Ben Tanosborn
Algunos puestos de trabajo parecen sentar como anillo al dedo. A George Tenet, anterior jefe de la CIA, ahora Distinguido Profesor en la Práctica de Diplomacia en la Universidad de Georgetown, la cátedra es él. Nadie tiene la menor duda de su distinción en la práctica de tacto, discreción y sutileza ; no importa el elemento clave requerido en el puesto que tuvo por siete años como director de la CIA : la verdad.
Ben Tanosborn

Algunos puestos de trabajo parecen sentar como anillo al dedo. A George Tenet, anterior jefe de la CIA, ahora Distinguido Profesor en la Práctica de Diplomacia en la Universidad de Georgetown, la cátedra es él. Nadie tiene la menor duda de su distinción en la práctica de tacto, discreción y sutileza ; no importa el elemento clave requerido en el puesto que tuvo por siete años como director de la CIA : la verdad.

Una vez que su libro está escrito, ahora le toca a Tenet hacer su peregrinación por los medios en la promoción de su narrativa de eventos con la esperanza, se asume, que con un poco de suerte y una pizca de poder de persuasión, pueda no solo engordar su bolsillo sino también elevar su imagen de la neblina ante el publico estadounidense. De poco le está sirviendo al pobre “slam-dunk” George y su incierta certeza. En su parada inaugural en esa peregrinación, y la más importante – Sixty Minutes – salió de su entrevista como oveja trasquilada, y con menos credibilidad de la raquítica con que contaba cuando fue a lucirse en el popular magazín televisivo.

Este servidor publico, ex-jefe de la CIA, con una ambidextraza política capaz de servir igualmente al centro-derechista Bill Clinton como al derecha-derechista George W. Bush, es el pelotillero por excelencia como no ha habido otro sirviendo a un dúo presidencial. Hasta su tono de voz y amaneramientos le denunciaban, estuviese diciendo lo mismo verdades que mentiras, y su conducta no iba a la par de alguien otorgado la Medalla de la Libertad, junto con el dandi, y mayúsculamente incompetente, Paul Bremer, de nefasta fama en Irak. Un viejo amigo comentaba cuando les fueron otorgadas las medallas, en diciembre del 2004, como esta gran medalla estaba perdiendo “peso” y pasando a ser algo así como La Cruz de Isabel La Católica durante el régimen de Franco, cuando parecía se concedían a granel, y su otorgamiento era un simple acto de protocolo que recibía la mayoría de dignatarios que visitaba España, principalmente dictadorzuelos de Latinoamérica o sus representantes.

Bremer y Tenet luciendo sus medallas… ¡increíble ! Pero quizás la falta de personas en el gobierno con honor y coraje fuerza esta situación. Nuestros líderes tienen que otorgar medallas aunque tan solo sea para demostrar su poder e importancia, sin restar a su agradecimiento por los servicios prestados “con lealtad” por los recipientes.

Parecemos estar políticamente satisfechos en esta nación siempre y cuando, a nuestro juicio, estemos siendo gobernados por “gente decente”, algo que implica conformidad hacia un designado grupo de valores en cuanto a decoro y moralidad… en consonancia con los tiempos. El aspirar a dirigentes con honor y coraje es un plus irreal… ilusorio.

Pero no debiera ser así. Falta de honor y coraje en los gobernantes debiera traer graves consecuencias, comenzando con la perdida de sus puestos en desgracia. Pero en contraste con sus homólogos en algunos países, los oficiales de gobierno y políticos estadounidenses, elegidos o seleccionados, no renuncian de propio acuerdo. Nadie lo hace hasta ser forzado. Eso, quizás más que cualquier otra cosa nos da una indicación clara sobre su lealtad a los interesados que pagaron para que alcanzaran sus puestos. Ejemplos de alto perfil de aquellos que carecen de honor, o que demuestran irredimible cobardía, están en constante evidencia, y en aumento, en nuestra vida política.

Sin ir más allá, en esta última década se han destacado dos personas, consideradas por la mayoría estadounidense como “personas decentes” : Colin Powell y el antes citado George Tenet. Por separado, cualquiera de los dos pudiera haber impedido la invasión a Irak, si hubiera dimitido de su cargo con una renuncia abierta y publica dando sus razones ; y, si la dimisión hubiese sido conjuntamente hecha por Powell y Tenet, no cabe duda que la invasión no hubiera trascurrido no importa todos los planes hechos por el triunvirato de Bush-Cheney-Rumsfeld, de esta forma salvando a EEUU de si mismo, y forzando responsabilidad al cuadro influyente neoconservador, además de denunciar su extrema ineficiencia. Claro que eso hubiera requerido honor y coraje. Y esos abstractos en este EEUU “concreto” son artículos en escasez ; algunos dirían que ya no existen.

Un proverbio alemán nos trae la realidad de lo que es hoy dia la política en EEUU. Tiene que ver con la posesión y desposeimiento de tres ingredientes claves que aparentan regular nuestro comportamiento, al final determinando quienes somos : riqueza (material), honor y coraje. El proverbio dice : riqueza perdida, algo perdido ; honor perdido, mucho perdido ; coraje perdido, todo perdido.

