Al aproximarse otro Primero de Mayo, fecha que conmemora la imperecedera
presencia de los trabajadores anarquistas de Chicago en 1886, el
colectivo redactor de El Libertario ha querido dedicar el espacio más
amplio posible en este número a temas y problemas del ámbito laboral.
No es solo el interés por divulgar la fecunda memoria histórica del
anarcosindicalismo lo que nos ha motivado en este sentido. Resulta que
tanto como hace 119 años la opresión, la explotación y la injusticia
siguen siendo la pauta en la existencia de los trabajadores de Venezuela
y del mundo, particularmente cuando las conquistas relativas que el
movimiento obrero organizado había alcanzado con sus luchas han sufrido
en los últimos 20 años un evidente retroceso frente a la ofensiva
neoliberal de patronos y Estados
Salvo escasas excepciones que confirman
la regla, en todo el planeta las estadísticas indican que las condiciones
de los asalariados (ingreso real, estabilidad, seguridad social, etc.)
han mermado, sin que las burocracias que regentan los sindicatos pudiesen
hacer mayor cosa para evitarlo. De hecho, las nuevas circunstancias del
capitalismo actual y el deterioro en la situación de los trabajadores han
redefinido nuestra misma condición como tales, pues un porcentaje
creciente sufrimos condiciones laborales de precariedad, informalidad y/o
flexibilización que nos ubican en escenarios para los cuales los modos de
organización y lucha desarrollados por la clase obrera industrial entre
los siglos XIX y XX resultan inadecuados, más aún cuando la misma
condición “clásica” de obrero fabril se ha tornado en relativamente
privilegiada al compararla con lo que padecen hoy tantos trabajadores.
Todo esto se refleja fielmente en Venezuela, donde 6 años de revolución
bonita – que ahora, por si fuera poco, se unge de “socialista” – no han
hecho sino reforzar un cuadro de deterioro laboral que nos agobiaba desde
los gobiernos de Lusinchi, Pérez II, Velásquez y Caldera II. Seguramente
los defensores del “proceso” bramarán contra esta afirmación recurriendo
a las más recientes cifras oficiales de empleo, pero en esas mismas
cuentas tenemos que revisar no sólo lo concerniente a las variaciones en
la ocupación, sino ver como se han mantenido sin cambios las tendencias a
que el número de trabajadores estables de la economía formal disminuya y
a que aumenten los trabajadores precarios e informales.
Además, la acción
del gobierno y las cacareadas transformaciones jurídico-institucionales
que promueve, de ninguna manera han variado lo que se venía haciendo en
favor de la flexibilización neoliberal de las condiciones de trabajo,
prueba de lo cual es que sobre estos asuntos no ha ocurrido la menor
queja de las transnacionales que en tropel se aprovechan de las ventajas
ofrecidas por esta revolución de habladores de paja, como lapidariamente
la ha motejado Domingo Alberto Rangel.
En este contexto, nuestra propuesta no puede ser otra que actuar y
convocar para la organización desde abajo en concordancia con los
principios generales que el anarquismo ha defendido en el terreno
laboral, teniendo en cuenta muy significativamente las reivindicaciones y
objetivos de quienes más necesitan de esa organización (y que hasta ahora
han sido más renuentes a tenerla) : los trabajadores precarios, informales
y/o sometidos a las zozobras de la flexibilización laboral.
Además, esa
organización debe articularse – no sobreponerse ni sustituir – a las
instancias de lucha que se constituyan desde otros importantes grupos
sociales sometidos a la opresión (mujeres, jóvenes, ecologistas, minorías
étnicas, y tantos excluidos o segregados por las diversas razones que
inventan el Estado y demás poderes autoritarios). En ese esfuerzo estamos
y te invitamos a que nos acompañes…