Artículo de opinión de Rafael Cid

Hasta ahora, imputar el austericidio a la gente implicaba pagar un alto un precio electoral para los partidos en el poder. De esta forma, gobiernos conservadores y socialdemócratas de la zona euro fueron cayendo uno tras otro por plegarse a los mandatos de la Troika. Pero el vacío dejado por el descrédito del tándem y sus crueles políticas, aplicadas con la excusa de que las circunstancias habían cambiado, permitió abrir una ventana de oportunidad para las formaciones y plataformas populares de la desobediencia civil.

Hasta ahora, imputar el austericidio a la gente implicaba pagar un alto un precio electoral para los partidos en el poder. De esta forma, gobiernos conservadores y socialdemócratas de la zona euro fueron cayendo uno tras otro por plegarse a los mandatos de la Troika. Pero el vacío dejado por el descrédito del tándem y sus crueles políticas, aplicadas con la excusa de que las circunstancias habían cambiado, permitió abrir una ventana de oportunidad para las formaciones y plataformas populares de la desobediencia civil.

Eso es precisamente lo que acaba de destruir la esquizofrénica victoria de Syriza el pasado domingo 20 de septiembre, sin que las circunstancias en este caso hubieran cambiado. Como Margaret Thatcher, Alexis Tsipras ha reconocido con su éxito que “no hay alternativa” al neoliberalismo, lanzando al mismo tiempo un mensaje de resignación a todos los que osan oponerse a los designios de los mercados financieros. Con el añadido de que su conversión ha incubado la desmovilización de una opinión pública que mayoritariamente se había pronunciado contra las condiciones del rescate.

De ser el “enemigo público número uno” de la Troika, Tsipras ha pasado a figurar como su mejor aliado. Syriza no solo ha asimilado sus imposiciones sino que además ha arrastrado en la pendiente a la ciudadanía más crítica como trofeo. Por eso, los principales representantes de las instituciones europeas han corrido a felicitar al ganador. A enemigo que huye puente de plata. Tsipras es ya el poli bueno encargado de aplicar en Grecia las draconianas medidas antisociales exigidas por sus acreedores.

Lo que no parece tan lógico es que, junto al presidente del Consejo Europeo Jean- Claude Juncker, y en el mismo tono de celebración, se hayan pronunciado dirigentes de la izquierda alternativa. Desde Cayo Lara, coordinador de Izquierda Unida (IU), pasando por Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, a Tsipras no le han faltado compañeros de viaje en su deriva oportunista. Aunque el record de “negacionismo” fue admitir que al líder de Syriza no le quedaba otra salida al tiempo que ambos enarbolaban un enfático “sí se puede” como marca de su coalición en la campaña catalana.

Y sin embargo, se trata de un caso clásico de abducción por el sistema. Ese mal de piedra de los partidos políticos hechos a la medida del jefe y su burocracia que hace traicionar sus principios si ven peligrar su potencial como aparato de poder. Eso explica la impostura de Tsipras prometiendo solemnemente una cosa y haciendo exactamente lo contrario; su capitulación ante la Troika presentada como un éxito personal; el despotismo de ignorar el resultado de “su referéndum”; y el inenarrable episodio de volver a formar gobierno con un partido ultranacionalista y xenófobo como ANEL, cuando la prioridad en la UE está en el problema de los refugiados.

Eso sin contar con que su claudicación ha encumbrado a los neonazis de Amanecer Dorado (AD) como la tercera fuerza en el nuevo parlamento. De esta forma, junto a los comunistas ortodoxos del KKE, serán los únicos que tengan el privilegio de defender opciones “rupturistas” en la cámara, dado que Unidad Popular (UP), el grupo escindido de Syriza “por su izquierda”, no ha obtenido representación. La ambición política de Tsipras es ocupar el sitio que históricamente tuvo el PASOK en el país heleno, hoy bajo mínimos por su adicción a la Troika. De ahí que haya copiado el relato de los socialdemócratas para mantenerse en el poder importando las políticas regresivas que la derecha no puede aplicar sin incitar una revolución.

La nueva Syriza se ha superado al conseguir que millones de ciudadanos que combatieron en su día el rescate propuesto por Nueva Democracia (ND) asuman hoy otro mucho peor patrocinado por Tsipras. En política existen pocos precedentes de una opinión pública tan desquiciada que a la hora de votar prefiera la copia al original. Pero el ¡vivan la cadenas! que supone premiar la mentira y la doblez de Tsipras y sus catecúmenos solo confirma lo que sucede cuando la política se supedita a un juego de tronos. Esa cadena de montaje partido-líder-gobierno, todo por la patria, revierte inevitablemente en un camino de servidumbre voluntaria, aunque la neolengua emergente predique lo contrario.

En pleno conflicto con Bruselas, Tsipras calificó de golpe de Estado sus leoninas exigencias. Pero han bastado unas semanas para que el mismo líder de Syriza se autonombre generalísimo del ejército invasor. Y encima, sin mala conciencia. ¡Viva orgulloso su recién estrenada mentalidad de colonizado. Si se reniega de la socialdemocracia acusándola de ser la gestora del capitalismo, ¿qué decir de una sedicente coalición radical de izquierda que acepta ser el capataz del austericidio financiero?

Nota: ¡Vivan las cadenas! fue el grito con que los absolutistas españoles recibieron al rey felón Fernando VII a su llegada a Madrid en 1814, mientras parte aquel pueblo que había derrotado casi en solitario contra Napoleón desenganchaba el tiro de su carruaje para llevarlo a hombros.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid