Ayer estuvimos en el parque de la Memoria, inaugurado dos días antes por el
presidente en función y la presidenta electa, el matrimonio Kirchner. Yo
acompañaba a María Esther a recibir al presidente español en nombre de Madres de
Plaza de Mayo, Línea Fundadora. Este parque está dedicado a los 30.000
desaparecidos de la dictadura militar. Tres largos muros recogen unas 8.500
placas con los nombres, apellidos, edades, fecha de desaparición y si estaban
embarazadas para varias compañeras. Se espera ir agregando numerosos nombres de
familias que no se atreven aún a señalar sus desaparecidos.
Zapatero llegó con su custodia, con varios miembros del gobierno argentino y se
dejó acompañar por la representante de las Madres más próxima al gobierno, Taty
Almeida. Llegada la delegación, con varias madres “importantes” al final del
monumento que da directamente al Río de la Plata, los guardaespaldas de Zapatero
impedían el paso a las otras Madres (unas siete, “las de a pie”’. Una empezó a
descomponerse y llorar a gritos (Aída, 82 años), otra (María Esther, 77 años)
recriminó en voz alta esta actitud, el publico – poco numeroso – empezó a pedir
que pasen las Madres. Y pasaron.
Zapatero tenía que echar al agua un ramo de flores con cintas de color de ambos
países, como símbolo de la suerte de una gran mayoría de desaparecidos que
fueron tirados al estrecho (magullados por las torturas, esposados y drogados)
desde aviones de la armada. Se negó Zapatero y su responsable de delegación a
que las flores del ramo fueran divididas con las Madres y las tiro él mismo.
Pronunció el sempiterno cliché de que la lucha de las Madres es un ejemplo para
el mundo, dio un beso a las que estaban cerca de él. María Esther, por supuesto,
se quedó al margen (fiel a su actitud libertaria).
Y se fue la delegación. Como decían varias Madres (87 y 82 años), éste sólo
viene a reclamar un alza de los servicios que dan acá las multinacionales
españolas. Zapatero ni siquiera se dignó a señalar ojala tuviéramos lo mismo en
España para nuestros desaparecidos. Apareció como el eficiente portavoz del
capitalismo europeo. Con las pocas palabras dichas, resulta el perfecto padre de
una Ley de Memoria Histórica deleznable y huera.
Fuente: Frank Mintz