Una de las características de la crisis de legitimidad que soporta el régimen radica en su carácter sistémico y terminal, aspectos que se observan en el hecho de que el derrumbe del duopolio político hegemónico, integrado por los dos principales partidos del arco ideológico, el conservador PP y el socialdemócrata PSOE, va a acompañado de manera inexorable por el de sus “escoltas”. A saber, los llamados sindicatos mayoritarios CCOO y UGT y los medios de comunicación que tienen la misión de diseñar la agenda opinativa-informativa del statu quo. Todos ellos, cada uno a su tiempo y modo, se despeñan en la sima del desprestigio social y, por tanto, su influencia languidece exponencialmente mal que les pese.

Lo que sucede es que de tantos años  creyéndose la mamá de Tarzán, sin darse cuenta de que ya solo son meros zombis para gran parte de la ciudadanía, aún persisten en ensayar actos de agitación y propaganda para intentar movilizar en orden a sus intereses, directos e indirectos, a una población que hace tiempo dijo adiós a todo eso.

Lo que sucede es que de tantos años  creyéndose la mamá de Tarzán, sin darse cuenta de que ya solo son meros zombis para gran parte de la ciudadanía, aún persisten en ensayar actos de agitación y propaganda para intentar movilizar en orden a sus intereses, directos e indirectos, a una población que hace tiempo dijo adiós a todo eso. Esa es una de las lecturas que cabría hacer de la reciente presentación pública de sendos manifiestos sobre el contencioso catalán, ambos divulgados con especial profusión por el diario El País como abanderado de la Marca España y su Segunda Transición.Uno de estos manifiestos es el inmodestamente titulado Libres e iguales, y ha sido suscrito por un tinglado de escritores (con el Premio Nobel Vargas Llosa al frente ), periodistas de contrapuesta observancia política (Arcadi España Hermann, Tertsch, Jorge Martínez Reverte), empresarios de la jet (el Marqués de Griñón), un antiguo presidente socialista de la Comunidad de Madrid en la reserva (Joaquín Leguina), un ácrata doblado en zascandil aguirreista (Albert Boadella), un ex secretario general de los socialistas vascos ahora en el redil empresarial de las hermanas Koplowitz ( Nicolás Redondeo hijo) y hasta un líder de Comisiones Obreras devenido en asesor áulico de la patronal (José maría Fidalgo). Son los partidarios del sostenella y no enmendalla ante “la embestida separatista”. Como ha abducido uno de sus firmantes en un reciente artículo publicado en el periódico citado (Un manifiesto oportuno, Martínez Reverte, 16/07), “no se trata de un texto españolista sino a favor de la Constitución”.Excusatio nom petita, accusatio manifesta.
Llama poderosamente la atención esa veneración por la sagrada Constitución para instituir qué es políticamente correcto y qué no lo es por parte de un conjunto de personajes públicos a los que nadie ha oído antes la menor crítica pública cuando desde los poderes establecidos se ha vulnerado olímpicamente esa misma norma suprema. Por ejemplo, la reforma del artículo 135 para introducir de  matute en la Carta Magna la ideología de la economía neoliberal (ciertamente aquí Martínez entona un piadoso mea culpa) o el más reciente pero igualmente atropellador aforamiento exprés de Juan Carlos y su esposa. Un contexto patriótico sobrevenido que recuerda en sus momentos estelares aquel dicho de que la bandera suele ser el último refugio de los canallas.
El otro manifiesto tiene registros más sutiles. Lo han denominado Una España federal en una Europa federal, y responde como es obvio a las últimas exigencias del aparato de Ferraz en torno a una salida federal del problema catalán. Un texto que choca desde su mismo enunciado porque  como es notorio la nomenklatura del socialismo español se ha hartado de decir por activa y por pasiva que el modelo de comunidades autónomas que prescribe la C.E. supone una descentralización política mayor que la existente en muchas repúblicas federales de la Unión Europea. Confirmando que la memoria en la clase política es frágil, la proclama va avalada por un antiguo dirigente del PCE mudado al felipismo rampante (Nicolás Sartorius), antiguos cargos institucionales de la etapa socialista (Fernando Vallespin y Belén Barreiro), periodistas con vitola progresista de la vieja escuela y de la nueva causa digital (Joaquín Estefanía, José Antonio Zarzalejos, Ignacio Escolar, Jesús Maraña y Fernando González Urbaneja), un ex ministro de Zapatero que dijo amén a todas las políticas de antisociales aprobadas por aquel gabinete (el secularizado Ángel Gabilondo) y demás tropa de ese mismo aluvión. En esta ocasión, los abajofirmantes instan al consenso y a la reforma federal de la Constitución para una Segunda Transición.
Dos manifiesto, pues, distintos pero no distantes. Porque, salvo los consabidos parvenús de último recurso (Maraña o Escolar), ambos tienen la misma denominación de origen. Uno y otro vienen patrocinados por personas que callaron cuando, primero el gobierno del PSOE de Rodríguez Zapatero y más tarde el del PP de Mariano Rajoy, programaron sin contemplaciones la escabechina social. Sí, es cierto, los de la derecha bramaron cuando los ajustes y recortes procedían del PSOE y, a la inversa, los progres criticaron las barbaridades de sus adversarios del PP en el poder. Pero unos y otros, y todos juntos en plenario,  mantuvieron una exquisita y cómplice neutralidad ante el austericidio perpetrado en perfecta armonía por el tándem dinástico gobernante.
Por tanto, el intento de ofrecerse como alternativa de la sociedad civil llega tarde y sabe a cazo. Su receta de alternancia en el poder (22 años el PSOE y 11 el PP) ya no se la traga nadie. La clave  de la legitimidad que ha irrumpido con el espíritu del 15M está en otra parte, ajena a los códigos de su parasitada prédica. Porque la verdadera alternativa radica en la posibilidad de que el punto de vista de una minoría pueda convertirse en una mayoría. Y eso es lo que precisamente está ocurriendo en España en estos momentos, por muchos manifiestos, proclamas y declaraciones que salgan de los arsenales del sistema.
La impostura de estos sicofantes alcanza su climax cuando reivindican el sentido común, la lógica y la racionalidad para reconducir el debate sobre el derecho a decidir del pueblo catalán, y lo esgrimen nada más aceptar a dos carrillos el esperpéntico e irracional aforamiento civil y penal de un particular que ha sido rey  y su esposa, vaya usted a saber por qué. Toda una invitación a volver al pensamiento mágico, al universo del mito, al mundo pre-político, aquel que, como dijo el filósofo milesio Tales, creía que “todas las cosas están llenas de dioses”. Solo son Zombis que nos quieren gobernar.
Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid