Homenaje a las mujeres que en 1936 perdieron la paz
MADRID.- Mujeres del 36. Anónimas y famosas. De distintas ideas y opiniones políticas, pero todas mujeres de paz. Ahora han encontrado quienes reivindiquen su lugar en la Guerra Civil tras décadas de silencio y una vida empobrecida y hasta arruinada por la fuerza de las armas. En los últimos meses, son varios los títulos aparecidos que tratan de arrojar luz al papel desempeñado por la mujer durante el conflicto armado surgido en 1936, un tema que la escritora desaparecida Dulce Chacón puso al descubierto con una novela sobre las presas de la cárcel de Ventas. Todavía hoy, casi tres años después de su aparición, aquella novela, La voz dormida (Alfaguara), sigue vendiéndose y ha alcanzado ya la 24ª edición.
Homenaje a las mujeres que en 1936 perdieron la paz


MADRID.- Mujeres del 36. Anónimas y famosas. De distintas ideas y opiniones políticas, pero todas mujeres de paz. Ahora han encontrado quienes reivindiquen su lugar en la Guerra Civil tras décadas de silencio y una vida empobrecida y hasta arruinada por la fuerza de las armas. En los últimos meses, son varios los títulos aparecidos que tratan de arrojar luz al papel desempeñado por la mujer durante el conflicto armado surgido en 1936, un tema que la escritora desaparecida Dulce Chacón puso al descubierto con una novela sobre las presas de la cárcel de Ventas. Todavía hoy, casi tres años después de su aparición, aquella novela, La voz dormida (Alfaguara), sigue vendiéndose y ha alcanzado ya la 24ª edición.

Ahora, las escritoras Juana Salabert (París, 1962) y Llum Quiñonero (Alicante, 1954) han querido rendir un homenaje a ese colectivo de mujeres que despertaban a la vida cuando les sorprendió la Guerra Civil, con los libros Hijas de la ira (Plaza y Janés) y Nosotras que perdimos la paz (Foca Ediciones), respectivamente.Sus textos coinciden en las librerías con el libro de Carlota O’Neill Una mujer en la guerra (RBA), narrado en primera persona, al que seguirán en breve La brigadista, de Elizabeta Parshina ; Presas políticas, de Ricard Vinyes, y Mujeres en las cárceles franquistas, obra de Tomasa Cuevas.

Nosotras que perdimos la paz surge, según Quiñonero, de la necesidad de dar la voz a ese caudal de mujeres que, pese a la adversidad, derrocharon valentía y fuerza en defensa de la libertad. « Quería entender mi propia historia, porque ellas eran las jóvenes de entonces », comienza Llum Quiñonero. « Yo crecí en Alicante y jugaba en un campo de almendros que después supe que había albergado a un numeroso grupo de gente que esperaba subir a un barco que nunca llegó, para salir de España, y que en ese espacio había también un refugio para las bombas ».

Riesgo continuo

Nosotras que perdimos la paz, obra que la autora dedica a su madre, rescata el testimonio vital de cuatro personas emblemáticas, todas octogenarias, a las que la guerra les colocó en una situación de riesgo continuo. « La memoria que yo tenía de la guerra sólo tenía que ver con el hambre y el miedo. Cuando llegué a la universidad, detecté que esas mujeres necesitaban un reconocimiento, porque detrás del enfrentamiento político, había un drama humano. Porque había un gran silencio provocado por el terror, un silencio que no daba paso a las emociones y a la vida. Fueron mujeres sometidas en una sociedad enferma donde la libertad estaba encerrada ».

La primera mujer que aparece en Nosotras que perdimos la paz es Trinidad Gallego, nieta de una portera del barrio de Salamanca.« Era matrona cuando empezó la guerra y luchó en un comité como enfermera en el Hospital de San Carlos. Por eso, estuvo repetidamente en la cárcel. Es la historia de la resistencia de una mujer que es casi nadie y que en un momento creyó que podría ser capaz de cambiar el mundo, por lo que tuvo que resistir las situaciones más dificiles », relata Llum Quiñonero, quien considera que el suyo « no es un libro triste, sino en defensa de la valentía de estas mujeres arrinconadas contra la pared que salieron adelante ».Trinidad Gallego ahora tiene 92 años y sigue siendo la presidenta de la asociación Mujeres del 36, cuyos miembros han recorrido las escuelas de Cataluña narrando su experiencia de la guerra.

