Artículo de opinión de Rafael Cid

“Siempre estaré detrás de ti, o delante o al lado, me da igual. Gracias, Paco”

(Mariano Rajoy a Francisco Camps)

“Siempre estaré detrás de ti, o delante o al lado, me da igual. Gracias, Paco”

(Mariano Rajoy a Francisco Camps)

El duopolio dinástico hegemónico en España no solo se caracteriza por convertirse en una máquina de defraudar dinero público desde el poder en cuanto logra la mayoría absoluta. Su otra divisa, en coherencia con la naturaleza de ese instinto irrefrenable, es la omertá con que respalda a los políticos de la casa que al final de la escapada caen reos de la justicia. Un ejemplo de libro es todo lo que concierne a la trama Gürtel, que en su versión caloret acaba de ofrecernos sus espasmos más pestilentes.

Aquellos dirigentes y empresarios que negaron por activa y por pasiva la existencia de lo que a todas luces era una trama para enriquecerse a costa del sudor de los contribuyentes, acaban de girar en redondo como bellacos para entonar el socorrido “donde dije digo, digo Diego”. Gentes de trabuco al por mayor como “el bigotes” o el amanerado Ricardo Costa han terminado confesando que son unos ladrones compulsivos y nos jetas. Aunque esto último no creo que les afecte lo más mínimo, dado su habitual onanismo mental. Robar tampoco, porque la estafa y el desfalco alcanzan entre los de su calaña categoría de bellas artes.

Desde esa atalaya que se supone a los partidos que alcanzan el climax de la impunidad, la constelación de personajes dignos de toda sospecha no conoce límites. Y en eso el clan del Turia significa un paradigma difícil de igualar, aunque si de imitar habida cuenta el rastro de anteriores experiencias. Porque aquí también lo que no es tradición es plagio. Hemos tenido a un Juan Cotino, el pío presidente de las Cortes Valencianas que solía colocar un crucifijo sobre la mesa del parlamento, como si de una teocracia opusina se tratara. O el caso reversible de un Rafael Blasco, dirigente del FRAP durante la dictadura, circunstancia por la que incluso sufrió prisión, afanando para sí el presupuesto de las ONGs que su departamento, ¡el de Bienestar Social!, destinaba a tareas de Cooperación Internacional.

Por eso, en la vista lo que está cayendo, el brindis de Rajoy a Camps cuando ya se vislumbraban en el horizonte las fechorías de las que ahora rinden cuentas en los tribunales, es una radiografía que identifica a la “hermandad bípeda del 135 y del 155” en su conjunto. Porque el juramento de amor eterno del presidente del gobierno a su colega valenciano se parece como una gota de agua a otra gota al abrazo de Felipe González a Pepe Barrionuevo y Rafael Vera en la puerta de la cárcel, o a esa otra muestra de devotio ibérica de la presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz la víspera del juicio a Manolo Chaves y José Antonio Griñán por el gigantesco fraude de los EREs.

La única diferencia entre estas dos escuelas de mangancia que forma el bipartidismo imperante es que el orden de los factores sigue sin alterar el producto. Cuando, como ahora sucede, finalmente el PP muerde el polvo del descrédito político y el repudio social, resulta que el PSOE, tanto monta monta tanto, se dispone a recoger el cetro de la alternancia. Será porque los españoles tenemos flaca memoria o porque somos incapaces de pastar fuera del rebaño. Pero no hay que recurrir al filósofo Austin y su concepto “performance” (Cómo hacer cosas con palabras) para darnos cuenta que con el tándem PP-PSOE la trampa consiste en hacernos creer que el simple enunciado determina la realidad que expresa. Porque aún está por demostrar que los del PP sean populares o los del PSOE socialistas y obreros. Como en teoría proclaman sus respectivas siglas.

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid