Gran Vía. Madrid. 2012.

14-N Huelga general. 12:30 de la mañana. Observo anonadadx como un agente de las U.I.P., con el casco puesto y la visera levantada, acorazado bajo su exoesqueleto –como un enorme insecto- agarra por el cuello a una joven manifestante. Con la mano libre agita la porra y grita a pleno pulmón, tiene los ojos desorbitados, se mastica la mandíbula, está desencajado… 

Se me viene a la cabeza una consigna escuchada hace unas semanas en un piquete antidesahucios en la zona de Lavapiés: “Ni tiros al aire, ni por la nariz / fuera policía de los barrios de madriz” (alguien debería controlar la sustracción de los alijos de las dependencias policiales: la mezcla de obediencia ciega, conciencia de impunidad, fuerte preparación física, material represivo y cocaína es explosiva: avisamos con tiempo).

Se me viene a la cabeza una consigna escuchada hace unas semanas en un piquete antidesahucios en la zona de Lavapiés: “Ni tiros al aire, ni por la nariz / fuera policía de los barrios de madriz” (alguien debería controlar la sustracción de los alijos de las dependencias policiales: la mezcla de obediencia ciega, conciencia de impunidad, fuerte preparación física, material represivo y cocaína es explosiva: avisamos con tiempo). Los compañeros de la chica intentan impedir que se la lleven y forcejean con el grupo de antidisturbios… Una sombra pasa a mi lado y escucho: “¡Que vergüenza, pegando a la policía!” Me vuelvo de un tirón y clavo mi mirada en un individuo de edad avanzada pero no anciano. Intento escrutar su rostro: su indignación parece sincera, no encuentro atisbos de ironía ni de cinismo en su gesto… Vuelvo de nuevo la vista hacia el altercado y alcanzo a ver como las fuerzas de “seguridad” se emplean sin miramientos, con contundencia… Y me pregunto: ¿Cómo es posible que ese hombre y yo estemos viendo cosas tan diferentes? 

La Tierra. Mediados del S. XII.

Las señales luminosas se vieron perfectamente en todo el planeta, sin necesidad de instrumento óptico alguno, durante varias jornadas, de noche y también de día. Se trataba de una nova, es decir, de la llegada de la luz procedente del nacimiento de una estrella, con las enormes y violentas explosiones que acompañan ese tipo de fenómenos. Los astrónomos persas lo observaron y dejaron constancia de él en sus anales, cosa que también hicieron, según han comprobado los historiadores, los astrónomos indios, chinos y aztecas. Los astrónomos de Florencia o de París, sin embargo, no registraron el fenómeno. No vieron las señales, o si las vieron, no les concedieron importancia. La razón es que los astrónomos europeos, eran aristotélicos, y estaban convencidos por ello de la inmutabilidad de las estrellas. En lo que a ellas se refería, ningún movimiento o cambio de estado era posible. Por eso, cegados por ese prejuicio, no repararon en ello. Lo que viene a demostrar que en buena parte de las ocasiones, no sabemos lo que vemos, sino que vemos sólo lo que sabemos, lo que encaja con coherencia en nuestro sistema de ideas previo. 

Harlem (Nueva York). 1940.

La pareja de psicólogos afropanameños de raza negra, Mamie Phipps Clark y su esposo Kenneth B. Clark, llevaron a cabo una serie de ensayos psicosociales con niñxs norteamericanxs de raza negra en edad preescolar. En dichos experimentos, les dieron a elegir entre dos muñecas, una negra y otra blanca… Al comienzo de las sesiones, la doctora preguntó a una de las niñas cuál era la muñeca mala y de forma inmediata la niña señaló la muñeca negra. Luego le pidió que le explicara por qué era mala y la pequeña respondió que porque era negra. Por último, le preguntó: “¿Cuál es la muñeca que se parece más a ti?” y la niña, con recelo, sin decir nada, tomó en sus brazos a la muñeca negra… En efecto, la gran mayoría de las niñas y niños negros prefirieron la muñeca blanca y le atribuyeron características positivas. Su explicación incidía en que las muñecas negras eran feas mientras que las muñecas blancas eran más bonitas. La conclusión de los Clark fue que los niños negros, a la corta edad de tres años, ya no se identificaban con las muñecas negras ni reconocían su identidad racial, y que a los cinco años ya habían desarrollado las mismas imágenes personales negativas derivadas de los valores ideológicos de la sociedad dominante. A esa corta edad, los niños ya habían integrado los prejuicios de la sociedad, y con ese bagaje crecían desarrollando un sentimiento de inferioridad frente a los blancos construido socialmente.

Lo normal sería sentir compasión de esxs pobres niñxs afroamericanxs al entender como se construye su subjetividad desde la misma infancia. Y sin embargo, eso sería como ver “la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio”: porque los prejuicios sobre las clases sociales y las jerarquías se construyen de la misma manera y nos alcanzan a todxs. 

Universidad de Texas. 1955.

Los psicólogos Lefkowitz, Blake y Mouton llevaron a cabo un experimento que consistió en realizar el conteo de los individuos que seguían a un sujeto que se arrancaba a cruzar la calle pese a que el semáforo estaba en rojo para los peatones. Demostraron estadísticamente que la proporción de individuos que se iban de forma automática detrás del actor contratado por los investigadores era muy superior cuando éste iba vestido con traje y corbata, que cuando llevaba vaqueros y zapatillas. 

Los Ángeles. 1968.

Siguiendo esa línea, los también psicólogos Doob y Gross realizaron un experimento que consistió en observar la reacción de los conductores cuando el vehículo de delante de ellos no arrancaba en el momento en que la luz del semáforo cambiaba a verde. Para ello bloquearon alternativamente el tráfico con dos coches, en un caso con un modelo nuevo y de lujo en contraposición a un cacharro viejo y barato. El resultado fue que de manera estadísticamente significativa, los conductores obstaculizados hicieron sonar sus bocinas antes y durante más tiempo en el caso del automóvil desvencijado y de bajo status que en el del modelo nuevo y suntuoso. 

Por supuesto con todo esto no pretendemos justificar el cinismo, el egoísmo, la mala fe, la ceguera interesada pues a día de hoy ya es imposible atribuir a la ignorancia o la falta de conciencia, la indignación que algunas personas expresaron cuando, por ejemplo, los compañeros de Cañamero y Sánchez Gordillo expropiaron unos pocos carritos de comida para los hambrientos mientras de forma simultánea la degenerada y corrupta élite dirigente del país se apropiaba de toda la riqueza social, desahuciaba a 400mil familias condenándolas a la miseria, intentaba deteriorar la enseñanza y la sanidad públicas para posteriormente quedárselas, y endeudaba al conjunto de la población comprometiendo nuestro futuro y el de nuestrxs hijxs… Tenemos claro que lo políticamente correcto en una sociedad cruel e inmoral es sencillamente un crimen basado en la ignorancia de no querer ver, en definitiva mentiras y racionalizaciones para escapar del miedo o escamotear el compromiso a cambio de una tranquilidad ficticia. 

Bien entendido esto, éste escrito es una invitación a lxs revolucionarixs a afilar y mejorar nuestro pensamiento, a deconstruir los conceptos aprendidos, a cuestionar todos los aspectos de la realidad vigente, a cotejar indiscriminadamente nuestras ideas con las de lxs otrxs a través del “estallido conversacional”. 

TroppoVero


Fuente: TroppoVero