Artículo publicado en Rojo y Negro nº 382 de octubre

De un tiempo a esta parte, se está constatando el aumento de noticias sobre una serie de objetos volantes no identificados y su posible origen extraterrestre.

Desde una perspectiva libertaria, esto no supone ninguna contrariedad, ya que la posibilidad de que otros mundos en la galaxia estén habitados, y de que desarrollen una civilización tecnológica; es factible.1 De hecho, pensar lo contrario podría considerarse como reaccionario. Hay que recordar que, precisamente el pensamiento dogmático eclesiástico castigó con la muerte al astrónomo y filósofo Giordano Bruno (1548-1600), por sugerir no solo que podrían existir “otras tierras” similares a nuestro planeta orbitando “otros soles”; sino que estos planetas podrían estar habitados.
Tal vez es más controvertido el hecho de que esta supuesta civilización (o civilizaciones), alejada de nosotros en distancias inconmensurables, desarrolle el modo eficaz de viajar por las estrellas. Máxime, teniendo en cuenta el detalle no solo del número de avistamientos, sino de la gran variedad morfológica en la descripción de los supuestos aparatos avistados que indicaría que hay verdaderas oleadas de “turistas espaciales” que con sus naves particulares, comparables a nuestros vehículos utilitarios, hiciesen excursiones continuas a nuestro planeta.2
Por desgracia, mucho más creíble es la posibilidad de que estemos observando el resultado de diversos y variados proyectos militares secretos. Proyectos alemanes que datan de antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando todavía se encontraba bajo la prohibición establecida en el Tratado de Versalles de tener aviación militar, como la “torta voladora” (Pfannkunchen Fliegender), el “caza milagro” (Triebflugel), el proyecto “rueda helicoidal” (Flügelrad); así como las minas antiaéreas “bola de fuego” (Feuerball) y “rayo en bola” (Kugelblitz); son buena prueba de ello.
Estos experimentos probarían la autoría terrestre de los llamados “aviones fantasma”. Una serie de fenómenos luminosos y avistamientos de “curiosos aeroplanos” muy por encima de la tecnología de la época que, al principio entre la frontera entre Noruega y Suecia y, posteriormente, en el norte de Suecia, Noruega y Finlandia fueron observados desde 1933; elaborándose centenares de informes detalladamente documentados por
la policía e investigadores militares que están todavía archivados en los War Archives de Estocolmo.
Existe cierto consenso en considerar el día 24 de junio de 1947 como el del inicio de la llamada “ufología”. Aquel día, un piloto privado de avionetas llamado Kenneth Arnold (1915-1984), mientras se encontraba buscando una aeronave militar extraviada a bordo de una avioneta CallAir A-2, observó poco después de las 15:00 horas un resplandor a su izquierda, al norte del Monte Rainier, en el estado de Washington, al noroeste de los EE.UU.
Al mirar hacia allí, percibió una hilera de nueve extraños aparatos volando en formación de norte a sur, a unos 2.900 metros de altura (unos 9.500 pies). Arnold calculó que volaban a más de 1.300 km/h y los describió como de unos 15 metros de envergadura (50 pies), sin cola y con la parte trasera formando un ángulo convexo.
Además, indicó que volaban moviéndose “como platos lanzados contra el agua, dando saltos.” Lo cual motivó que un periodista de un diario local llamado William Bequette informara erróneamente de que había avistado “platillos volantes” (flying saucers); expresión que se haría tremendamente popular desde entonces.
Según indica el, ya clásico, Diccionario Temático de Ufología de la Fundación Anomalía: podemos definir la ufología como la actividad de estudio del fenómeno de los objetos aéreos no identificados, normalmente desarrollada por grupos de investigadores aficionados; aunque en sentido amplio, sería más bien el conjunto de creencias populares y actividades sociales relacionadas con los objetos aéreos no identificados.
En realidad, el término “ufología” (ufology), fue acuñado en 1955 por el escritor Morris Ketchum Jessup (1900-1959), a partir de la expresión inglesa UFO, acrónimo de Unidentified Flying Object, literalmente, “Objeto Volante No Identificado”; de donde surge el acrónimo castellano OVNI. Motivo por el cual, en algunos países iberoamericanos es más utilizada la expresión “ovnilogía”.3 Desde entonces, se han dado cientos de explicaciones a las apariciones de Objetos Volantes No Identificados (OVNI), en los cielos terrestres.4
Inicialmente, en el año 1947, en pleno boom del fenómeno, la teoría o hipótesis sobre su posible origen extraterrestre no era mencionada por casi nadie. De modo que, cuando la casuística ufológica se limitaba a ciertos avistamientos caprichosos de luces extrañas en el cielo, las hipótesis, aunque no dudaban de la realidad del fenómeno, se decantaban mayoritariamente por avistamientos de prototipos secretos, o bien por observaciones de fenómenos naturales mal interpretados.
Sin embargo, las instituciones militares fueron las primeras en observar que estos objetos podían ser extraterrestres. Lo cual ya debería ponernos en aviso sobre algo sospechoso.
Ya en los comienzos del “fenómeno”, el teniente Walter Haut (1922-2005), el 7 de julio de 1947, emitió por orden del coronel William Hugh Blanchard (1916-1966), una declaración pública que textualmente decía: “Hemos capturado un platillo volante. Ha sido trasladado por el comandante Marcel a Fort Worth, Texas”. Al día siguiente, en los periódicos locales se daba el siguiente titular: “Las fuerzas aéreas capturan un platillo volante en un rancho de la región de Roswell”. Posteriormente, el general Roger Maxwell Ramey (1905-1963), de Fort Worth desmintió dicha declaración, afirmando que se trataba de un globo meteorológico.
Dado que, en treinta años, estos hechos no fueron investigados en profundidad, a día de hoy solo se puede asegurar que un objeto se estrelló cerca de Corona, Nuevo México; y que dichos restos fueron recuperados por los militares.
Unos años más tarde, en 1949, el mayor Donald Edward Keyhoe (1897-1988), defiende oficialmente la hipótesis alienígena de los objetos y luces que se avistan en el cielo. Posteriormente, ya en 1950, publica un artículo para llamar la atención del gran público sobre la posibilidad del origen extraterrestre de los objetos no identificados.
La persistencia de Keyhoe en años posteriores, logró convertir dicha hipótesis en casi la única explicación admisible a nivel popular.

Fco. Javier Torrent

1 Gato Rivera B. Brane Worlds, the Subanthropic Principle and the Undetectability Conjecture. 2003. physics/0308078.
2 González Manso L.R. Hipótesis extraterrestre. En: Morey Ripoll M. (coordinador). Diccionario Temático de Ufología. Santander. Ed. Fundación Anomalía; 1997.
3 Cabria García I., Morey Ripoll M. Ufología. En: Morey Ripoll M. (coordinador). Diccionario Temático de Ufología. Santander. Ed. Fundación Anomalía; 1997.
4 Darnaude Rojas-Marcos I. Hipótesis explicativas de la naturaleza, origen y propósitos de los objetos no identificados (Primera parte). El Fuego del Dragón. Boletín Mensual de Ovnilogía. Agosto de 2005; número 84.


Fuente: Rojo y Negro