El proyecto de Educación Zapatista en la comunidad de San Marcos de Avilés, Chiapas, ha provocado el enfado del Gobierno mexicano. Esta comunidad indígena se ha negado a asumir el sistema educativo oficial desde la desobediencia civil pacífica.

San Marcos Avilés es un ejido [tierra comunal] tzeltal perteneciente al Caracol [organización autónoma de las comunidades zapatistas] de Oventic en los Altos de Chiapas.

San Marcos Avilés es un ejido [tierra comunal] tzeltal perteneciente al Caracol [organización autónoma de las comunidades zapatistas] de Oventic en los Altos de Chiapas. Hace tres años todas las familias zapatistas de la comunidad tomaron la decisión de sacar a sus hijos del sistema educativo oficial.

Con esta medida, y con la posterior puesta en marcha del sistema educativo autónomo rebelde zapatista, las comunidades se opusieron a una educación que se niega a reconocer su propia cultura e iden­tidad indígenas.

“Sacamos a los niños de la escuela, desde la convicción de que no existe resistencia posible si nuestros hijos e hijas están siendo educados en un sistema que los ignora como sujetos de pleno derecho y que los forma atendiendo a criterios mercantiles. Desde esta convicción, decidimos crear nuestro propio sistema educativo autó­nomo”, argumenta Pedro, nombre ficticio del responsable de los observadores de las Brigadas internacionales en San Marcos Avilés, que oculta su identidad por seguridad.

“Ahora, las clases se dan en tzeltal, la lengua de la comunidad. El problema con las escuelas del Gobierno es que a veces los profesores que mandan no hablan nuestra lengua, los niños no entienden nada y terminan dejando los estudios, por eso hay mucho abandono escolar”, explica Moisés, promotor de Educación de la Comunidad y que como el resto de las personas que ha entrevistado DIAGONAL no desea dar su identidad real por temor a posibles represalias.

Lorenzo, promotor de salud, cuenta cómo se construyó, en 2010, la nueva escuela: “Nos juntamos todos los ‘compas’ de la comunidad y en unos días cargamos las maderas y montamos la escuelita. El 16 de agosto empezaron las clases y a los pocos días las autoridades encarcelaron a dos compas para hacerles firmar un documento, con su consentimiento para cerrar la escuela, pero ellos resistieron y no firmaron”. Tras negarse a desistir de su proyecto, las familias zapatistas fueron desalojadas. “Era época de lluvias y tuvimos que refugiarnos en las montañas. Dormíamos bajo unas lonas tirados en el lodo, no teníamos para comer, ni tortillas ni pozol [bebida de maíz]. Permanecimos allí durante 33 días y una de las mujeres tuvo que dar a luz en la montaña. Hasta que vinieron compas de otras comunidades, unas 600 personas, y nos acompañaron para que pudiéramos volver a nuestras casas. Cuando regresamos estaba todo arrasado, nos habían robado el café y lo poco que teníamos. Tuvimos que empezar de cero”, relata Gloria, que vivió el desalojo con sus cuatro hijas, la mayor de seis años y la pequeña recién nacida. Las familias volvieron a unos hogares en los que no quedaba nada. A pesar de que los autores estaban perfectamente identificados, ni el desalojo, que se produjo a punta de machete, ni los robos tuvieron consecuencias para ninguno de ellos.

Siguen las amenazas

Actualmente, a tres años del desalojo, los indígenas zapatistas de la comunidad de San Marcos Avilés siguen con su proyecto de escuela autónoma, pero las amenazas no han cesado y los autores de las agresiones siguen actuando con total impunidad. La comunidad cuenta con el apoyo del Centro de Derechos Humanos Fray Barto­lomé de las Casas, en San Cristóbal de Las Casas, que envía a observadores a la zona que informan de cualquier tipo de abuso.

Lucía Pacheco, brigadista española en la comunidad zapatista de San Marcos Avilés, relata: “De unos meses a esta parte, la comunidad ha sufrido todo tipo de ataques: contaminación del agua potable, quema de plantaciones, robos de plantas de café, expropiación de tierras, etc. Pero, sobre todo, es la presión psicológica, las amenazas permanentes de desalojo que sufren sus habitantes y que también se dirigen contra los observadores que allí acuden. Hace poco, apedrearon el campamento donde nos alojábamos, sin que las autoridades tomaran medidas al respecto”, señala Pacheco.

Las reivindicaciones de esta comunidad van más allá de la educación básica: “En julio realizamos un taller orientado sobre todo a las mujeres en el que se hablaba de economía: qué implica recibir ayudas del Fondo Monetario Interna­cional o el Banco Mundial, entre otros”, dice Pedro, un agricultor de la comunidad de San Marcos. Los campesinos están recibiendo ayudas del Gobierno que vienen de estos organismos internacionales. “Ellos piensan que son gratis –continúa Pedro– pero luego te dicen qué tienes que plantar, cómo lo tienes que vender y cuando ya no les interesa, te dejan tirado y con un montón de deudas”.

Las personas de la comunidad de San Marcos Avilés han participado en la primera convocatoria, celebrada en agosto, de la Escuelita Zapatista, organizada por la Universidad de la Tierra, en San Cristóbal de las Casas, en la que los participantes convivieron con familias de distintas comunidades zapatistas. La convocatoria se llevó a cabo bajo el título de “Libertad según los zapatistas”, abierta a cualquier persona interesada. El éxito de la Escuelita Zapatista superó las expectativas y se inscribieron más de 1.700 personas, aunque estaba previsto que lo hicieran unas 500.

A pesar de la solidaridad internacional con el zapatismo, el Gobierno mexicano tiene prohibida la libre entrada a México de extranjeros por motivos políticos, entre otros, a los observadores de derechos humanos. En la actualidad, todas las personas que permanecen en Chiapas como observadores en las comunidades zapatistas lo hacen bajo el riesgo de ser deportadas.

Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/20611-historia-proyecto-educacion-rebelde.html


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