Artículo de opinión de Rafael Cid
A la formación Ahora en Común (AeC) no dejan de salirle pretendientes. Primero fue Podemos, pero recibió calabazas. El grupo de Pablo Iglesias quería oparla y la plataforma ciudadana no se doblegó. La imposición de siglas que buscaba el partido morado era inaceptable después del éxito de las candidaturas hermanas copando los ayuntamientos de las principales ciudades sin pagar peaje ni a líderes ni a partidos. Y ello encima cuando Podemos pierde fuelle y tiene que recurrir de nuevo a mercadear sus estrellas por las televisiones amigas.
A la formación Ahora en Común (AeC) no dejan de salirle pretendientes. Primero fue Podemos, pero recibió calabazas. El grupo de Pablo Iglesias quería oparla y la plataforma ciudadana no se doblegó. La imposición de siglas que buscaba el partido morado era inaceptable después del éxito de las candidaturas hermanas copando los ayuntamientos de las principales ciudades sin pagar peaje ni a líderes ni a partidos. Y ello encima cuando Podemos pierde fuelle y tiene que recurrir de nuevo a mercadear sus estrellas por las televisiones amigas.
La segunda intentona viene del lado de Alberto Garzón, candidato oficial de Izquierda Unida (IU) a la Moncloa, que es tanto como un general sin tropa. En este caso, el tema de la marca no se esgrime como condición para la convergencia, al menos en primera instancia. La dirección federal de la coalición le ha autorizado a iniciar gestiones “para la unidad popular” con otras grupos políticos y movimientos sociales favorables a la ruptura democrática. El cartel electoral de Ahora en Común saldrá de unas primarias a celebrar a primeros de octubre.
Entre tanto, Alberto Garzón y Pablo Iglesias han mantenido animadas conversaciones que no han rebajado la condición de Podemos para su integración en Ahora en Común sin privilegios. Unos contactos “a título personal” que chocan con las proclamaciones de transparencia de ambos dirigentes, y de cuyo contenido real sabemos tan poco como de lo que hablaron Iglesias y su lugarteniente Íñigo Errejón cuando cenaron con José Bono y José Luis Rodríguez Zapatero en el domicilio particular del ex presidente del Congreso.
Tantas idas y venidas de Garzón con Iglesias han servido, no obstante, para elevar el caché del líder de IU. Un día sí y otro también los medios de comunicación sacan noticias sobre esos encuentros en la tercera fase. Todas ellos baldíos en lo que respecta al propósito declarado, pero que han servido para reubicar al joven diputado en el primer plano de la agenda política. De esta forma, cuando se abran las urnas para confeccionar las listas de Ahora en Común, el ciudadano Garzón partirá con el plus de popularidad que da salir en la pequeña pantalla como intelectual orgánico.
Iglesias y Garzón, amigos y colegas, parecen funcionar como vasos comunicantes. No solo por cifrar su capital político en el protagonismo mediático, sino sobre todo por la querencia que ambos demuestran en enmendar la plana a Ahora en Común. El gesto más revelador de esta complicidad quedó constatado cuando Alberto Garzón, contra toda evidencia, manifestó que no descartaba incorporar al final a Podemos al programa de unidad popular. ¿En nombre de quién hace esa proposición? ¿Cómo representante de Izquierda Unida? ¿Cómo potencial ganador de las primarias en Ahora en Común?
Si así fuera, y dado que Pablo Iglesias ha reiterado que no se someterán a las primeras ni descabalgarán sus siglas para favorecer la ansiada confluencia hacia la unidad popular, los buenos oficios de Garzón parecerían destinados a facilitar por persona interpuesta el abordaje en Ahora en Común que Podemos no logró por sus medios. Torres más altas han caído. No menos curioso es el idilio entre un secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que llamó “cenizos” a IU, y un dirigente de Izquierda Unida, Alberto Garzón, acusado por el candidato de su partido en Madrid a las pasadas elecciones, el poeta Luis García Montero, de “hundir a la federación por estrategia”.
Especulaciones aparte, lo cierto es que si Podemos vive momentos tan inciertos que obligan a su secretario general a escribir artículos sobre el nuevo líder laborista inglés poniéndose como modelo (¿Por qué todos hablan del Pablo Iglesias británico?), tampoco se puede ignorar que Alberto Garzón piensa en la operación Ahora en Común como la última oportunidad de salvar a IU de su desaparición. Ante este cruce de intereses, la pregunta obvia sería ¿qué mensaje de coherencia manda una plataforma rupturista que promociona al dirigente de un partido que hasta hace poco gobernó con el PSOE de los ERE en Andalucía y posibilitó el ejecutivo del PP en Extremadura? Muy común no es.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid