Artículo de opinión de Jesús Sánchez Hernández
Es lamentable que en el siglo XXI a pesar de que nuestra Constitución española dice que estamos en un país aconfesional, la religión católica siga dominando nuestra sociedad actual: nombramientos de altos cargos, la mayoría de los festejos son de índole religiosa, celebraciones de fútbol con vírgenes, matrimonios religiosos (en muchos casos no por ser creyentes sino por costumbre social) e incluso el dominio en la educación formal de la asignatura de Religión, impartida por profesores elegidos a dedo por la Iglesia (no pasan por ninguna prueba opositora de conocimientos) pero pagados por e
Es lamentable que en el siglo XXI a pesar de que nuestra Constitución española dice que estamos en un país aconfesional, la religión católica siga dominando nuestra sociedad actual: nombramientos de altos cargos, la mayoría de los festejos son de índole religiosa, celebraciones de fútbol con vírgenes, matrimonios religiosos (en muchos casos no por ser creyentes sino por costumbre social) e incluso el dominio en la educación formal de la asignatura de Religión, impartida por profesores elegidos a dedo por la Iglesia (no pasan por ninguna prueba opositora de conocimientos) pero pagados por el Estado.
Nuestro gobierno central con la nueva Ley de Educación, la LOMCE, le da más importancia a dicha asignatura, en detrimento del resto de las materias. En el caso de las de ciencias, en 3º de ESO aumenta su ratio horaria y la equipara con Biología y Geología y con Física y Química, todas ellas con dos horas semanales. Además es puntuable y computa para selectividad para acceder a cualquier carrera. Sin menospreciar a los profesores/as que imparten dicha asignatura, la mayoría del gremio de la enseñanza estamos en contra de esta barbaridad e incluso de que se imparta dicha asignatura en la educación formal (Primaria y Secundaria). Sería más lógico para fomentar el bagaje cultural del alumnado, pero especialmente para conocer otras religiones, el sustituirla por «Historia de las religiones» y que fuera impartida por profesores especializados y seleccionados con pruebas opositoras. Mediante su enseñanza y conocimiento aprenderíamos a respetar las demás religiones y no a rechazarlas hasta extremos radicales que desembocan, en ocasiones, en odio y violencia. Además si una de las competencias básicas es la «Autonomía e iniciativa personal», sería esencial que cualquier religión no fuera impuesta desde el nacimiento, sino que la persona cuando llegue a su madurez y tras una reflexión interna y personal, decida si pertenece a una u otra, ser solamente espiritual o ser ateo. Cualquiera de las tres opciones debería ser totalmente respetable. Y como dice el actual Papa Francisco: «no es necesario creer en un Dios para ser buena persona. Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos la naturaleza puede ser su iglesia. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre» (Inquisición, Guerra Santa, Yihad Islámica, Integrismo, etc.).
Y ahora, nuestro gobierno autonómico andaluz decide de forma unilateral eliminar la asignatura de Cultura Científica, con contenidos fundamentales para la sociedad actual en la que vivimos, con temas de salud, de genética (junto con la informática y la robótica, la ciencia más revolucionaria y responsable de muchos logros actuales y futuros), de evolución, telemática, física, etc. De ser en principio obligatoria en cualquier modalidad de 1º de Bachillerato, ha pasado a ser «optativa junto con Religión» y con una carga horaria de una única hora semanal. Conclusión: la asignatura está abocada a su extinción antes de aparecer.
Cuándo nos daremos cuenta que las dos principales cadenas de la esclavitud mental son la ignorancia y la fe ciega («las religiones en muchas ocasiones ciegan la razón y su vendaje es la fe») y la única manera para poder romper dichas cadenas es con el conocimiento y la razón. Pero parece que a los políticos les interesa más la fe que la razón. La demagogia consiste en controlar o dirigir a un pueblo mediante amenazas, miedos o promesas. Curiosamente, «demagogo» era el jefe del Partido Popular en la antigua Grecia. Pues bien, con el fomento de la fe consiguen su objetivo, controlar a un pueblo sumiso e ignorante. No interesa estimular la razón en el sistema educativo, al igual que tampoco interesa un pueblo formado ya que podría cuestionar y juzgar los programas electorales (sus promesas demagógicas) y las actuaciones de nuestros políticos.
Jesús Sánchez Hernández
Algeciras, 15-9-15