Haití acaba de celebrar 200 años de su independencia formal. En ese territorio insular proclamaron en 1804 su primer gobierno propio los esclavos negros. Hoy, es el país más empobrecido del hemisferio occidental. Hay quienes prefieren deslindar responsabilidades atribuyendo ese atraso a la presunta incapacidad de sus habitantes para construír una nación viable. Otros, como el escritor Ian Thomson creen que “los países de occidente trataron a Haití como a un paria porque había tenido la temeridad de liberarse y nunca le iban a perdonar eso”.

Haití acaba de celebrar 200 años de su independencia formal. En ese territorio insular proclamaron en 1804 su primer gobierno propio los esclavos negros. Hoy, es el país más empobrecido del hemisferio occidental. Hay quienes prefieren deslindar responsabilidades atribuyendo ese atraso a la presunta incapacidad de sus habitantes para construír una nación viable. Otros, como el escritor Ian Thomson creen que “los países de occidente trataron a Haití como a un paria porque había tenido la temeridad de liberarse y nunca le iban a perdonar eso”.

La verdad parece asemejarse a la de otros tantos países dependientes : siempre hay responsables internos que abren las puertas a quienes vienen a sacar el mejor provecho. A partir de allí, el saqueo y la corrupción están servidos. Unos pocos se reparten los beneficios, y una mayoría queda postergada y marginada.

En las últimas semanas, el deterioro social y económico derivó en protestas sociales que han sido duramente reprimidas y que provocaron más de medio centenar de muertos y decenas de heridos. Finalmente, opositores al presidente Aristide se sublevaron y lograron hacerse con el control de varias poblaciones del norte del país, entre ellas Gonaives, la cuarta ciudad en importancia. Hace unas horas, fuerzas policiales fracasaron en el intento de retomarla con un saldo de nuevas víctimas.

Se abre entonces un incierto panorama de confrontación entre quienes defienden la continuidad de Aristide y quienes reclaman su dimisión y la formación de un gobierno de transición que convoque a elecciones libres. En el medio, un pueblo hambriento, marginado y sin los mínimos recursos.

Antecedentes

Los aborígenes que sobrevivieron a la conquista española y los esclavos negros llevados desde las costas africanas por las potencias coloniales constituyeron la población de Haití, que comparte el espacio insular caribeño con la República Dominicana.

Francia ocupó ese territorio por mas de un siglo y sacó provecho de la explotación de sus habitantes y de sus recursos. ( En en siglo XVIII nada menos que el 75 % de la producción mundial de azúcar). Se marchó cuando la rebelión de los esclavos negros proclamó la república y años más tarde tuvo el descaro de exigir el pago de una elevada suma a modo de indemnización por haber perdido esa próspera colonia.

El relevo como potencia influyente o decisiva lo recogió Estados Unidos, que desde 1849 envió con frecuencia barcos de guerra, o los mantuvo como presión, en las costas haitianas. En 1915 el Parlamento haitiano se negó a aprobar una Constitución dictada por Estados Unidos, lo que motivó que el gobierno del norte decidiera ocupar militarmente Haití con sus infantes de marina. Y allí se quedaron por casi 20 años. Durante ese período fueron denunciadas varias masacres producidas por la represión a campesinos en las que fueron asesinados entre tres y quince mil personas.

A partir de los años 50, respaldaron la terrible dictadura de Francoise Duvalier que institucionalizó el terror y el atraso como signos destacados de sus treinta años en el poder. Le sucedió su hijo Jean Claude quien prolongó varios años la agonía del régimen hasta que marchó al exilio que, alegando “ razones humanitarias”, le brindó Francia, la ex potencia colonial. En su huída, el “petit” Duvalier se llevó gran parte de lo que quedaba en las arcas estatales.

Después vino la esperanza de un joven sacerdote negro, reconocido como “el cura de los pobres”. Jean Bertrand Aristide ganó ampliamente las elecciones en 1990, pero a los 8 meses fue derrocado por un golpe militar. El ejército haitiano siempre fue una herramienta de dominio de las pocas familias que controlan el escaso movimiento económico que existe.

Tras un exilio en Estados Unidos, regresó al país en 1994 gracias a una nueva operación de los “marines” norteamericanos. En los años posteriores gobernó a través de su movimiento “Lavalas”, y desde el 2000 ejerciendo directamente la presidencia del país al ganar ampliamente las elecciones en las que no tuvo rivales. Pero en el camino quedaron sus compromisos de cambio y transformación.

Le acusan de haberse enriquecido con negociados y concesiones, como las otorgadas a empresas telefónicas norteamericanas. Muchos de quienes le acompañaron durante su prédica como miembro de la teología de la liberación se han pasado a la oposición. Aristide dejó los hábitos hace diez años, y posiblemente también abandonó muchos de los principios que lo habían convertido en la esperanza de su pueblo.

Hoy

Los años de gobierno de Aristide no solo no han sacado al país de los terribles niveles de pobreza, sino que en algunos aspectos lo han hundido todavía más.

La economía está descalabrada, y los escasos recursos provienen de las remesas de sus emigrantes ( estimadas en más de 700 millones de dólares ) y de la cada vez menor ayuda internacional . La corrupción domina todos los niveles administrativos ; más de la mitad de la población es analfabeta ; otro tanto no tiene acceso al agua potable y la esperanza de vida ha bajado a los 49 años. Haití ocupa uno de los últimos lugares en el Indicador de Desarrollo Humano, ( el 134º ) al lado de los más postergados países africanos. El 4 por ciento de su población, controla el 64 % de su riqueza. La deforestación y la erosión amenazan con convertir en un desierto el territorio haitiano.

