basada en el libre acuerdo y el apoyo mutuo. La estrategia era la siguiente : Si esto funciona cotidianamente, la gente acabará diciendo “Esto está de puta madre, esto me gusta y si eso lo llamáis “anarquía“, de acuerdo…“ La intención era, pues, romper un poco el gueto anarquista.
A : Entonces, lo que llegó aquí del Proyecto A a nosotros nos sonó en España básicamente por el libro que habías escrito y por las ideas allí expresadas. Por otra parte, también nos llamó la atención que ya había funcionado en la vida cotidiana con sus “dobles proyectos“, y muchos han ido a Neustadt a ver si la cosa funcionaba. Cuéntanos un poquito lo concreto que teníais dentro del Proyecto A.
H : Bueno, era una idea muy sencilla : se unen dos o más proyectos, uno que sea más bien de carácter económico donde se saca dinero y con el cual se subvenciona un proyecto más bien político o cultural que necesita dinero. Lo hemos empezado hace unos 15 años en una ciudad mediana alemana de unos 40.000 habitantes y en síntesis se puede decir que el proyecto sigue existiendo, no fracasó, pero tampoco dio el impacto político como lo habíamos imaginado. De una docena de empresas, poco más de la mitad han sobrevivido como tal, es decir como empresas libertarias y autogestionadas. Se han colocado bien en el mercado, han hecho una buena trayectoria y son muy reconocidas por la población. También unos proyectos culturales y, por ejemplo, un bar-restaurante, están bien implantados, pero no se ha pasado a la segunda fase.
La segunda fase, que era la de intervenir políticamente en la ciudad, prácticamente se abortó antes de empezarla a causa de conflictos internos e interminables debates puristas sobre el “comportamiento anarquista correcto“. Después de la decaída y una fase de resignación que duró 8, 9 años estamos ahora precisamente esperando que se dé la segunda fase. Parece, que la situación es más favorable.
A : ¿Puedes concretar un poco los motivos de la crisis ?
H : Son un tanto complejos. En un primer período, el Proyecto A era un éxito rotundo, era un tiempo de mucha agitación. Para muchos compañeros en Alemania fue un atractivo muy grande y muchos acudían a Neustadt como si fuera la Meca de la Anarquía, cosa que no estaba planeada así. Y muchos venían en plan purista, para criticar y no para participar. Para éstos era puro reformismo y todo se debería plantear de otra forma mucho más radical y mucho más “correcta“. En fin, estos “anarcoturistas” nos comían el coco discutiendo y disputando a tal grado que provocaron peleas internas hasta llegar a un punto en que muchos se retiraron amargados. Sobre todo aquellos que se habían adherido sin ser anarquistas innatos. Luego, los súper anarcos, después de provocar esta crisis, se retiraron diciendo “¿Ves ? ¡Teníamos razón, eso no podía funcionar jamás !”
El segundo problema que también nos afectó era que nosotros planteamos el proyecto en un momento en que el así llamado “movimiento alternativo” ya estaba en un cierto declive. Ya no estaba tanto de moda lo de las empresas autogestionadas, así que prácticamente la segunda generación nos faltó. Es decir, creamos puestos de trabajo, pero resulta que la generación joven ya no estaba interesada en asumir todas esas responsabilidades. Así, muchos colectivos estaban forzados a tener empleados contra su voluntad. Recién últimamente esto está cambiando un poco, simplemente por la precariedad del trabajo asalariado que vuelve a aumentar el atractivo del trabajo autogestionado.
A : Entonces ahora estáis envueltos en otra fase y continúa el Proyecto A como tal porque hay un colectivo de gente que así lo trabaja. Tú estas ahí también, pero tienes otro proyecto entre las manos – la creación de algún lugar de atención a las personas de la tercera edad.
H : Sí, sin embargo quisiera precisar primero que el Proyecto A, tanto como idea, como libro y como experiencia social en el pueblo donde yo vivo, ha producido cierto eco en el mundo libertario. En varias ciudades de Alemania y en el extranjero hay proyectos que hacen hincapié en el Proyecto A. No se trata de una organización formal, más bien de una adhesión a la idea. Así, el proyecto ha sobrevivido en muchos rincones del mundo y, por lo tanto, ha dado un impulso al movimiento anarquista.
Lo que estoy montando en estos momentos lo llamamos con un poco de ironía el “Proyecto A, fase B“, y eso corresponde un tanto a nuestra edad. Lo que pasa es que somos cada día un poco más viejos y nos dimos cuenta de que casi todos los proyectos anarcos están diseñados para gente joven o de edad media, gente que trabaja y tiene hijos. Hasta ahora, nunca habíamos pensado en entender la anarquía, también, como un “proyecto de envejecer dignamente“, valga la expresión. La así llamada “tercera edad” no la entendemos solamente como un discurso de un subsidio suficiente, sino como un discurso de calidad e dignidad de vida. Tenemos p. ej. en vista la generación de nuestros mismos padres. No queremos que se mueran desamparados, aislados y solos en algún asilo anónimo. Y sin duda, luego, nosotros mismos, tampoco. También vamos avanzando de edad y una enfermedad puede tocar a cualquiera y en cualquier momento. En tal circunstancia te encuentras tú solo en tu piso, si tienes suerte con tu compañero o compañera, y nada más.
