Artículo publicado en RyN nº 380 de julio-agosto.

“Feminismo Anticarcelario: el cuerpo como resistencia” es el título del libro que la compañera de Baladre, Alicia Alonso Merino, ha estado presentando en distintas ciudades del Estado español durante el mes de junio. Recorriendo centros sociales y ateneos —de norte a sur de la península— se ha propiciado el debate sobre la crítica a la cárcel y problematizado el uso de la prisión como herramienta para resolver los conflictos generados por los sistemas de dominación imperantes.
En las diferentes exposiciones, la autora ha comentado cómo desde los orígenes las cárceles de mujeres, gestionadas por órdenes religiosas, han tenido como misión trasmitir las virtudes de la moral cristiana y disciplinar en el trabajo del hogar a las que allí eran recluidas (pobres y racializadas). Así, una vez fuera, podrían servir adecuadamente en las casas de las élites y burguesía locales. La experiencia actual en las prisiones de las mujeres encarceladas pasa igualmente por erradicar cualquier posibilidad de autonomía e infantilizarlas, utilizando el régimen disciplinario como castigo a las insubordinaciones y rebeliones a este papel sumiso. La cárcel supone una violencia más que se suma a las violencias que las mujeres han sufrido a lo largo de sus vidas. El sufrimiento que provoca la prisión al separarlas de las familias y personas allegadas se patologiza abusando de la medicalización para sedar sus dolores.
Asimismo, la cárcel y la violencia que supone, refuerza los roles de masculinidades hegemónicas y tóxicas, esto es, consolida la agresividad, violencia, misoginia y homofobia en los varones allí recluidos. Se usa el cuerpo para prevenir agresiones y evitar la victimización. La violencia estructural que supone genera el tener que mostrar una imagen hipermasculina e intimidatoria como forma de supervivencia. Además, se reproducen los sistemas binarios de género con gran sufrimiento psíquico y físico para las personas homosexuales, trans y no binarias.
Decía Audre Lorde que las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo. De igual manera, el libro “Feminismo anticarcelario” nos viene a decir que no podemos usar una herramienta que refuerza las roles de género del heteropatriarcado para desmontar el patriarcado.
El numeroso y variado público (feministas, personas del mundo anticarcelario, aquellas que trabajan con organizaciones en prisiones, inconformes y amigas) que ha asistido a las más de una decena de presentaciones han orientado las posteriores discusiones. Así, los debates y aportaciones han sido ricas y variadas, modeladas por quienes asistían. En algunos lugares, no se conocía la realidad específica y discriminatoria que viven las mujeres encarceladas provocando indignación y reacción, en otros, el debate se orientó a la búsqueda de caminos alternativos que como colectivos y organizaciones sociales podemos darnos para enfrentar las situaciones problemáticas y violencias al interior de los mismos. No ha faltado tampoco las referencias a qué hacer frente a la violencia machista y el lamento al poco diálogo entre algunos feminismos (justo, y no casualmente, en el resurgimiento de una extrema derecha reaccionaria y misógina).
En los coloquios, la presentadora también comentó la necesidad de enfrentar los pilares que sustentan la prisión para acabar con su uso: cultural, jurídico, político y económico. De todos ellos, el pilar cultural, erradicar el recurrir a la prisión con fines electorales tanto por parte de la derecha y de la izquierda (lo que se llama populismo punitivo) y la cultura del castigo tan presente de forma individual y colectiva, parece el desafío más complicado. Para abrir caminos no punitivistas Alicia destacó la importancia de construir más comunidad, más apoyo mutuo, más solidaridad, recuperar la gestión de los conflictos que el Estado nos expropió, practicar la reparación, la mediación, la restauración y la transformación, limitar el uso de la prisión a solo casos de peligro grave, la despenalización de delitos menores, la despenalización de las drogas o medidas de amnistía e indulto, la reconversión de las estructuras penitenciarias o la renta básica de las iguales, entre otras.
Continuar provocando el debate y cuestionar el punitivismo (individual y colectivo), es un camino que debemos seguir recorriendo, aunque resulte incómodo.
¡Atrevámonos a soñar un mundo sin prisiones!

Gentes de Baladre


Fuente: Rojo y Negro