Mouaouiya también tiene 18 años y es marroquí, pero pudo escapar de la patera y los bajos de los camiones gracias a un visado de vacaciones que obtuvo a través de una asociación estudiantil. Con él pudo entrar legalmente en Francia, desde donde llegó a Bilbao hace cinco meses. Pese a llevar tan poco en el País Vasco, ya es capaz de mantener pequeñas conversaciones en castellano. El curso de electricidad que está realizando le ha permitido familiarizarse con el idioma y conocer a vascos “muy majos, pero otros muchos piensan que todos somos ladrones”, se lamenta. Pasa el tiempo de ocio con los amigos del centro de acogida. Sigue yendo a rezar a la mezquita y afirma haber superado el miedo a la policía.
Del punto de encuentro lo que más le gusta es Internet y leer los periódicos. “Bailar, poco”, indica entre risas, por lo que no le atraen las discotecas ni la vida nocturna. Antes de descubrir el local de Azraf pasaba los días “viendo partidos en el campo de fútbol de Deusto, almorzando en el comedor de Cáritas…”
Aunque deja claro que resulta mejor que estar en la calle, no se siente a gusto en el centro de menores, en parte debido a la rigidez de los horarios : “Nos tenemos que levantar a las 7.30 y volver a las 10 de la noche”. Se le hace duro el clima frío de Bilbao, pero lo que sobrelleva peor es tener que encontrarse lejos de su familia : “Hablo con mis padres en el locutorio, pero les echo mucho de menos”. A corto plazo, no le importaría encontrar trabajo como electricista, pero su sueño es estudiar Física en la universidad.
Fuente: El País