Lo que estamos montando, ya en fase de concretización, es un nuevo proyecto adicional a los que ya existen, otra experiencia de convivencia que podría llamarse una “casa de las generaciones“. No queremos crear un asilo para ancianos, sino una convivencia vital en un gran edificio de posesión colectiva, en un terreno adecuado donde puedan vivir diferentes generaciones. Cada uno elige libremente sus parentescos, que no tienen por qué ser biológicos, de forma que cada uno, cada familia, cada grupo de afinidad y cada grupito tenga su vivienda “privada“ donde pueda retirarse. Pero al mismo tiempo allí puede disponer de muchos espacios comunes, como comedor, cocina, biblioteca, sala de actos, espacio para menores y para ancianos – incluso con un proyecto de asistencia sanitaria, de cura y de cuidados. Este Proyecto no sólo se dirige a sus participantes, sino también a la gente del barrio, ofreciéndoles sus diferentes servicios. Queremos comprobar así que las estructuras solidarias y libertarias sirven también para una vida digna en la tercera edad – y de forma más eficaz que las estatales. Surge otra vez la misma filosofía del Proyecto A y sin darle mucha etiqueta. Si de esta manera el apoyo mutuo, la solidaridad y la vida en libre acuerdo – que son temas anarquistas de todos los tiempos – llegan a la gente no por la teoría sino por la práctica, eso probablemente hará más impacto que leer tres libros de Kropotkin.
En Alemania ya existen más de treinta y cinco proyectos parecidos con unos 700 participantes, no todos con la integración de ancianos, organizados en el “Mietshäusersyndikat“, de cuya larga experiencia podemos participar. Nosotros lo integramos en nuestra estrategia, implantándolo en lo que queda del Proyecto A. En esta coyuntura encaja muy bien el hecho que mientras tanto surgió una nueva generación de anarcos, libertarios jóvenes que no son de la generación del Proyecto A pero que desde luego lo conocen porque está allí. Esperamos que éstos ahora vayan haciendo un poco de “cosquillas políticas“ a los “veteranos“ del Proyecto. Ya nos han dado cierto empuje y la cosa empieza a cuajar. Se está creando una nueva relación entre los jóvenes y los viejos y los más viejos. Parece que aquellos militantes dentro del Proyecto A que se han retirado un poco en sí mismos les encanta que haya gente joven que sigue sus ideas y pienso que así tal vez podamos resolver el problema de la “segunda generación” que tanto nos faltaba.
A : esperemos que esa parte salga a tiempo para que puedas disfrutar. Nos llamó en su momento aquí mucho la atención de esas formulaciones del Proyecto A, justamente la parte en que decía que no podía ser que alguien fuera muy anarquista en su vida sindical o en su vida política y después resultara que en su vida personal no tenia ningún nivel de coherencia con ello o que, bueno, quizás lo pretendía pero no lo conseguía. Que había que tratar por lo tanto de que esas tres partes de vida de cada uno, la parte de vida personal, la parte de vida social y la vida política tuvieran una lógica entre ellas, y que cuando se planteaba por lo tanto la actividad colectiva de la gente se planteara que todo ello encajara en la mejor medida posible. Cosa que o estabas en el sindicato o estabas en el grupo autónomo, o no estabas en nada y personalmente eras más anarco que nadie – pero no juntábamos nunca las tres facetas… Me gustaría que comentaras cómo juntabais esas tres facetas.
H : La idea era y sigue siendo que queremos llegar tal punto en que tú, en el contexto de un proyecto así, estás realizando una tarea cualquiera y ya no puedes decir : “Bueno lo que estoy haciendo en este momento, no sé si es trabajo productivo o si es ocio o si es agitación política“. Porque las cosas encajan conjuntamente. Si por ejemplo simplemente trabajas como trabajador en una empresa autogestionada y sin jefes y si esta empresa diariamente demuestra al público que es posible vivir y trabajar así, yo creo que has hecho mucho más por la anarquía que repartir cien octavillas. Porque es un ejemplo palpable y comprensible que no necesita explicación. Y por lo tanto haces una tarea laboral y política al mismo tiempo. Valga el ejemplo de mi propio padre que nunca fue anarquista sino socialdemócrata frustrado. Él aprendió el oficio de astillero, un hombre pues, que trabajaba con sus manos. Yo le podía hablar todo lo que quería de la anarquía e incluso darle lectura en abundancia – sin jamás convencerle de que eso podría funcionar. Recién cuando tuvo la ocasión de ver en una carpintería nuestra que la gente sabía trabajar con sus manos pero sin jefes y que las puertas del armario se abrían y cerraban sin problemas admitió que “eso de la anarquía, ¿quién sabe ?, tal vez funciona de verdad“. De la misma forma convences a la gente : si pueden ver que la vida en una comunidad te brinde muchas ventajas, hasta cierto “lujo“, que una familia obrera sola no se puede prestar. Si en tal circunstancia por ejemplo te encuentras con los niños y otros compañeros en el jardín de tu comunidad, acompañado por un buen libro y una copa de vino – cierto que es ocio. Pero a la vez es agitación política. Te darás cuenta al verles cierta envidia a esta forma de vida en las caras de los vecinos… No fue casualidad que el Proyecto A supo atraer a mucha gente “apolítica“.
