Las calles, podridas de quietud, recuperaron la vida.
Aquellos a los que la democracia escupe y envenena incendiaron el aire y las palabras
hasta llegar a las raíz de un pueblo
que malmuere sufriendo día a día la sepultura de sus leyes.
Se alzó la voz, el canto, el puño para repudiar la amorfa mano
dura que roba
gota a gota los salarios
y exprime el presente para que no exista un mañana, ni un quizá
ni un tal vez posibles.
Se alzó la voz, el canto, el puño para repudiar la amorfa mano
dura que roba
gota a gota los salarios
y exprime el presente para que no exista un mañana, ni un quizá
ni un tal vez posibles.
Sucede que no callaron el cansancio, ni los aullidos terribles de
la miseria, sucede
que quedaron sin aliento,
que creció la dignidad
y derramó su rabia
sobre los cráneos infecundos
que abortan la esperanza
cada vez que se abre paso
reclamando una pizca de pan o de justicia.
Y no hay derrota, aunque les joda,
podrán decir que fuimos pocos,
que reventamos la razón con la fuerza,
que perdimos el pulso,
que no hay marcha atrás en su delirio
pero lo cierto es que fueron castigados,
llamados con todos los nombres,
señalados sus huesos y su ira,
machacados con la furia de vivir
un ahora mismo de castigo.
Pero lo cierto es que estrenamos la canción en carne viva, y
el deseo de estar bien apretados
hasta frenar el desatino de querer
convertirnos en esclavos por los siglos de los siglos.
Silvia Delgado
Fuente: Silvia Delgado & JKAL