Artículo de opinión de Rafael Cid
<<Dormíamos, despertamos>>
(Inscripción conmemorativa del 15M en la Puerta del Sol)
<<Dormíamos, despertamos>>
(Inscripción conmemorativa del 15M en la Puerta del Sol)
Hace ahora seis años, un grupo personas involucradas en distinto grado en el 15M publicamos un libro sobre Podemos. El nuevo partido que se reclamaba heredero del movimiento de los indignados, era en el fenómeno político indiscutible del momento. No solo había logrado entrar en el Parlamento Europeo (PE) el año anterior, apenas tres meses después de su fundación, sacando 5 escaños y 1.253,837 votos. Además todas las encuestas le situaban en cabeza en cuanto a intención directa de cara a las urnas. En ese contexto escribir <<once ensayos críticos sobre Podemos>> bajo el irreverente título de <<Hasta luego, Pablo>>, parecía obra de unos resentidos sociales ajenos al clamor de las multitudes. Gentes revenidas que no soportaban el éxito de un elenco de activistas liderado por un joven profesor universitario, profeta de una nueva normalidad política, que afirmaba bizarro estar dispuesto a acabar con el duopolio dinástico hegemónico.
Ni que decir tiene que semejante e inoportuna empresa intelectual tuvo corto recorrido. Un libro que recelaba de una fuerza emergente que en aquellos momentos gozaba de la aprobación mayoritaria entre la opinión pública y publicada era un completo dislate. El partido acaudillado por Pablo Iglesias se presentaba como la amalgama virtuosa de una izquierda de flamante planta al servicio de los movimientos sociales y la ciudadanía víctima de los abusos de los protagonistas del Régimen del 78. El grito <<PSOE, PP, la misma mierda es>>, habitual en las manifestaciones del 15M, inspiraba en el recién nacido Podemos al deus ex machina capaz de instigar un proceso deconstituyente. Aquel <<asaltar los cielos>> que proclamaba su mediático secretario general, se valoraba desde una perspectiva socializadora, libertaria, solidaria, ecologista, antipatriarcal, inclusiva, descentralizadora, feminista, ajenas a fulanismos y rotundamente antimilitarista. De ahí que la discrepancia que aquellos textos evidenciaban se sintiera como ofensa intolerable.
Sin embargo, no era esa ni la intención de los opinantes ni el contenido de los artículos que se arracimaban en el frontispicio <<Hasta luego, Pablo>>. Por el contrario, lo allí expresado iba a modo de distanciamiento y advertencia de lo que se interpretaba como una desmovilización del compromiso quincemayista. A cambio de la vía muerta que anida en la profesionalización política, conjugando en esa larga marcha institucional todos los atributos de la vertical del poder y el culto a la popularidad que conlleva su metamorfosis. No era tanto una denuncia formal de Podemos como espurio <<hijo del 15M>>, pero si la sentida advertencia de que lo se presentaba como subversiva epifanía del movimiento entrañaba en realidad su demolición controlada por implosión. <<Hasta luego, Pablo>> corrió el destino suicida de todo lo que se anticipa a su tiempo. Incluso yo siempre he tenido la sospecha de que la propia editorial, temiendo parecer hostil a las por entonces bendecidas siglas de la agrupación morada, desmotivó la distribución del libro.
Visto desde la actualidad, con Iglesias autoexcluido de la nomenklatura de Unidas Podemos (la nueva sigla adoptada tras fusionarse con Izquierda Unida y cambiar de género), y superado UP en el Congreso y en la Asamblea madrileña por la ultraderecha de Vox, aquellos desencuentros adquieren la dimensión estratégica que entonces se refutó. Porque cuanto está en el gobierno <<uno de los nuestros>>, que además se pregona de izquierda y progresista, suele primar del principio de presunción de inocencia. Una identidad ideológica con claros “rasgos peronistas”, según reconocía el propio Iglesias días antes de las elecciones generales del 26-J (El País, 13 de Junio 2016). El vicio nacional es seguir al abanderado. Ese halo de superioridad moral que cataloga la crítica responsable como agresión y nos hace ciegos en el país de los sordos.
En lo que a mi contribución al libro respecta (capítulo <<Podemos # Trending Topic>>), debo confesar que en un principio me resultó embarazoso ese ejercicio de descreimiento. Iglesias había tenido la deferencia de invitarme a un acto público en favor de la huelga general del 29 de septiembre de 2010 contra la reforma laboral del gobierno de Rodríguez Zapatero, junto a Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez, ex secretarios de UGT y CCOO, respectivamente. No resultaba cómodo <<hacerle ese feo>> al factótum de aquel encuentro celebrado en la Facultad de Ciencias Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). También es cierto que cuando Iglesias llegó al gobierno con el PSOE de Pedro Sánchez Iglesias no tuvo empacho en normalizar tamaña fechoría, enfocando toda la artillería de UP a combatir solo y exclusivamente la reforma laboral del PP de Mariano Rajoy de 2012 (que nunca concitaron una huelga general semejante).
Al cumplirse el décimo aniversario de la irrupción del 15M en calles y plazas de la capital, con sus consiguientes réplicas en el resto del país, serán innumerables los artículos y reseñas que se hagan del acontecimiento. De momento, ya hemos visto algunas doctas opiniones en influyentes medios de comunicación que en su momento se caracterizaron por una actitud displicente ante la toma de conciencia beligerante que se estaba produciendo en el seno de la sociedad civil. Los mismos que antaño trataban de anular el movimiento, fabricando un líder carismático que lo encabezara para mejor embalsamarlo, hoy ostentan la primicia de festejar la conmemoración. Igual que los autodenominados sindicatos representativos, aquel tándem acoplado del bipartidismo político que en las calles eran mentados al grito <<dónde están, no se ven, Comisiones y Ugeté>>. Allá ellos y sus palafreneros actuales.
Sirva para finalizar esta nota de urgencia, referirme a algo que, mantenido en la ignorancia en casi todas la tribunas, considero el elemento central, el espíritu, del 15M. Hablo de lo que hoy denominaríamos su <<transversalidad>>. Pero a lo que yo designaré mediante otro concepto que refleja mucho mejor lo que fue ese orgulloso y jovial intento de desmontar la ficción de algo que <<llaman democracia y no lo es>>. Hablo del <<sinecismo>>, ese proceso de centrifugación destituyente de fratias, grupos y clases de diferente rango y categoría utilizado en la Grecia de Clístenes y Pericles para facilitar su emulsión constituyente en un único crisol humano. El <demos>> nivelador, libertario e igualitario, que gobierna la auténtica democracia sin falsas representaciones, mediaciones ventrílocuas o franquicias de todo a cien.
A día de hoy sería una osadía augurar hasta qué punto llegará esa deriva cuyo último episodio hasta la fecha ha sido la espantada del alma mater de Unidas Podemos, un Pablo Iglesias en fuga al que, como a Alejandro Magno, sus diádocos se han apresurado a colocar en el santoral del devocionario (<<Pablo es capaz de cambiar la historia de este país>>, Yolanda Díaz dixit, la ministra de Trabajo que lideró la derrota definitiva de las mareas ciudadanas en los pasados comicios gallegos). Lo que parece claro es que cuando se produzca el acto final, el descrédito y la desconfianza salpicarán por igual no solo a los nominados en el organigrama de Unidos Podemos sino a gran parte de las izquierdas que se postraron ante los cantos de sirena del poder de la <<nueva normalidad>>.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid