Vitoria-Gasteiz, Álava. Son las 17’00 horas del 3 de marzo de 1976 en el barrio obrero de Zaramaga. Los trabajadores de la ciudad, más de 4.000 en lucha contra el decreto de topes salariales y por unas condiciones de trabajo dignas, celebran una asamblea en la iglesia de San Francisco de Asís. En realidad llevan desde enero organizando protestas, pero ese día logran pararlo todo tras un seguimiento masivo de la huelga convocada. En pocos minutos agentes de la Policía Armada atacarán el lugar en el que están reunidos todos. Y esta es la reproducción por escrito de la conversación entre mandos policiales a través de la radio de los patrulleros en los que se encuentran, justo antes de producirse la brutal agresión…

 

«V-1 a Charlie. Cerca de la iglesia de San Francisco es donde más grupos se ven. Bien, enterados».

«Charlie a J-1. Al parecer en la iglesia de San Francisco es donde más gente hay. ¿Qué hacemos? Si hay gente ¡a por ellos! ¡Vamos a por ellos!»

«J-1 a Charlie. Charlie, a ver si necesitas ahí a J-2. Envíalo para aquí para que cubra la espalda de la iglesia.»

«J-3 a J-1 Estamos en la iglesia. ¿Entramos o qué hacemos? Cambio».

«…Entonces lo que te interesa es que los cojan por detrás. Exacto».

«V-1 a Charlie. Cerca de la iglesia de San Francisco es donde más grupos se ven. Bien, enterados».

«Charlie a J-1. Al parecer en la iglesia de San Francisco es donde más gente hay. ¿Qué hacemos? Si hay gente ¡a por ellos! ¡Vamos a por ellos!»

«J-1 a Charlie. Charlie, a ver si necesitas ahí a J-2. Envíalo para aquí para que cubra la espalda de la iglesia.»

«J-3 a J-1 Estamos en la iglesia. ¿Entramos o qué hacemos? Cambio».

«…Entonces lo que te interesa es que los cojan por detrás. Exacto».

«J-1 a J-2 Haga lo que le había dicho (acudir en ayuda de Charlie a Zaramaga). Si me marcho de aquí, se me van a escapar de la iglesia. Charlie a J-1. Oye, no interesa que se vayan de ahí, porque se nos escapan de la iglesia.

…Mándennos refuerzos, si no, no hacemos nada; si no, nos marchamos de aquí; si no, vamos a tener que emplear las armas de fuego. Vamos a ver, ya envío para allí un Charlie. Entonces el Charlie que está, J-2 y J-3, desalojen la iglesia como sea. Cambio. No podemos desalojar, porque entonces, entonces ¡Está repleta de tíos! Repleta de tíos. Entonces por las afueras tenemos Rodeados de personal ¡Vamos a tener que emplear las armas! Cambio. Gasead la iglesia. Cambio. Interesa que vengan los Charlies, porque estamos rodeados de gente y al salir de la iglesia aquí va a ser un pataleo. Vamos a utilizar las armas seguro, además ¿eh? Charlie a J-1. ¿Ha llegado ya la orden de desalojo a la iglesia? Sí, sí la tiene J-3 y ya han procedido a desalojar porque tú no estabas allí. Muy bien, enterado. Y lástima que no estaba yo allí».

«Intento comunicar, pero nadie contesta. Deben estar en la iglesia peleándose como leones. ¡J-3 para J-1! ¡J-3 para J-1! Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de dos mil tiros. ¿Cómo está por ahí el asunto? Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia de San Francisco. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo. ¡Muchas gracias, eh! ¡Buen servicio! Dile a Salinas, que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre. Cambio. De acuerdo, de acuerdo. Pero de verdad una masacre».

