Este es el título de portada del último número de Mongolia, una revista que no se plega al derecho a obedecer reinante. Y es verdad. Felipe, el rey Felipe VI, te podría violar, matar o robar con toda impunidad. Es más, si el caso llegara a darse nadie podría reprocharle nada. Porque esa prerrogativa, propia de tiranos y sátrapas, cuenta con las bendiciones del pueblo español. Así es, semejante disparate ha sido posible gracias al consentimiento otorgado por los principales partidos. Que en el juego representantes-representados es lo mismo que decir que nosotros, los representados, a través de ellos, los representantes, hemos hecho del nuevo rey un monstruo que puede devorarnos a su antojo.

Tal aberración no es nueva, sino canónica, ya la disfrutó Juan Carlos I. Lo que pasa es que se repite ahora, 39 años por medio, como si el tiempo se hubiera detenido en aquellas horcas caudinas heredadas de la dictadura. Entonces la inviolabilidad del rey designado por Franco pretendía blindarle ante cualquier intento de exigirle responsabilidades por haber desempeñado el cargo de jefe de Estado (interino) en la dictadura, y en consecuencia respaldar los crímenes del franquismo.

Tal aberración no es nueva, sino canónica, ya la disfrutó Juan Carlos I. Lo que pasa es que se repite ahora, 39 años por medio, como si el tiempo se hubiera detenido en aquellas horcas caudinas heredadas de la dictadura. Entonces la inviolabilidad del rey designado por Franco pretendía blindarle ante cualquier intento de exigirle responsabilidades por haber desempeñado el cargo de jefe de Estado (interino) en la dictadura, y en consecuencia respaldar los crímenes del franquismo. Ahora, la dispensa a divinis de Felipe VI, que vulnera flagrantemente el artículo 14 de la vigente Constitución, se hace para evitar que un tiro por elevación en los casos de corrupción investigados le afecte.

Alguien dirá, y esa es la tontuna con que se engaña a los españolitos de a pie, que es un disparate pensar que “Felipe te puede violar”. No saben lo que dicen ni con quien se las gastan. Precisamente ahora, en este esperpéntico interregno en que hay un nuevo rey coronado e inviolable y otro abdicado pendiente de aforamiento total, pululan varias denuncias por los juzgados de supuestos hijos naturales (“bastardos”) de Juan Carlos I que reclaman el reconocimiento de su paternidad. Ergo, las violaciones reales existes, como las Corinnas, los elefantes protegidos abatidos y los elefantes blancos del 23-F.

Lo que pasa es que “a ver quién tira la primera piedra”. España es el país del área occidental (Europa y Estados Unidos) que tiene más aforados en plantilla, con políticos y jueces a la cabeza. La omertá de que se beneficia el rey y la reina entre los ocupantes de las instituciones del Estado, ahora ampliándose al ex rey y a la ex reina consorte, hace muy difícil acabar con semejante engendro. Exigiría matar dos pájaros de un tiro. Una cosa lleva a la otra y no hay dos sin tres. Que es tanto como decir que la reforma del régimen es imposible por naturaleza, un Estado no suele suicidarse. Una reforma de verdad, no cosmética, demandaría una ruptura con el statu quo. Un régimen de nueva planta, de abajo arriba, genuinamente democrático, que haga realmente iguales a todos los ciudadanos ante la ley, la isonomía que proclama y no cumple el artículo 14 de la C.E.

Por eso en la Marca España que lidera Felipe VI rige el derecho a obedecer y se sabotea el derecho a decidir. En pleno debate sobre el aforamiento ex post de Juan Carlos I, Antonio Garrigues Walker, el más kennedyano de la dinastía-lobby pro Tío Sam, fue entrevistado por Telemadrid al efecto. El jefazo de uno de los bufetes de abogados más rimbombantes del mundo empezó criticando la abundancia de aforados existentes en nuestro país. “Es una exageración que tiene escaso encaje en democracia”, vino a decir Garrigues, para a renglón seguido venirse arriba y rematar: “por eso un aforamiento más no importa”.

Así que sí, con la ley en la mano, Felipe VI te puede violar, y su padre Juan Carlos I seducir y abandonar. Reinan pero no gobiernan. Pero “joderte” podrían hacerlo por partida doble.

Rafael Cid

 


Fuente: Rafael Cid