Artículo de opinión de Rafael Cid

“La sociedad es el producto de nuestras necesidades;

el gobierno el de nuestras debilidades”

(Thomas Paine)

“La sociedad es el producto de nuestras necesidades;

el gobierno el de nuestras debilidades”

(Thomas Paine)

Lo importante no es tanto que formalmente Tsipras haya convocado un referéndum para decidir sobre última oferta negociadora de Bruselas, sino verdaderamente decisivo es saber si haciendo honor a sus compromisos electorales Syriza echará toda la carne en el asador apostando contra el ultimátum de las instituciones. Porque la primera percepción es que estamos ante un monitorizado rifirrafe que cada vez recuerda más a aquello de “OTAN, de entrada, no” con que el PSOE legitimó en las urnas la permanencia de España en la Alianza Militar Atlántica, desmintiendo en la práctica sus promesas programáticas de salida sí o sí.

Tras el pre-acuerdo in extremis entre Grecia y la Unión Europea ya sabemos que puede ser más lo que les une que lo que les separa. Y también que se puede escribir un best-seller denunciando la voracidad del capital financiero internacional y luego, provisto con la gorra de ministro del gobierno asediado por el Minotauro global, poner en entredicho lo que se predicaba en la cátedra y sobre el papel. Pero estos no son los únicos adefesios que aporta el principio de entendimiento alcanzado al final de la escapada por el premier griego Alexis Tsipras con Bruselas, porque objetivamente los negociadores griegos no han dado dado el portazo a la oferta odiosa de la Comisión Europea.

Además deberemos metabolizar el “negacionismo” de sus compañeros de viaje en la galaxia internacional ante semejante claudicación. A buen seguro, y salvo las excepciones de rigor, la suicida rectificación de las líneas rojas hecha ya por Atenas no tendrá en sus fervorosos seguidores la adecuada respuesta crítica que permitiría aprender de los propios errores. Lejos de ello, se han anticipado a aplaudir la cuota de renuncia de Syriza como si nada hubiera pasado con el entusiasmo bumerán de “haberles dado una patada en nuestro propio culo”. Lo contrario sería reconocer su estrabismo político y “hacer el juego a la derecha”.

Uno de esos desmemoriados sin complejos es el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que llegó a oficiar de invitado estelar en el cierre de la campaña electoral de Syriza a finales del pasado enero. El eurodiputado español que instó a “asaltar los cielos” como divisa de un posicionamiento rotundamente transformador se ha apresurado a calificar de “buen acuerdo” el pacto-capitulación porque “Tsipras cede muy poco”. Imita en esto al autor del superventas “El Minotauro global”, que mérito el enorme éxito de haber logrado renombrar el término “troika” como “las instituciones”.

Pero lo cierto es que una vez más el retórico “no pasarán” puede quedarse en agua de borrajas, por más que a bote pronto quieran hacer ver que atan los perros con longaniza echando mano de los medios de persuasión masiva, ahora que la reabierta televisión pública griega puede jugar un papel decisivo como agit-pro de la parte gubernamental. Atrás quedan las maniobras de distracción y la pirotecnia fallera empleadas para escenificar un embrollo que garantizara una salida por la derecha tras amagar por la extrema izquierda. La reciente publicación del informe del Comité de la Verdad de la Deuda avalando su impago por ilegítima debe contabilizarse en ese tinglado de disuasión virtual. Sobre todo si tenemos en cuenta que una de las primeras medidas del ejecutivo de Syriza al tocar poder (sin consultar a la gente) fue ignorar esa promesa electoral (como también ha hecho Podemos), corriendo a pagar con diligencia los vencimientos del “criminal” Fondo Monetario Internacional (FMI), dejando su propuesta programática en una simple “sugerencia”.

Lo chocante del asunto es que para ese viaje no se necesitaban alforjas ni sobreactuaciones. Si desde el primer momento Syriza se hubiera avenido con sus acreedores representados por “las instituciones” y dejado a un lado los desplantes del mediático Varoufakis, seguramente el parto habría sido menos doloroso. En estos cinco meses de mareante teatrillo para pasto de sus confiados votantes, Grecia ha desperdiciado un prometedor superávit primario (descontando el pago de los intereses); recaído en la recesión y visto evaporarse más de 30.000 millones de euros de depósitos bancarios. Al tiempo que las remesas del BCE para evitar la quiebra de la banca nacional han aumentado su ya abultada deuda.

Eso en el plano económico. Porque desde que Tsipras formó gobierno con el partido ultra y xenófobo ANE, entregándole la cartera de Defensa (el mayor segundo presupuesto militar de Europa), Syriza fue derrapando en pedagogía democrática. Chocante resultó que no se incluyera a ninguna mujer en el ejecutivo, pero más difícil de tragar en una formación política que se publicita como “de izquierdas radical” fue que cohabitara con sus enemigos ideológicos con el fin de capitalizar su furibundo antieuropeismo ante “las instituciones” a las que ahora rinde tributo. Claro que una vez más la izquierda autoritaria mundial, y la iberoamericana en particular, justificaría tamaña afrenta como una genial jugada de pragmatismo político. El mismo “jesuitismo” ramplón que ahora ha aconsejado al tándem Tsipras-Varoufakis ir cediendo posiciones ante la UE, y que induce al “pablismo” a votar con la extrema derecha en cuantos asuntos implican a la Rusia de Putin en la Eurocámara.

De confirmarse que estamos ante una claudicación teatralizada de Tsipras con un plebiscito con excusa, el hecho tendrá graves y múltiples consecuencias. En el plano interno, no es descartable una escisión dentro de Syriza entre halcones y palomas. Y en el externo, posiblemente deje huérfanos de sponsorización ideológica a algunos partidos emergentes que, tras el fiasco del chavismo-madurismo, acariciaban la fórmula Syriza como un activo a imitar bajo el formato de “unidad popular”.

Aunque los efectos más duros caerán sobre aquellos sectores sociales castigados por la crisis que idealizaron la apuesta griega como punto de ruptura democrático frente a la barbarie financiera en la eurozona. Estas gentes, movilizadas en la necesidad de una alternativa eficaz al Minotauro dominante, habrán experimentado una derrota histórica viendo una vez más defraudadas sus justas expectativas por gobiernos que asumen la representación política como un botín de guerra.

(Por cierto, al cumplirse el 30 aniversario de la firma de adhesión de España a la UE, conviene recordar que esa imposición supranacional con pérdida de soberanía fue un acto de decisionismo institucional: se consumó sin consultar previa y directamente al pueblo español).

Rafael Cid

 

 


Fuente: Rafael Cid