La historia de Rosa Cremón nace en Francia. Llegó a España con las Brigadas Internacionales procedente de una familia de mineros.« Se enamoró de un soldado español y se casó en Benicasim. En el campo de los almendros de Alicante dio a luz a su única hija mientras esperaba el barco que nunca le sacaría del escenario bélico. Siguió militando en el PCE y esa circunstancia le condujo 14 años a la cárcel. Ahora Rosa tiene 90 años y está perdiendo la memoria. Su hija está a su cuidado ».

La peripecia vital de Concha Péres es la de una militante miembro de la FAI, obrera de artes gráficas, que estuvo en el frente y organizó en Barcelona una empresa colectivizada. « En enero del 39 salió de España y cuando regresó a Barcelona tuvo que dejar a su hijo, por falta de medios, en la maternidad. Luego lo recuperó. Al final, pudo sobrevivir con un puesto en el mercado de San Antonio de Barcelona. Aquello fue su salvación y su espacio de libertad, porque, hasta hace dos años estuvo allí trabajando y allí recibía a los militantes anarquistas, muchos de ellos llegados del exilio ».

Conchita Liaño Gil, la cuarta mujer que aparece en Nosotras que perdimos la guerra, fundó la asociación Mujeres Libres. Tuvo una intensa experiencia de la guerra y finalmente salió exiliada primero a Francia y después a Venezuela, en cuya capital vive hoy : « Es una enamorada de la literatura e hizo todo tipo de piruetas para sobrevivir. Entró una vez clandestinamente y la detuvieron.Ella dice que es un personaje de Dostoievski. Ahora casi no ve ni oye, pero sigue todas las causas del mundo contra los poderosos.Su historia es la de la resistencia ».

Llum Quiñonero, que ha querido incluir en su libro un DVD con el documental Mujeres del 36, que ella mismo produjo para TVE, afirma que « los españoles nos merecemos saber que existían. Algunas han desvelado por primera vez episodios de su vida. Lo peor es el silencio. Tuvieron muy mala suerte y es obligado recordarlas ».

Niñas bajo las bombas

Crecieron bajo las bombas, la especulación, el miedo, el terror…Eran niñas cuando llegó con su carga de fuego la Guerra Civil y hoy, casi 70 años después, la escritora Juana Salabert les ha dado voz en su libro ’Hijas de la ira’. Muchas de ellas no habían contado en alta voz su tragedia personal desde el principio hasta el fin. Todas las que aparecen en su libro son imprescindibles, dice, como lo son el resto de mujeres que hubieron de enfrentarse con resistencia y coraje a los malos vientos de la Historia.

En ’Hijas de la ira’, Juana Salabert recupera los nombres de Julia Gutiérrez Caba, Josefina Aldecoa, Ana María Matute, Juana Ginzo, Angeles Losada, Margarita La Villa, Victòria Pujolar Amat, María Jesús Posada, Susana del Castillo y Teresa Azcárate.

« No percibí odio ni amargura en ninguna de ellas, sino dolor y deseos de expresar una memoria », afirma Juana Salabert, quien considera que « las víctimas de las opresiones procuran, por un acto de pudor, minimizar lo que les ha sucedido, pero llega un momento en que tienen que contarlo. Nunca noté revancha, sí emoción contenida, combinada con una frescura juvenil sorprendente ».

Juana Salabert, cuyas novelas suelen tener como trasfondo la Guerra Civil y la posguerra, quiso traspasar esta vez la frontera de la ficción para dejar en primer plano a las protagonistas reales de un drama histórico. « Decidí que este libro no sería una novela y que yo me agazaparía tras estas mujeres, limitándome a ordenar y a poner por escrito su memoria, sus palabras, su discurso de emoción, coraje y resistencia », explica la también autora de ’Páginas amarillas’ y ’El sueño de un verano’.

Dedica el libro a su propia hija, Irina, que siendo muy pequeña tuvo noticia de que una tía abuela estuvo en una cárcel franquista.« ¿Por qué ? », preguntó la niña.


Fuente: PILAR ORTEGA BARGUEÑO / EL PAIS