Que la vida ha retrocedido 30 años –al menos-, en condiciones de trabajo, salarios, salud, educación y libertad, es un hecho constatable empíricamente y nos está mostrando el rostro más negro del pasado, a la vez, que parece tener vocación de constituir el futuro-presente.
Roto el “pacto social” por innecesario, las políticas de guerra de ajuste y austeridad impuestas por gobiernos europeos y mundiales, tocan la misma música: desposesión y robo de las rentas salariales, de los derechos laborales de los trabajadores, en su tiempo de trabajo, en sus condiciones del trabajo, y, desposesión y robo de los derechos sociales de la mayoría social, para garantizar la tasa de ganancia de este capitalismo globalizado y financiarizado.
Roto el “pacto social” por innecesario, las políticas de guerra de ajuste y austeridad impuestas por gobiernos europeos y mundiales, tocan la misma música: desposesión y robo de las rentas salariales, de los derechos laborales de los trabajadores, en su tiempo de trabajo, en sus condiciones del trabajo, y, desposesión y robo de los derechos sociales de la mayoría social, para garantizar la tasa de ganancia de este capitalismo globalizado y financiarizado.
Esta vez, ni tan siquiera, la retórica puede “vender” un futuro mejor, allá sea “por las calendas de mayo”, a no ser que demos por bueno que futuro mejor se encuentra en empleos a tiempo completo, es decir sin limitaciones de jornada diaria, semanal o anual y precios salariales de “subsistencia pura y dura”.
Esta vez la sumisión al realismo, les impide a los “agentes sociales” y a la “izquierda de siempre”, la variedad de la “ingeniería social”, con sus variantes de “reparto del trabajo…gravar con impuestos al capital, a los ricos, a las transacciones financieras…” y el círculo en que se pudiera mover el “hipotético pacto” (más electoral que real), carece de cualquier radicalismo, lo cual no deja de ser un mero síntoma del cierre de la política y su reducción al campo de la administración de lo que constituye lo real: hay que bajar salarios drásticamente y desregular todas las condiciones laborales, profundizando, con este pragmatismo y realismo, la idea de un mundo inmodificable.
La debilidad de las fuerzas sociales y su carencia de cooperar en los conflictos, la destrucción ideológica que como tsunami se ha llevado a efecto en estos 36 años en las clases asalariadas, populares, por medio de hacer comulgar con un mismo credo a las mismas, el credo de que las sociedades solo progresan mediante la competencia, es un magma imposible de disolver, donde la condición sin la cual no es posible crecer – generar crecimiento, etc., etc.-, es plegarse a estar disponible en cualquier condición salarial y social, a lo que los capitalistas, empresarios y políticos, requieran.
Después de la Reforma Laboral del 2012 (Ley 3/2012), cientos de miles de trabajadores y trabajadoras han sido expulsados de los empleos, por despidos objetivos, basados éstos en la disponibilidad unilateral del empresario de decidir cuándo considera que va a tener menores ingresos, menores beneficios y/o supuestas pérdidas en el futuro o, simplemente que necesita reorganizar sus recursos, por causas organizativas, productivas, para garantizar que la empresa siga con la actividad o, simplemente “cerrar por cese de negocio”.
Los convenios se han visto alterados, bien en sus condiciones de trabajo (sistemas de turnos, jornada y ordenación de la misma, sistemas de retribución), bien en sus condiciones salariales: los empresarios se descuelgan de los incrementos pactados en los convenios, aduciendo dificultades económicas y bajan salarios en porcentajes suficientes para igualarse a “precios del mercado actual”.
La Reforma de la Negociación Colectiva, ha desatado una carrera feroz, voraz e indecente, por ver quién entierra “definitivamente” el derecho mínimo necesario que aún se encuentra en nuestro sistema laboral.
El campo competencial de la negociación colectiva, se abre de manera universal, a los nuevos sistemas de gestión de la mano de obra, a la desregularización de los derechos laborales y a gestionar el trabajo como un coste variable1. Y los salarios se desvinculan del precio de las cosas, de los bienes necesarios para la reproducción y la vida y, se ligan a la voluntad exclusiva del patrón en función de su tasa de beneficios y/o el precio –que no valor- de sus acciones en bolsa, es decir, el precio del trabajo torna en una variable dependiente de decisiones del “mercado especulador y financiero”.
Esto supone cambiar las reglas de juego, desvinculando los salarios del coste de la vida, a la vez que se entierra el poder contractual sindical: ahora es el mercado quien fija la condición salarial, no la fuerza desplegada por los trabajadores/as y sus sindicatos.
La falta de libertad en las relaciones laborales y, la violencia del poder del dinero, del capital y de sus gestores, en las relaciones laborales y sociales, nos remiten a una época anterior en condiciones de vida. Nos hacen “presentismo” de un futuro donde las monstruosidades sociales y políticas que se engendrarán en las décadas que están por venir, dejarán pequeñas las actuales.
Que duda cave que las luchas aparecen en estos ciclos y, además, en regiones enteras del planeta, donde la ausencia de libertad, injusticia y desigualdad, ha posibilitado la materialización de la indignación de las capas populares y abre el campo de lo posible a otros modos de organizar la sociedad, constituyendo un principio de posibilidad.
La CGT, los movimientos sociales, llevamos años y años trabajando por un mundo donde el modelo productivo y de consumo cambie las pautas de crecimiento seguidas para, de esta manera, dar una oportunidad a la vida en un planeta finito y con límites ecológicos. Un mundo donde las relaciones sociales no se base en la competitividad, sino en la cooperación y la solidaridad, donde los recursos, sean repartidos con criterios de justicia social y donde la autonomía de las personas, sea una realidad verdaderamente democrática.
Y sin renunciar al sueño, peleamos porque esto que tenemos, que esto en que nos han convertido, no sea el futuro-presente.
Desiderio Martín
1 El empresario considera que sólo pagará aquel trabajo necesario, cuando lo requiera sus necesidades productivas y por el tiempo necesario que requiera la producción y realización de sus productos. Es decir, el trabajo convertido en mercancía pura.
Fuente: Desiderio Martín