Uno de los organizadores del Encuentro Internacional Anarquista nos brinda la oportunidad de desentrañar los detalles de la organización del evento y charlar un rato sobre anarquismo.

Aristides Pedraza es hijo de una familia anarcosindicalista. Su padre fue militante de la CNT y de la FAI, exiliado en los años 50, dando a parar en Suiza, tras pasar por África del Norte. Militó en las Juventudes Comunistas hasta que fue expulsado junto con otros compañeros, para terminar afiliándose a la CNT del exilio y a las Juventudes libertarias. 

 

¿Por qué el encuentro? 

Primero, porque es el 140 aniversario de Saint Imier y era importante reivindicar lo que expresó en aquel momento la corriente federalista antiburocrática (y parcialmente libertaria) del movimiento obrero.

¿Por qué el encuentro? 

Primero, porque es el 140 aniversario de Saint Imier y era importante reivindicar lo que expresó en aquel momento la corriente federalista antiburocrática (y parcialmente libertaria) del movimiento obrero.

En segundo lugar, porque dentro del anarquismo organizado hay voluntad de diálogo; las circunstancias históricas aprietan mucho y, o bien nos ponemos a pensar en las posibilidades de convergencia, o nos veremos sumidos en una sectarización que acabe cortándonos toda posibilidad de acción. Debemos abandonar las actitudes caníbales y tratar de comunicarnos con los compañeros que estén más próximos, en un mundo donde los grupos específicos de las organizaciones anarquistas estén en plena evolución, busquen y se hagan preguntas. 

Era una ocasión histórica, tanto para los compañeros de la Federación Anarquista Francesa de la región como para nosotros, para aprovechar este espíritu de apertura y de voluntad de diálogo, además de un intercambio de experiencias profundo. Este encuentro tiene la intención de que aprendamos los unos de los otros, de ver cómo manejamos la lucha social para avanzar.

Se ha podido llevar a cabo a sabiendas que hay, claro está, grandes (y no tan grandes) diferencias. Pero es mucho más lo que nos une que lo que nos separa y son más las posibilidades de pensamiento común que de ruptura. En esto hemos avanzado históricamente y esto es verdaderamente una alegría, algo muy importante. 

Quisiera destacar el apoyo y patrocinio (aunque no oficial) de un tercer componente que ha desempeñado un papel fundamental en la organización de este encuentro: el bloque anarcosindicalista y sindicalista revolucionario, así como los simpatizantes libertarios que están en un sindicalismo de base que, sin ser históricamente nuestro, está culturalmente próximo a nosotros. Este apoyo a propiciado una conjunción importantísima de fuerzay energía. 

¿Cómo ha sido el organizar este encuentro?¿Ha habido problemas? ¿Qué ha supuesto para ti? 

La organización de este encuentro ha sido, sinceramente, muy compleja. Yo diría que los que hemos trabajado en cuestiones culturales (de coordinar debates, etc.) hemos tenido la parte menos dura. Dentro de la complejidad que supone la organización de este encuentro, nosotros hemos desempeñado las funciones más sencillas. Aquí, quien ha tenido que arrimar más el hombro, ha sido la gente que ha llevado las cuestiones administrativas, organizativas y después prácticas. Ellos han hecho esto posible no ahora, sino meses antes. 

Ha habido también un inmenso trabajo material anterior y posterior al encuentro, en el cual la colaboración entre la gente ha sido muy buena. Hemos demostrado, dentro de nuestros límites, tener una capacidad de manejar asuntos muy complejos desde el punto de vista organizativo, así como desde el punto de vista político.

Hacer el encuentro en este país, con estas características, ocupar un pueblo pacífica y cordialmente durante tantos días, no era tarea fácil. Todo esto se ha logrado con equipos de compañeros verdaderamente magníficos que han sido capaces de integrar este trabajo común mucho más allá de todas las diferencias organizativas y sin ambición de meter la sigla, la pegatina o la bandera a toda costa.

Tanto los que pertenecen a un colectivo determinado como los que no, han podido participar plenamente en este encuentro. Aquí no se ha escondido ninguna bandera. Todos sabemos quién es quién, de dónde venimos, a qué pertenecemos; pero la gente ha sabido no caer en una actitud de competencia entre organizaciones. Además creo que los participantes han entendido– y esto me parece muy importante– que con el espacio que se abre hay trabajo para todo el mundo. Hay espacio para tus siglas, para lo que eres en todo momento. 

Somos organizaciones pequeñas, grupos pequeños que se tienen que enfrentar y dialogar con sociedades complejísimas, con clases populares enormes. No podemos llegar con el propósito de tener abstractamente constituida una línea que se aplica de manera homogénea a todas las situaciones. Tenemos que estar abiertos a las experiencias que otros llevan a cabo porque nos pueden servir, a la hora, por ejemplo, de advertir a tiempo nuestras limitaciones en una determinada intervención que, en caso contrario, no percibiríamos inmediatamente.

Esto es el espíritu federalista, el libre acuerdo, la cohesión, el respeto… en este tipo de cosas me parece que hemos avanzado; lo que no quita que tengamos diferencias bastante serias desde el punto de vista de cómo hay que concebir la estrategia y de lo que es, por ejemplo, hoy en día, el “abrir“ la teoría libertaria. No obstante, hay verdaderamente una base material y subjetiva muy buena.

Considero que el anarquismo no es equiparable al marxismo-leninismo; nosotros somos muy diferentes desde el punto de vista metodológico. Somos como una máquina de la guerra social, con una capacidad de captar acciones y pensamientos que surgen en otros lugares y que más tarde integramos y sistematizamos. 

¿Cuál podríamos decir que es el objetivo del encuentro y qué crees que supone o supondrá para el anarquismo en general? 

En este punto debemos de ser modestos…

Uno de los objetivos era encontrarnos en algunos miles, que no está mal, no está nada mal.

Queríamos también intentar multiplicar lo que el anarquismo tiene que decir sobre una gran variedad de problemas; me atrevería a afirmar que hemos cumplido ambos propósitos. 

Se ha hablado de todo: desde geografía hasta actividades internacionales; desde la lucha de los metalúrgicos de Italia y conocer cómo nos situamos ante el sindicalismo italiano, hasta cómo trabajar y empujar las revoluciones árabes. Se ha hablado de teoría, se ha hablado de historia…

Ha habido también una serie de cosas muy interesantes en cuanto al material existente en la librería: se han traído libros y documentos que muchos creían desaparecidos. Todo esto se traducirá en un gran empuje cultural teórico, así como en una apertura y una mayor capacidad a la hora de tratar temas. 

Hasta cierto punto, con todos los límites existentes, hemos demostrado ser un movimiento inteligente capaz de hablar de infinidad de asuntos que nos atañen. Tenemos cosas que decir sobre lo que es la vida y la liberación de la gente, la gente corriente. No somos un grupo particular encerrado en guetos aislados; somos trabajadores de a pie, como lo eran nuestros padres y nuestros abuelos. En este encuentro se ha hablado a la gente y la gente ha hablado entre sí. 

Otro objetivo lo diré claro y sin dar muchos rodeos: nosotros anhelamos que el proceso de diálogo entre los grupos específicos y sus organizaciones internacionales se enriquezca y evolucione. Queremos poder tratar lo que nos separa y profundizar en lo que convergemos, poder formar estructuras estables de coordinación y de intervención internacional.

Estamos por el desarrollo de la red europea de sindicatos alternativos y de base que, aunque no es puramente anarcosindicalista, en ella se encuentran los anarcosindicalistas y los sindicalistas revolucionarios. Para nosotros es una esperanza y una necesidad que las corrientes del sindicalismo revolucionario y libertario –partiendo de la modesta pero muy exigente definición de la carta de Amiens de 1904– puedan hablar, intercambiar y ayudarse. Consideramos que en ningún momento debemos separarnos del sindicalismo de base. Hemos de aportar nuestra contribución y aprender de gente que tiene otras trayectorias y no obviar aquello que se esté haciendo en el presente.

Por ejemplo, no perder de vista la lucha que llevan los sindicatos de base en Italia con los intentos de huelga general y movilización. 

El Estado español está viviendo un avance importantísimo en materia de resistencia social y de alianza de sindicatos de lucha. El desarrollo del Bloque Rojinegro (CGT, CNT y Solidaridad Obrera) es algo que hay que cuidar con esmero; algo a lo que imprimirle una voluntad y un empeño decisivos. 

Aprovecho aquí para decir que hemos descubierto estos últimos tiempos una organización como Solidaridad Obrera, que sólo conocíamos por su página web y que nos ha parecido muy interesante. Claro que no es nuestro lazo tradicional con CGT, pero se abren las cosas; hay que abrir, hay que tener la pasión inmensa de abrir, de volver a federar, con todo el tiempo que haga falta, pero de volver a federar y de volver a dar cabida a gente que se sienta próxima a Juan Peiró hasta aquellos que se inclinen más por un Francisco Ascaso –aunque no estaban tan distanciados como la gente puede pensar–.

Esta es la ilusión mía a mis 60 años, porque es la herencia de los y las que nos precedieron que fueron grandes. Es una especie de deber histórico, pero sobre todo es un arma cargada de futuro. 