He dicho en cierta ocasión, que el proyecto A en su estructura – y también en el discurso libertario que produjo – tiene mucha similitud con la idea anarcosindicalista. A partir de 1907, cuando se empezó a discutir la idea de formar sindicatos anarquistas, también fue tachado de “reformista” por los puristas de aquel tiempo. Una vez metiéndote en sindicatos, argumentaban, ya has cometido un pecado : el movimiento se hará parte del sistema y nunca llegará a ser revolucionario. En cambio, el anarcosindicalismo fue la única forma histórica del anarquismo que llegó a la revolución, ¿Por qué ? Por el simple hecho de que el anarcosindicalismo logró sacar el anarquismo del gueto de meros pensadores y filósofos a la vida cotidiana y palpable. Cualquiera aunque era analfabeto podía ver y sentir en la vida real lo qué significaba “anarquismo“. Y alguien que se afiliaba o bien a un sindicato como trabajador o bien a una iniciativa social de su barrio, a un ateneo o un economato o una escuela libre no tenía que ser necesariamente anarquista para participar en estas estructuras libertarias. El sindicato en sí era apolítico, un instrumento de lucha de los trabajadores en sus propios manos. Para mí, la fuerza de este movimiento surgió de ahí ¬- porque ya no era secta, porque logó a ser popular.
La idea del Proyecto A tira por ese camino – y si me permites esa comparación histórica con el anarcosindicalismo, pienso que más o menos hemos ya pasado esa fase polémica que el anarcosindicalismo vivió en 1907. Ya nos aceptan como una idea que ha pasado su primera crisis y que sigue de pié. Para mí ya es algo haber logrado que seis o siete empresas han sobrevivido, han crecido, han creado puestos de trabajo y siguen siendo libertarias. Claro que es un proceso largo y aún estamos lejos de la fase cuajante. Hemos creado nada más que una base. Pero hoy día se puede discutir la idea del Proyecto A entre los libertarios alemanes y la mayoría saben de qué se trata. El libro está difundido por internet en todas partes, hay generaciones adeptas que casi lo saben de memoria. Para mí fue un gran placer ver ayer aquí, en el barrio de Sants, una segunda generación inspirada por el Proyecto A, hijos de aquellos que nos visitaron en Alemania hace quince años. Están montando algo parecido y entre ellos circulan fotocopias de fotocopias de textos sobre el Proyecto A en castellano. Tengo la impresión de que el proyecto es como un virus que marcha por sí sólo. No hace falta que yo meta la mano para que siga. Yo me ocupo de mi vida en mí contexto social y allí hago lo que puedo.
A : Y para acabar, la pregunta fácil que siempre es la más difícil, ¿quién es Horst ?
H : Un soñador realista. Me gusta la vida y creo que soy hedonista por convicción, ya que pienso, que el champán debería estar para todos… Soy papá, tengo compañera y tres hijos. De profesión me considero escritor, libertario por supuesto, pero como de escritor no se puede vivir y de libertario menos, el pan me lo gano trabajando en publicidad. Es un poco como la prostitución, ya que a veces te vendes al mundo del consumo, pero intento ensuciarme las manos lo menos posible. Soy trotamundos y he hecho los cinco continentes con la mochila al hombro. Milito en el movimiento anarquista desde los años sesenta y participé en muchas organizaciones hasta llegar a la conclusión de que con tanto congreso, con tanta organización y tantas siglas y sellos sería difícil cambiar el mundo. No me retiré del todo de las organizaciones, pero prefiero dedicar mayor fuerza a aquellos pequeños ensayos prácticos que impactan directamente en la vida cotidiana de la gente. Mi obra más querida, sin embargo, es el “Anarchiv“, que es una biblioteca con centro de documentación anarquista en Alemania que llevo desde hace treinta y cinco años. Creo que cuando me toque la hora me gustaría morirme en el diván del Anarchiv leyendo algún buen libro anarquista.
Fuente: Ángel Bosqued