La política estadounidense de hoy es el resultado de la riqueza endogámica y regenerativa, eclipsando en grado “la política de dinero” que similarmente existe a lo largo y ancho del planeta. Y ese cautiverio impuesto por el poder-riqueza sobre esta política norteamericana ha suprimido, o gravemente disminuido, cualquier oportunidad de resurgencia a personas con honor y coraje – más aun en los altos niveles del gobierno federal que requieren un largo aprendizaje en corrupción ladina.

Al parecer nos hemos convertido en una nación, una sociedad que brilla en mediocridad donde aceptamos ser gobernados por individuos carentes de ambos, honor y coraje, encogiéndonos de hombros frente a su incompetencia simplemente por ser todo lo que esperamos de “gente decente”.

En EEUU reconocemos con aire de cinismo que “tenemos el mejor gobierno que se pueda comprar con dinero”. Mas cierto no puede ser… y tanto el honor como el coraje han sido relegados como virtudes de idiotas quijotescos.

© 2007 Ben Tanosborn
www.tanosborn.com

Lack of courage facilitated Iraq’s invasion

Some jobs seem to fit certain people like a glove. Former CIA chief George Tenet, holding these days the chair as Distinguished Professor in the Practice of Diplomacy at Georgetown University, is one of those perfect fits. He no doubt has distinguished himself in the practice of tactfulness, discreetness and finesse ; never mind the key element required for the position he held for seven years as head of the CIA : truth.

His anticipated book written ; now it’s Professor Tenet’s turn to make the pilgrimage route in the promotion of his narrative of events in hope, one guesses, that with a little luck, and a small measure of persuasion, he might enhance not only his pocketbook but also his foggy image with the American public. But… fat chance for poor “slam-dunk” George ! He has truly made a portentous jackass of himself in the inaugural stop, TV’s Sixty Minutes, coming out of that interview with less credibility than the paltry amount he had going in.

A former CIA chief, with political ambidexterity to handle right-of-center Bill Clinton and right-of-right George W. Bush, this public servant has got to be among the most incredible bootlickers to any presidential duo. Even his tone of voice and mannerisms have denounced him, whether he’s been telling the truth or passing out lies – a truly unbelievable demeanor for a man whom President Bush had bestowed the Medal of Freedom, together with fanciful, and grossly incompetent, Paul Bremer of Iraq infamy. An old friend jokingly commented when that happened in December 2004, how the Medal of Freedom was becoming in the United States as lightly regarded as the Cross of Queen Isabella had been during Franco’s reign, when they seemed to have been issued in bulk, and the bestowing of such exalted cross had become but an act of protocol given to most dignitaries visiting Spain, specially those from Latin America.

Bremer and Tenet bemedaled… incredible ! But for the lack of people with honor and courage in government, who else can medals be given to ? Our leaders need to bestow medals if for no other reason than to remind us of their own importance and power, notwithstanding any gratitude they may feel for the recipients’ loyal service.

We seem to be politically satisfied in this nation as long as those who govern can be judged to be “decent men,” something that implies conformity to a recognized set of standards in both propriety and morality of today. To expect leaders with honor and courage is not just hoping for a bonus, but tapping into the delusional.

But it shouldn’t be ! Lack of honor and courage for those who lead us should have dire consequences, least of them being the loss of those positions… in disgrace. However, unlike their counterparts in some nations, American government officials, elected or selected, do not resign of their own accord. They just don’t. That, perhaps better than anything else, gives us a clear indication that their loyalty is to those interests that paid to get them their jobs. High profile examples of those lacking in honor, or showing pitiful, unredeemable cowardice, are increasingly more evident than ever before.

Take two people who really stand out during this past decade, both considered by most Americans as good and decent men : Colin Powell and George Tenet. Singly, either one of them might have prevented the invasion of Iraq, if either had tendered an “open and public” resignation with an honest explanation as to the reason why ; and, had it been done jointly, Powell and Tenet would have surely prevented such invasion from occurring regardless how badly desired by the Bush-Cheney-Rumsfeld triumvirate, thus saving America from itself, and forcing much needed accountability for a cadre of influential neocons… and incompetent to boot ! But that would have required honor… and courage. And those abstracts, in today’s concrete America, are proving to be scarce commodities… some would even insist that they are non-existent !

There is an old German proverb that brings home today’s reality in American politics. It has to do with both possession and dispossession of three key ingredients that seem to rule behavior, ultimately determining who we really are : wealth, honor and courage. The proverb states : wealth lost, something lost ; honor lost, much lost ; courage lost, all lost.

Politics in today’s United States are the result of inbred wealth, eclipsing in degree the “money politics” which similarly exists in much of the world. And that captivity imposed by the power of wealth on America’s body politic has suppressed, certainly greatly diminished, any chance for the resurgence of people with honor and courage – not in the higher echelons of the federal government which require a long apprenticeship in artful corruption.

Have we become a nation, a society that excels in mediocrity… seemingly content in being led by people totally lacking in honor and courage, shrugging our shoulders to their incompetence simply because they are all we expect them to be : “decent men” ?

In the US, we acknowledge with an air of cynicism that “we have the best government money can buy.” And indeed we do… honor and courage having been relegated as virtues for quixotic fools.

© 2007 Ben Tanosborn

www.tanosborn.com


Fuente: Ben Tanosborn