En estos días de tanta noticia y tanta alegría desbordada sobre la Ford de Almussafes, un trabajador veterano –con muchos años de cadena, y que ya corría delante de los grises por los campos de cebollas y de patatas de Silla, allá por 1977- comentaba socarronamente que cuando ve en los medios de comunicación las sonrisas forzadas del president Francisco Camps y de su jefe de escuadra Mariano Rajoy, empieza a barruntar que algo gordo se nos viene encima si estos personajes realizan el enorme esfuerzo de parecer alegres y generosos servidores de la cosa pública.
Y es que lo más sorprendente de todo lo que ha rodeado el todavía misterioso pacto de UGT-Ford con mister Fleming, el presidente de la marca en Europa, es que todo el mundo se ha vuelto loco de alegría sin ponerse a leerlo detenidamente (cosa difícil por otro lado, porque nadie ha mostrado el texto) y sin esperar a que quienes van a ver sus vidas afectadas por el citado acuerdo, toda la plantilla de Ford, opinen al respecto.
Se han escuchado y leído titulares como que “los trabajadores de Ford logran un gran acuerdo y que éste les asegura el futuro hasta 2013” y cosas más atrevidas. Ninguna de las dos afirmaciones es cierta, evidentemente, ya que sólo unas docenas de personas en Ford deben conocer el acuerdo y únicamente un empleado (Gonzalo Pino) ha tenido el inmenso honor de poner su rúbrica en él y estrechar la mano del mismísimo John Fleming. En cuanto a la garantía de estabilidad en el empleo para los próximos años, no deja de ser una promesa más, como las que sin duda debieron escuchar los obreros de Samsung o Delphi, o en la propia Ford los operarios de Motores, lo que no evitó que tales instalaciones se cerraran. Incluso después de haber firmado compromisos de futuro y recibido cuantiosas subvenciones de los respectivos gobiernos autonómicos ; ayudas públicas que, como es de suponer ante multinacionales de tamaña dimensión, ni han devuelto ni piensan devolver.
La verdad es que han transcurrido varios días desde el anuncio de la firma de este pacto de tan larga gestación y entre los trabajadores no han aparecido todavía sonrisas tan fotogénicas como las de los personajes citados. A muchos el acuerdo no les dice gran cosa, porque promesas como estas las hemos escuchado cien veces ; a otros les preocupa las cesiones de derechos que, según todos los indicios, ha efectuado en nombre de todos el señor Pino. Es cierto que la plantilla llevaba algunos meses esperando el anuncio de cuantiosas inversiones y la adjudicación de los nuevos modelos que han de sustituir a los actuales, que dejan de producirse en 2008. Pero no es menos cierto que el personal temía que con tanto viaje a Colonia se estuviera negociando, a sus espaldas, la cesión de importantes derechos para así convencer a la dirección de Ford Europa de que en Almussafes se trabaja mucho, bien y barato.
Sinceramente no creemos que sea necesario congelar los salarios de la plantilla, reducir el período de vacaciones de verano o flexibilizar más las pausas para que Ford Almussafes sea viable. En CGT hemos tenido acceso a estudios que demuestran cómo los salarios pierden peso en el coste total de la fabricación de los coches frente a los gastos en investigación, diseño, publicidad, comercialización, etc.
En todo caso resulta poco convincente y nada ético que todos los que están pidiendo la moderación salarial de los trabajadores tengan remuneraciones astronómicas ; tanto el señor Fleming como los ilustres dirigentes políticos españoles. Confesamos no haber visto la nómina de John Fleming, pero si las informaciones que circulan por la prensa económica son fiables, un ejecutivo de su nivel gana 30 millones de euros en EE.UU. y unos 10 millones en la UE ; en un día gana más de lo que cobra en un año el operario que monta los coches en las cadenas. ¡No está nada mal ! Respecto a los sueldos de Camps y Rajoy, hay que reconocer que no llegan a esas cifras, pero creemos que multiplican por 10 el salario medio de los españoles… y eso que no hemos contabilizado las dietas, comisiones y demás extras que se adjudican.
En definitiva, lo que CGT quiere resaltar, es que se ha montado un gran espectáculo para presentar lo que no es más que otra vuelta de tuerca a los ya deteriorados derechos de los trabajadores, como si se tratara de una nueva puesta en escena de la llegada de los americanos, forrados de dólares para repartir generosamente, que García Berlanga reflejó en la excelente y mordaz película “Bienvenido Mr. Marshall”.
Pero las cosas distan mucho de ser como nos las pintan y la Ford, como cualquier multinacional, quiere multiplicar cada dólar que invierte. La rentabilidad de Almussafes es la que ha traído las nuevas inversiones, no la sonrisa de Camps, la alegría de Rajoy o la pleitesía de Pino. Si de paso han podido lograr unos millones de ayudas públicas ; pues menos costos, más beneficios. Hay que recordar aquí que sólo en los últimos 15 años –sin contar las ayudas de las primeras décadas, ni las inversiones en infraestructuras- Ford ha recibido 165 millones de euros en subvenciones. Y si encima el acuerdo dichoso les permite recortar otro poco los salarios, pues más ganan.
Esto es el capitalismo o esto es la economía, señores, que dijera el clásico.
Es lamentable el consenso existente respecto a cualquier exigencia de recortes y moderación salarial por parte de las empresas, aun sabiendo que esos sacrificios de los trabajadores a lo único que contribuyen es a precarizar el empleo y a empobrecer a las clases populares. No tiene mucho sentido congelar los salarios mientras los precios de la cesta de la compra no dejan de subir y los beneficios de la patronal o la banca se doblan anualmente.
Fuente: Francisca Cuesta Navarro. Secretaria General de CGT-Ford