La Policía Armada, una institución que había sido creada justo después de la finalización de la Guerra Civil por el régimen fascista de Francisco Franco, rodeó el edificio donde se encontraban concentrados los miles de trabajadores en asamblea. A pesar de las peticiones del párroco, la Policía Armada decidió atacar la iglesia con botes de gases lacrimógenos que en pocos minutos sembraron el caos y el desconcierto entre los trabajadores, provocando momentos de pánico. Los “grises”, como así se les conocía a los miembros de este cuerpo armado, predecesor del Cuerpo Nacional de Policía o Policía Nacional, decidieron “esperar” la salida de los primeros trabajadores. Estos fueron apaleados sin piedad, pero también recibieron disparos de pelotas de goma y fuego real.

Aquella masacre, como bien reconocen los propios mandos policiales responsables del operativo en las conversaciones que mantienen a través de la radio de los patrulleros, se saldó con 150 personas gravemente heridas y 5 trabajadores asesinados: Pedro Martínez Ocio (27 años), Francisco Aznar Clemente (17 años), Romualdo Barroso Chaparro (19 años), José Castillo García (32 años) y Bienvenido Pereda Moral (30 años). No fueron los únicos fallecidos. Días después, como respuesta a esta actuación criminal de la Policía Armada del Gobierno español, tuvieron lugar protestas en otras ciudades que fueron igualmente reprimidas con tanta o más dureza. Murieron otros dos trabajadores en las mismas: Juan Gabriel Rodrigo Knafo (Tarragona) y Vicente Antón Ferrero (Basauri).

Los responsables políticos de la mayor masacre contra la clase obrera durante la “modélica transición” tienen nombres y apellidos. Principalmente el Ministro de Gobernación en aquel momento, Manuel Fraga Iribarne, y, Rodolfo Martín Villa, Ministro de Relaciones Sindicales del Estado español en 1976.

Martín Villa, con vida en la actualidad, también está “perseguido” por otros crímenes de lesa humanidad cometidos durante esta etapa de nuestra historia más reciente, como el asesinato de García Caparrós en Málaga en 1977 o los sucesos de Sanfermines en 1978. Entrecomillamos la palabra “perseguido” porque solo se le señala desde el pueblo, desde el movimiento civil que pide justicia para las víctimas del tardofranquismo en nuestro país. Todavía, más de cuatro décadas después de todos estos hechos, el Estado de Derecho en el que vivimos se anda pensando si procesar o no a este criminal. Seguramente morirá en una cama, tranquilamente, escapando de sus actos. Y de esto también habrá responsables políticos, sean del color que sean.

Manuel Fraga, ministro franquista, ha tenido el “honor” de pasar a la historia denominándose “padre de la Constitución española”, después de llevarse años sirviendo a un régimen represor y limitador de derechos y libertades. Esa Constitución de 1978, que Fraga “parió”, supuso para muchísimas personas una traición que a día de hoy es una gran falacia que solo sirve para apuntalar los privilegios de quienes llevan toda la vida ocupando las instituciones “democráticas” (llámense socialistas, socialdemócratas, conservadores, ciudadanos o “patriotas madrugadores”).

Lejos de admitir el crimen de Vitoria, Fraga tuvo la indecencia de manifestar abiertamente que aquellos hechos debían servir de ejemplo a todo el país. Es decir, que se tuvieran en cuenta aquellas consecuencias por quienes pudieran estar considerando que tras la muerte del dictador las cosas iban a cambiar rápidamente. Nada más alejado de las verdaderas intenciones de quien siempre se sintió orgulloso de su pasado.

Muchxs somos hijxs del Estado de Bienestar, esa ilusión creada por los traidores de la clase trabajadora a partir de 1982 y con la que se intentó empequeñecer el recuerdo de nuestra gente, la que de verdad se jugaba el tipo en las calles, entre pistoleros a sueldo de un régimen que no ha muerto aún.

Intentaron convencernos de que todo había pasado ya, que eran y son otros momentos históricos y que la sociedad se construye día a día, con sacrificios y renuncias.

Van listxs quienes piensen que renunciaremos a la historia y al ejemplo de nuestra gente.

Macarena Amores García


Fuente: Macarena Amores García