Entonces, ¿podemos decir que el movimiento internacional mantiene la suficiente cohesión a día de hoy? 

El movimiento internacional tiene, a día de hoy, condiciones suficientes para poder desarrollar la cohesión. 

¿Piensas que sigue vivo el espíritu de los fundadores de esa Internacional Antiautoritaria? ¿Estarían orgullosos del desarrollo de su pensamiento a día de hoy? 

Pues yo creo que estarían bastante orgullosos. Pienso, por ejemplo, en James Guillaume, que era un hombre inteligentísimo e infinítamente más abierto de lo que piensan los dogmáticos. Creo que máximas que pudieran tener Guillaume o Miguel Bakunin, han sido desarrolladas y enriquecidas a lo largo de este encuentro. 

El intento de la Internacional Antiautoritaria fue no sólo un intento anarquista: fue una tentativa de unidad del movimiento obrero antiburocrático; de voluntad de combatir la delegación y desarrollar la acción directa pública.

Lo que no podemos pretender es que los compañeros de 1872 nos den la solución definitiva a todas las cuestiones que se nos plantean. Eso es una gilipollada. Pero hay unas bases de método, de maneras de ver y de encauzar los problemas que indudablemente están en los acuerdos de Saint Imier. 

Creo que en cada uno de los ámbitos –desde el campo de la lucha social hasta el campo teórico, filosófico, antropológico, etc.– tenemos una posición muy buena y una gran capacidad de captación. El anarquismo está, intelectual y políticamente, en consonancia y correspondencia con estas luchas y eso es algo importantísimo que no veíamos desde los años 20.

Es cierto que ha habido movimientos de vanguardia –como el grupo Socialismo o barbarie o movimientos interesantísimos que nos han salvado la vida, como el del 68– pero, encontrarnos con opciones de ganar la batalla de la hegemonía cultural, es algo que no se ha dado antes.

Esto nos da la posiblidad de construir masivamente en el campo de la lucha social; vivimos un momento históricamente nuevo porque las posibilidades son mucho más grandes y las interposiciones considerablemente menores que en la época del 68, o que la lucha de la autonomía obrera en Italia (1973-1980), o que en la salida de la dictadura en el Estado español; donde tuvimos, en un momento dado, una especie de nudo de fuego enorme que no supimos aprovechar o que, tal vez, no se podía aprovechar tanto como se pensaba. 

Ahora tenemos algo que es mucho más amplio y que, bueno, sé que es una cosa que enfada a mis compañeros pero yo lo digo igualmente: estamos ante una crisis fundamental de lo que la izquierda supone en la sociedad, de lo que en términos de lucha representa la izquierda. Conocemos la ruina de marxismo-leninismo o la mutación profunda y prácticamente irreversible de las fuerzas socialdemócratas.

El espacio que resta para fuerzas reformistas de izquierda como pueden ser Die Linke o Izquierda Unida en España, es escaso e insuficiente . 

La batalla particular en América Latina contra los modelos neoreformistas que, por primera vez desde los años 20, ofrece la posibilidad de pensar con calma en lo que los anarquistas proponen, se da no porque la gente se adhiera al anarquismo, sino porque empiezan a ser conscientes de que el futuro en materia política tiene que ser hecho por ellos mismos. Para decirlo de manera Espinoziana: se dan cuenta de la importancia de acumular potencia frente al sistema porque éste no reacciona ya en los cuadros de los compromisos habituales. Alcanzar este nivel de consciencia y de conciencia, tiene un valor inmenso.

Hay en todas partes brotes formidables de la política de acción directa popular –la experiencia de los compañeros de Chiapas, las experiencias de autogobierno– que crean las condiciones para que lo que va más allá de ella pueda ser escuchado, pueda pasar a ser un sentir común en un espacio social de resistencia, un sentir común de izquierda si se prefiere.

Tenemos que saber que la política nuestra es ir hacia la gente; estar con la gente y ayudar en cada momento, en cada lucha; apoyarles para dar un paso más de libertad, de emancipación, un euro más de sueldo; impedir que se explulse o expediente a la compañera; que la persona que está sola no se suicide sola; que el niño en la escuela pueda ser ayudado contra la selección.

Tenemos que llevar una política de emancipación de todos los días, cotidiana, en cada pequeña cosa de la vida; porque en cada pequeña cosa de la vida la dominación del capitalismo biopolítico entra. 

El capital y el Estado, que son lo mismo, tienen el proyecto de controlar cada aspecto en nuestra vida; y no sólo cada cosa en cuanto a la velocidad a la que manejamos la máquina, sino cada cosa que sentimos, cada cosa de nuestra inteligencia, de nuestra relación con los demás, de nuestra sensibilidad.

