Más de 500 mil chilenos se pronunciaron contra el lucro y la mercantilización de la educación los días 24 y 25, el descontento contra el modelo imperante que ya cumple 38 años no se aguanta más. La multitudinaria movilización que congregó estudiantes, trabajadores, padres y apoderados de los alumnos ratificó que después de tres meses de lucha por una Educación Pública, gratuita y de calidad continúa en el centro de las demandas del estudiantado chileno.

Asimismo, se suman a las demandas de la juventud, peticiones de carácter
económico y político. En primer lugar crece el sentimiento por una Asamblea
Constituyente. Ello, debido a que la actual Constitución ilegítima que se ha
mantenido sin grandes modificaciones ha permitido desde 1980 en adelante, fecha
en la que fue impuesta por la tiranía de Pinochet, manejar los destinos y el
futuro de todas las generaciones posteriores.

Asimismo, se suman a las demandas de la juventud, peticiones de carácter
económico y político. En primer lugar crece el sentimiento por una Asamblea
Constituyente. Ello, debido a que la actual Constitución ilegítima que se ha
mantenido sin grandes modificaciones ha permitido desde 1980 en adelante, fecha
en la que fue impuesta por la tiranía de Pinochet, manejar los destinos y el
futuro de todas las generaciones posteriores.

Los que dirigen el movimiento estudiantil actualmente nacieron todos
después de que la dictadura había terminado. Han resultado ser un escollo para
los “partidos tradicionales”, pues controlarlos y someterlos ha sido imposible,
son indomables y por ello la masividad creciente que adquiere la lucha, que
día a día suma a más contingentes de personas preocupa al establishment.

La demanda por una educación pública, de calidad y gratuita es un sentir
mayoritario de los chilenos, según todas las encuestas, más del 80% de la
población está por poner “fin al lucro” en la educación. Para comprender la importancia de
esta demanda, hay que señalar que Chile tiene la educación más cara del mundo,
según datos de la OCDE. De hecho un trabajador bancario, por ejemplo, con un
ingreso promedio de 500 mil pesos (US$1.000) al mes que es lo que ganan en
promedio los bancarios en Chile, debe destinar en caso de tener un hijo en la
enseñanza superior 275 mil pesos (US$550), es decir, más del 50%. Ahora si
tiene más de un hijo, le resulta imposible. El problema es que el 70% de los
trabajadores chilenos gana menos de 300 mil pesos (US$600) mensuales.

Frente a este dilema, el Gobierno de Ricardo Lagos se propuso como
estrategia el “crecimiento con equidad” y el año 2005 inventó el “Crédito
con Aval del Estado
”. Se
buscaba aumentar la cobertura y que los hijos de los trabajadores no quedaran
fuera de la Universidad. Se le pidió a la banca que concurriera con recursos
financieros a otorgar préstamos directos a los alumnos; pero, “la trampa”, sus
Padres debían servir de avales. Los préstamos que la banca otorgaba eran a un
costo promedio del 6% más reajustabilidad (inflación), seguros adicionales y altos gastos de
administración. Las Universidades, en su mayoría privadas, al darse cuenta que
los alumnos podían optar a créditos bancarios con aval del Estado, aumentaron
año tras año, los aranceles y sus matrículas convirtiendo el tema de la
educación en un suculento negocio, de allí que se convirtieran en las más caras
del mundo. Pero, como el nivel de ingresos es tan bajo los Padres no podían
seguir pagando los altos dividendos de los créditos, por tanto, miles de
alumnos alcanzan a estar un año o dos y luego emigran en busca de un trabajo.
¿Pero qué sucede? Tanto el alumno como sus Padres deben continuar pagando el
crédito, es decir, salen de la educación con una deuda cuatro o cinco veces
superior al valor real del crédito.

Las Universidades no tienen problemas porque los bancos le endosaron los
créditos que los estudiantes habían solicitado con aval del Estado. Y los Bancos
tampoco tienen problemas, pues el Estado responde cuando los estudiantes no
pagan.

¿Quién pierde entonces? El Estado chileno y los alumnos con sus
padres, y ¿Quién gana? Los Bancos y Las Universidades.

Esta política ideada por Ricardo Lagos y su ministro estrella Sergio
Bitar, le ha significado al Estado un sobrepago a la banca privada de más de
80.000 millones de pesos. Es decir se buscó la igualdad en la educación,
subsidiando la ganancia de los bancos con cargo al empobrecimiento y
sobreendeudamiento de los trabajadores asalariados.

El LUCRO ha sido el detonante de las movilizaciones. El grito de los
chilenos por poner fin a este inmoral sistema, este gobierno de derecha no lo
escucha. Es efectivo que este sistema educacional en parte es herencia de los
Gobiernos de la Concertación que nada hicieron por modificar los amarres
dejados por la dictadura, y, que más aún, construyeron mecanismos para
consolidar un sistema abiertamente funcional a los intereses del gran capital,
especialmente del financiero.

Hoy pagan la cuenta: los trabajadores y la juventud, pero, especialmente
los estudiantes que sin poder recibirse, y muchos sin empleo cargan sobre sus
espaldas una mochila llena de deudas que el Estado en complicidad con los
Bancos les generó.

