En el mundo que vivimos, la casualidad en política es una especie en vías de extinción. Por eso, el show montado alrededor del llamado “caso Carod”, con el último capítulo (puede ser que cuando leáis estas líneas ya no sea el último) del comunicado por parte de ETA, anunciando la supuesta tregua para el territorio de Catalunya, no parece fruto solamente de deslices ni improvisaciones.

En el mundo que vivimos, la casualidad en política es una especie en vías de extinción. Por eso, el show montado alrededor del llamado “caso Carod”, con el último capítulo (puede ser que cuando leáis estas líneas ya no sea el último) del comunicado por parte de ETA, anunciando la supuesta tregua para el territorio de Catalunya, no parece fruto solamente de deslices ni improvisaciones.

A ETA le conviene, de manera descarada, una nueva y más fuerte mayoría absoluta del PP en el Estado español, que justifique su existencia (estrategia “represión-acción”), y con el aludido comunicado vota en consecuencia. Está claro que todo eso, formando parte de un grave problema, no sería excesivamente alarmante si no fuera porque, de forma complementaria, el PP parece haber encontrado una mina de oro inagotable con el tema del terrorismo, como argumento electoral, y también como cortina de humo para ocultar los efectos de su política antisocial.

Mientras se habla de ETA no se tiene en cuenta la precariedad indefinida en el mundo del trabajo, ni la inexistencia de servicios sociales, ni los beneficios astronómicos de la banca, ni la mafia inmobiliaria, ni los negocios de la guerra, ni la violación de los derechos humanos, ni los problemas de convivencia, ni la falta de futuro de las nuevas generaciones. De paso, se refuerzan las políticas antisociales, el autoritarismo y los elementos represivos del Estado, avalados por el voto de la ciudadanía atemorizada.

Bien mirado, parece que el PP no le conviene poner fin al terrorismo, porque quizá prefiere continuar obteniendo beneficios, sobre todo electorales, de este problema, al mismo tiempo que ésa política le sirve a ETA como justificante de su anacrónica existencia. Esta sintonía de estrategias (“cuanto pero, tanto mejor”), cada vez más evidente, hace crecer la sospecha de lo que decíamos, que nada de todo lo que está sucediendo es casual. Y se traduce en un grave retroceso de las libertades, no solamente en el terreno de la demonización de los nacionalismos, como es el caso de ERC, sino también en la asfixia de la vida democrática, a través de la criminalización de los movimientos sociales, de la represión de la disidencia y de la sistemática manipulación informativa a través de los medios de comunicación, estatales o no.

Nunca se había enrarecido el ambiente de la vida pública, en época electoral, como en esta ocasión. Nunca habían quedado los problemas de los trabajadores y de los ciudadanos tan olvidados y arrinconados. La mentira, la manipulación y las agresiones están acabando con las lejanas posibilidades de un debate útil y racional. A la derecha siempre la ha convenido el descrédito de la política entre la población, porque no le interesa la participación democrática ni el necesario control, por parte de los ciudadanos, sobre la gestión del poder. Y la crispación que vivimos es coherente con ése objetivo.

Pero es precisamente en estos momentos tan difíciles y envenenados, y más que nunca, cuando los trabajadores, los movimientos sociales y la ciudadanía hemos de combatir la amnesia. Hemos de alzar nuestra voz para reivindicar el respeto de nuestros derechos, para luchar contra la precariedad laboral y social, sobre todo de los jóvenes, de las mujeres y de los inmigrantes. También para denunciar los sucios negocios de la guerra promovida por Aznar y sus colegas, y para exigir la articulación de una sociedad justa en paz, convivencia y desarrollo sostenible.

Pep Juárez.
Secretario general de CGT-BALEARS