HUESCA.- El escritor, matemático y guionista Carlo Frabetti reivindicó en Huesca la enseñanza como estímulo de la capacidad de reflexión y consideró las matemáticas «sumamente adecuadas» para el desarrollo de destrezas que permiten razonar de una manera lógica, en cualquier actividad de la vida.
Carlo Frabetti impartió el pasado martes una conferencia en el Instituto de Estudios Altoaragoneses, en el marco del curso «Filosofía para docentes, pensar la Educación (II)», que organiza el Sindicato de Enseñanza de CGT Huesca. En su intervención, habló de la presencia de la filosofía y la ciencia en la enseñanza, no sólo como materias, sino también como actitud ante el conocimiento. En una entrevista previa para este periódico, Frabetti manifestó que «sería injusto decir que no hay suficiente presencia de la ciencia en la educación», pero precisó que está planteada, sobre todo en el caso de las matemáticas, básicamente «para suministrar a los estudiantes destrezas, herramientas que les van a dar acceso a trabajos bien remunerados», pero «no como actitud científica».
«En el caso de las matemáticas se intenta que los niños y los jóvenes adquieran lo que los matemáticos llamamos algoritmos, recetas para resolver determinados problemas, más que una comprensión profunda de lo que se les explica», señaló.
A veces se achaca a los medios audiovisuales una influencia negativa en la capacidad reflexiva de los chavales, y al respecto Carlo Frabetti considera que la causa radicaría en «sus contenidos», que pueden adormecer la capacidad o el esfuerzo para pensar. «Se basan en un bombardeo continuo de estímulos, muchas veces inconexos, que simplemente bloquean la capacidad de respuesta del espectador. Es una queja que se oye de forma unánime, cómo han perdido los niños la capacidad de abstracción e incluso de un uso del lenguaje que vaya más allá de lo coloquial».
Carlo Frabetti estima, no obstante, que superar esta situación es a priori «muy fácil», dado que «la mente infantil y juvenil es muy plástica» y «está muy receptiva». Sin embargo, «por desgracia hay muy pocos estímulos que vayan contra corriente y uno de ellos es la lectura. Aunque hay libros malos, por lo general sus contenidos suelen ser más ricos y complejos que los de la mayoría de los productos audiovisuales, y permiten otro ritmo, es el propio lector el que puede establecer las pausas para la reflexión y plantea una relación con el lenguaje más rica, compleja y participativa. Yo creo que en los centros se está haciendo un trabajo valioso».
Se mostró absolutamente rotundo al afirmar que «las matemáticas no son difíciles», y explicó que, si se progresa paso a paso, son la sencillez misma, porque están basadas en la más pura lógica. «Cuando se entienden bien las cuestiones básicas, dar el paso siguiente es muy fácil. Lo que pasa es que no se enseñan bien, y con esto no estoy acusando a los profesores, es más bien un problema de estudio y de cómo está planteada en nuestra sociedad todo lo que tiene que ver con la cultura. Cuando no se hace hincapié en las cuestiones básicas, es como construir un edificio sin cimientos ; luego se viene abajo como un castillo de naipes. Yo les pregunto a los niños, por qué un uno junto a otro uno es 11 y no dos, y se quedan desconcertados, porque no les han explicado con suficiente detalle nuestro sistema de numeración decimal, que es uno de los grandes inventos de la humanidad. Si esto no lo tienen claro, pueden adquirir recetas, habilidades para resolver problemas más o menos tipificados, pero en el fondo no saben muy bien qué están haciendo».
Y afirma también, que la conexión entre las matemáticas y la escritura es «total», aunque «tendemos a pensar en el lenguaje como algo alfabético, cuando en realidad es alfanumérico ; no hay más que ver el teclado de un ordenador. Nuestra forma de expresar nuestros conocimientos es mediante un lenguaje hecho de letras y números, pero uno de los problemas de nuestra cultura es que ha establecido una separación excesivamente rígida entre las materias humanísticas y científicas, como si la ciencia no fuera cosa de la humanidad».
Carlo Frabetti tiene la suerte de no haber sufrido «esa educación dicotómica», aunque reconoce que «no es lo común».
GUIONISTA Y ESCRITOR
Carlo Frabetti nació en Bolonia en 1945, si bien reside en España desde los ocho años. Se especializó en divulgación científica (fue director de la sección de pasatiempos lógicos para la revista Algo), y ha creado y dirigido diversos programas de televisión, como La bola de cristal, El duende del globo, Ni a tontas ni a locas o Colorín Colorado.
Frabetti considera que ahora apenas se hacen programas para niños o jóvenes. «La televisión se ha mercantilizado de una manera brutal. Ya no hay prácticamente una televisión pública. Desde que empezó a competir con las privadas, hay casi la misma publicidad y la misma cantidad de televisión basura. Queda muy poco margen para hacer cosas que tengan un cierto interés. La televisión de hace veinte, treinta años e incluso durante el Franquismo, en algunos aspectos era mejor. Es muy triste decirlo, pero había programas culturales, de teatro o infantiles, que hoy son impensables porque no se consideran rentables ni competitivos».
Añade que la mercantilización es un problema que se está apoderando de diferentes aspectos de la vida y habrá que recuperar algunos caminos de antaño «porque vamos directos al abismo en muchos terrenos, en éste y también en el ecológico, el económico y el educativo».
Carlo Frabetti tiene un currículum que le retrata como una persona polifacética y muy comprometida. Es miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York, presidente de la Asociación Contra la Tortura, miembro fundador de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas, y es Socio de la Asociación de Escritores y Artistas del Orbe (ASEADLO). Colabora con diversas publicaciones, algunas alternativas, y ha escrito algunas obras para adultos como La reflexión y el mito (1990), El Libro Infierno (2002) o Contra el Imperio, (2002).
Sin embargo, le interesa especialmente la literatura infantil y juvenil. En 1998 obtuvo el Premio Jaén de Narrativa Infantil y Juvenil por su obra El gran juego, y en el 2007, el Premio de Literatura Infantil Barco de Vapor por Calvina. «Creo que una de las grandes aventuras de la humanidad es descubrir el mundo de los libros, de la sabiduría. Sigo muy conectado a mis experiencias juveniles e intento transmitírselas a los lectores de hoy».
En opinión del escritor, la literatura infantil y juvenil está bien valorada económicamente, pero culturalmente no. «Se considera un producto intermedio entre la didáctica y el instruir deleitando. No es casual, durante mucho tiempo ha sido así. Veinte años atrás, la mayoría de los productos que se encontraban en el mercado como literatura infantil tenían mucho que ver con la adoctrinación y la moralina. Pero yo creo que la situación ha cambiado bastante y se encuentra literatura infantil que es auténtica literatura, aunque rara vez se la valora como tal».
Fuente: Myriam MARTÍNEZ | www.diariodelaltoaragon.es