A pesar de ello, estamos viviendo una etapa de muchas interrogantes. El
país lleva tres meses con movilizaciones, que desde los tiempos de la dictadura
no se expresaban con tanta vitalidad, y es en todas las ciudades del país.
Estos dos últimos días se percibía, y así lo comentaban los trabajadores, los
estudiantes y cualquier ciudadano: “en el ambiente se respiraba algo raro”. La represión en las calles, los “tanques”
bombardeando con gases era la prueba más evidente que reaparecen brotes de
descontrol en el régimen de Piñera, era como cuando estaba Pinochet. La
Constitución Política que el tirano dejó, se ha mantenido en su esencia
incólume; pero, no resiste más. Nos dejó un sistema Presidencialista donde el
Congreso es un órgano colegislador, no sirve para nada, es la figura del
Presidente la que tiene el poder del Estado, más aún, instaló un sistema
binominal (algo parecido al norteamericano con variantes) donde sólo dos fuerzas, se reparten el
manejo del aparato estatal. Como la inscripción en Chile es voluntaria, existen
más de tres millones de jóvenes que no están inscritos, por tanto no votan. El
actual padrón electoral se ha envejecido, supera los 50 años y existe mucha
gente que no vota, por lo que la legitimidad de los actuales gobernantes y
congresistas cuentan con muy poca legitimidad. Como los políticos lo saben
apuestan a que las cosas volverán a repetirse, total, como los muchachos no se
inscriben, el statu quo continuará.

Los jóvenes no creen en este sistema y por eso no se inscriben. Los
tradicionales políticos arengan a que se inscriban, claro que ahora no tanto,
pues si se inscriben, con el voto pueden producirse cambios. Eso puede ser
cierto en un régimen donde el sistema político tiene representatividad
proporcional, y no como el chileno donde se requieren más de dos tercios para
ganar al contrincante. Lo que ha significado que la derecha en el país,
contando con poco más del 30% de representación, hoy tenga en el Congreso el 50%
de los congresistas. Por eso nadie cree en este sistema y no está dispuesto a
acceder a las peticiones de los “viejos políticos”.

Chile está cambiando, pero de eso no se dan cuenta ni la Alianza
Piñerista ni la Concertación, que creen y quieren resolver las demandas del
estudiantado y del Pueblo que pide Asamblea Constituyente, dentro de los marcos
estrechos dejados por la Constitución de Pinochet.

Además, comienza a crecer la demanda por aumentar la carga tributaria
que es una de las más bajas del mundo, 17% pagan las grandes empresas y es
transitorio mientras duren los efectos del Terremoto, en contraposición a los
trabajadores que pagamos el 19% de IVA por sobre todos los bienes de consumo
básico. En Europa del norte la tasa de impuesto llega al 40% para las empresas.

Es decir un país que brilla en América Latina por el manejo de su
economía. Que ha servido y sirve de modelo para muchos empresarios de la región
y para algunos gobernantes, como el colombiano, que de visita en Chile en medio
de las protestas, llamaba a cuidar lo “grande que tiene Chile”, en abierta referencia a que cuentan los
empresarios con todas las garantías para explotar, no importando que la nación
ostente la más grande desigualdad de la zona y quizás del mundo en cuanto a
distribución del ingreso. Para ser Chile un país tan pequeño, tres familias
chilenas aparecen entre las más ricas del mundo (Forbes).

Junto al descredito del que gozan los ”políticos” chilenos, ha quedado
claro también que la “burocracia sindical” cobijada en la CUT que durante los
20 años de gobiernos de la concertación manipuló, y colaboró hipotecando la
independencia del movimiento sindical, hoy comienza a desmoronarse, pues
ninguno de los nuevos sindicatos y dirigentes les cree. Las negociaciones que
permitieron que las AFP que controlan los fondos de pensiones de los
trabajadores hayan perdido en los últimos años más de US$30.000 y con ello
condenado a una porción significativa de trabajadores a pensiones miserables es
responsabilidad de ellos. Asimismo, la mantención de una salud privada en el
país hace que se acreciente la odiosidad hacia quienes aparecen como cómplices
por omisión o por acción directa en estos últimos años. Su política durante ese
período fue contener y desarmar los intentos de reagrupación de los
trabajadores y de las organizaciones sociales, hoy, el pueblo comienza a
pasarles la cuenta.

Afortunadamente, Chile está cambiando, nada podrá volver a ser como era
hace tres meses atrás y no es por la dialéctica misma que encierran las cosas
en movimiento, sino, porque se está golpeando al corazón del sistema
capitalista chileno, que ha gozado de una impunidad nunca antes vista; pero,
como todo sistema que se funda en la injusticia, tarde o temprano se desmorona
por la putrefacción de las instituciones en las que se apoya, y el chileno, no
cabe duda que se ha apoyado en estos 38 años en un modelo político, económico y
social heredado de la Tiranía y administrada eficientemente por los gobiernos
de la Concertación.

Llegó la hora del cambio

Luis Mesina, 26 de agosto de 2011


Fuente: Luis Mesina