Del 25 al 30 de julio, más de 800 movimientos, organizaciones, asociaciones, sindicatos y entidades diversas, de los diferentes países del continente y de otras latitudes, se han dado cita en Quito, Ecuador, para celebrar el primer Foro Social de las Américas (FSA), bajo la premisa de que «otro mundo es posible».
La reunión de Quito se inscribe en el proceso que viene impulsando el Foro Social Mundial (FSM), para articular la diversidad de sectores y fuerzas que se oponen a las políticas neoliberales, y con esa diversidad ir tejiendo conjuntamente propuestas alternativas con un sentido de humanidad. El FSM nació a finales de enero de 2001, en un evento celebrado en la ciudad brasileña de Porto Alegre, como antípoda del Foro Económico Mundial (FEM) que anualmente congrega en Davos, Suiza, a los líderes financieros y políticos de los países ricos.
La acogida multitudinaria y plural de esta primera convocatoria, que desbordó todas las expectativas iniciales, se encargó de mostrar cuán extendida estaba la lucha contra el neoliberalismo a escala planetaria y el cúmulo de energías comprometidas en la implementación de iniciativas y propuestas alternativas. A partir de entonces, el FSM no solo que ha terminado por eclipsar el FEM, sino que el mismo se ha transformado en un proceso permanente de articulación, no circunscrito a los eventos que marcan su recorrido.
En esta perspectiva, se han venido configurando foros locales, nacionales, regionales y temáticos que desde sus particularidades buscan descifrar los acuciantes problemas que se derivan de la inédita y acelerada concentración de la riqueza, del poder y del saber, con la consecuente mayor exclusión social y geográfica, registrada en los últimos años, y, a la vez, anteponer las premisas de ese «otro mundo posible», que abra las puertas a una participación ciudadana plena y asegure el derecho de cada sociedad a decidir su propio destino.
Para el FSM, la participación es un componente básico y fundamental. Tan es así que no habría llegado muy lejos si hubiese dependido financiera y organizativamente de una instancia central para, por ejemplo, la realización de los diversos eventos que hasta hoy se han realizado. Cada uno de ellos ha sido posible gracias a la disposición y compromiso de las organizaciones y entidades allí presentes. La clave para que esto funcione radica en que el Foro se asume como un «espacio» -descartando convertirse en una organización-, y en consecuencia ha venido afinando una metodología que se basa en las actividades autogestionadas, pero que al mismo tiempo alienta y facilita la concreción de todas las convergencias posibles.
En sus cuatro años y meses de existencia, este movimiento de movimientos se ha convertido en una fenómeno social que sorprende y desconcierta a propios y extraños. En tiempos históricos este lapso equivale a un suspiro, pero alguien ya dijo : «hay días que pasan en años y años que pasan en días». Esto último suele corresponder con momentos de quiebre ; como, por ejemplo, mayo 68. No faltan quienes consideran que el FSM hace parte de esta saga, mientras otros aseguran que se trata de una moda pasajera que se hundirá bajo el peso de las diferencias que pretende articular.
Por una u otra razón, el futuro del FSM se ha convertido en un tema de debate amplio. A lo interno, en mucho ha gravitado la realización del último FSM en Mumbay, India ; al punto que se anticipa un nuevo perfil para el próximo -Porto Alegre, 2005-, que aspira profundizar los niveles de participación y afinar los mecanismos para facilitar las convergencias.
Es en esta «encrucijada» -como sostiene Wallerstein- que tendrá lugar el I Foro Social de las Américas ; continente donde mayor repercusión ha tenido el FSM. En buena medida, porque Porto Alegre hace parte de esta geografía, pero sobre todo porque la histórica resistencia de los pueblos latinoamericanos a los designios imperiales de Estados Unidos -la potencia indiscutible del mundo-, no sólo que logró sobrevivir al exterminio programado de los años de las dictaduras y los posteriores impactos de las políticas de «ajuste estructural», sino que hoy es protagonista de novedosas confluencias sociales y políticas. Por decir algo, tal es el caso de la «Campaña Continental contra el ALCA», o aquella contra la militarización.