La población se estima en siete millones y medio, pero hay casi dos millones que emigraron a Estados Unidos o la República Dominicana en la desesperación de encontrar un futuro mejor. En fuentes de la ayuda internacional consideran que no llegan a doscientas mil las personas que tienen un empleo formal en Haití, el resto sobrevive como puede. Algunos quizás vinculados con el negocio de la droga, ya que los estudios especializados indican que Haití está en la ruta del narcotráfico hacia donde se hace el mayor consumo mundial : Estados Unidos.

La sublevación

Aristide gobierna con el apoyo de los pobladores más empobrecidos y marginados, en especial los de Puerto Príncipe, la capital. Pero desde hace varias semanas, algunos de sus ex partidarios y colaboradores se han sumado a un movimiento opositor conocido como “Grupo de los 184” , porque inicialmente ese fue el número de grupos políticos, sindicatos, asociaciones patronales y entidades de la sociedad civil que lo componen.

Aunque el grupo no tiene líderes reconocidos, uno de los que pretende ejercer ese papel es Gerard Pierre Charles, que dirige la Organización del Pueblo en Lucha, desprendimiento del movimiento Lavalás de Aristide. Este veterano opositor de extracción comunista, acusa al presidente Aristide de haber creado las condiciones para el caos actual y “ de haber ligado el poder político con la mafia de las drogas y el contrabando”. Reconoce que el ex sacerdote llegó a representar las aspiraciones populares tras la caída del dictador Duvalier, “pero acabó revelando su verdadero rostro, el del político haitiano del siglo XIX, bárbaro y corrupto”. Lo cierto es que los grupos paramilitares que apoyan al presidente actúan con la misma barbarie y crueldad que los temidos “tonton macoutes”, la policía política de Duvalier.

Las protestas callejeras contra el gobierno haitiano fueron creciendo gradualmente en las últimas semanas, hasta cristalizar en una huelga general por 48 horas que alcanzó un éxito importante. Durante su transcurso la represión a manifestantes dejó un saldo impreciso de muertos y heridos. La creciente tensión social, desembocó el último fin de semana en una sublevación en Gonaives, cuarta ciudad en importancia, situada 110 kms al norte de Puerto Príncipe. Opositores armados lograron hacerse con el control de la Jefatura de Policía y con la sede del gobierno. El intento de Aristide de retomar la plaza con el envío de 300 policías, fracasó al ser rechazados por los sublevados. Algunas emisoras de radio fueron las que indicaron que hubo entre 8 a 15 muertos, la mayoría policías del gobierno. ( El ejército fue disuelto por Aristide en 1995 ; la fuerza policial que lo reemplaza tiene unos 7.000 hombres)

Winter Etienne, uno de los dirigentes del llamado Frente de Resistencia en Gonaives declaró que esa ciudad ya es “zona independiente” y que se aprestaban a liberar del control del gobierno a otras localidades de la región. Otras fuentes indican que en Saint Marc, en la costa occidental del país, opositores tomaron la jefatura policial y cortaron con barricadas el acceso a la ciudad.

Aristide, mientras tanto, buscó el apoyo popular en un acto celebrado en Puerto Príncipe para festejar un nuevo año de gobierno. Allí acusó a los sublevados de “terroristas”, utilizando el mismo vocablo tan en boga en el ámbito internacional para condenar a rivales, enemigos o disidentes. Sus más leales partidarios le respondieron con gritos de “koupe tèt, boule kay”, “cortar cabezas e incendiar casas” como respuesta a la amenaza de los opositores, lo que haría difícil delimitar donde prevalece realmente la barbarie.

Las grandes potencias miran con desconfianza la evolución de la crisis, pero no han dado muestras de actuar para evitar masacres o para asistir solidariamente a los millones de haitianos, que una vez más, son los que sufren verdaderamente la ineficacia y el egoísmo de sus dirigentes. La embajada norteamericana condenó el ataque de los rebeldes en Gonaives y defiende que Aristide “debe terminar su mandato”. Como si no fuera el mismo país que bombardeó, invadió y ocupó Irak hace un año, afirma que “Estados Unidos rechaza de manera categórica cualquier tipo de violencia empleada como medio para alcanzar fines políticos”.

El secretario general de la ONU, dijo estar preocupado, e instó a los haitianos “a saldar sus diferencias de manera pacífica”. Es difícil creer que Kofi Annan no conozca la absoluta inutilidad de su frase, salvo que pretenda -como tantas veces- guardar su imagen y la del devaluado organismo internacional.

Perspectivas

En un panorama tan complejo e imprevisible como el que presenta la situación haitiana resulta casi imposible definir las perspectivas de esta nueva crisis. Pero en el horizonte no hay componentes que permitan optimismo. Sobre todo si tenemos en cuenta que entre los que hoy encabezan la oposición a Aristide hay muchos que solo aspiran a tomar el relevo en la corrupción y el disfrute personal del poder.

Resulta difícil que el verdadero e imperioso cambio que necesita esta postergada sociedad surja de esta confrontación interna. Quizás por eso, una gran mayoría de los habitantes permanece ajena y sigue en lo suyo : buscar algo para comer, algo que alivie esa agonía cotidiana de sobrevivir sin medios.

por Carlos Iaquinandi Castro ( SERPAL)

Fuentes : Redacción de SERPAL, archivo propio y notas de corresponsales.

Nota de redacción : A quienes estén interesados, sugerimos consultar el excelente y documentado ensayo “The uses of Haití” de Pau Farmer, editado en castellano con el título de “Haití Para Qué” por la editorial Argitaletxe Hiru S.L. de Guipuzkoa con prólogo y epílogo de Noam Chomsky. (1994)


Enviado por SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa
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8 de febrero de 2004