Nosotros tenemos que ser liberación, contrapoder, poder popular, en cada cosa mínima de la vida; no hay cosas modestas para un revolucionario, al contrario, contruimos a partir de las cosas modestas.

Siempre recordamos la CNT, y con qué cariño, por las proezas de su comité de defensa, por ejemplo, o por la clarividencia de Mujeres Libres –la mayor organización feminista proletaria de todos los tiempos– que influyeron en el movimiento de manera decisiva.

Todos estos compañeros, hombres y mujeres colaborando durante la huelga general de Zaragoza para sacar a los niños de la ciudad, repartirlos por toda la geografía española y permitir que la huelga continuara; y el resto de compañeros acogiendo a esos niños con ternura…

Este tipo de cosas que nuestra organización ha sido capaz de hacer, son tan importantes como la insurrección. Tan importantes como el 19 de Julio en Barcelona. 

¿Cómo crees que ha sido la evolución del anarquismo desde ese primer congreso de la Internacional de Saint Imier hasta el que nos encontramos en el día de hoy? 

En este punto tenemos que ser muy forzosamente esquemáticos: 

Podemos decir que el anarquismo conoce períodos de retracción y períodos de difusión.

Los períodos de retracción los podemos analizar en base a una voluntad paroxística de alcanzar inmediatamente el ideal cuando las fuerzas sociales que lo pueden realizar no existen. Un ejemplo de período de retracción podría ser La propaganda por el hecho, este es un período, en mi modesta opinión, de contracción.

Después viene un período de inmensa inventividad social, que es no sólo el sindicalismo revolucionario: es la apertura del sindicalismo por ejemplo a vanguardias intelectuales y artísticas. El período del sindicalismo revolucionario ha sido seguramente uno de los períodos más interesantes y en el que tendríamos que trabajar más. 

A partir de la Primera Guerra Mundial, existen hechos que hacen cambiar totalmente la manera en que el anarquismo está en el mundo.

El anarquismo hasta 1914 tuvo, en cierto modo, una situación de monopolio revolucionario ante una socialdemocracia institucional: el anarquismo representaba la revolución. En un momento dado vino la barbarie de la guerra, la revolución bolchevique… lo que desencadenó rápidamente la figura de un totalitarismo de izquierdas que sí había previsto Bakunin. De repente ya no se trataba de preveer en los libros, se trataba de que se abrían los campos de concentración y se mataba a la gente de un tiro en la nuca en los sótanos de las comisarias.

Posteriormente el fascismo y más tarde el movimiento anticolonialista.

En cada uno de estos periodos, el anarquismo ha afrontado la situación y creo que hay que entender que las compañeras y los compañeros les hicieron frente en un proceso efectivamente político.

Los anarquistas hemos intentado enfrentar situaciones complejísimas en las cuales hay que reconocer a los compañeros y a las compañeras el derecho de equivocarse.

Yo cuando oigo decir: «García Oliver, traidor», me resulta insoportable. García Oliver se equivoca pero no es un traidor. Hay que tener respeto y comprensión no sólo para las personas, sino también para los procesos políticos, que son complejos. 

Nosotros salimos vencidos de la confrontación con los poderes burgueses clásicos, con los poderes de tipo imperialista, colonialista, con los fascismos y con los estalinismos. 

El movimiento vuelve a entrar entonces en un periodo de retracción terrible y después ¿quién salvó al movimiento? Las luchas sociales, la inmensa rebelión antiautoritaria, el 68… Nosotros no hacemos el 68, hacemos un poco, pero el 68 nos salva, nos da campo de difusión.

A partir de ahí el movimiento camina, mal, pero camina.

Actualmente estamos en un periodo donde han caído los capitalismos de Estado, donde han fracasado prácticamente todos los procesos de liberación nacional de tipo anticolonial. Nos encontramos ante un momento en el que el capitalismo es a la vez transnacional; donde la base de los estados clásicos y las soberanías nacionales están cambiando; donde se están reestructurando las fuerzas de encuadramiento del sistema – lo que nosotros llamamos los poderes de mando y el cuadrismo–. 

El capitalismo ha perdido las bases, para decirlo en palabras de Proudhon, de «equilibrio».

Ya no tiene la capacidad de compromiso que tenía hace 40 años con el compromiso fordista, por ejemplo. Estamos ante un sistema donde no se reconocen límites ni en la valorización del capital ni en la valorización del poder.

En este momento, cada lucha, por modesta que sea, representa hoy en día una lucha contra la lógica totalitaria del sistema. En este momento se están dando las condiciones históricas nuevas de correspondencia, en el sentido Baudeleriano, de resonancia del anarquismo con esta realidad social. 

El sistema no tiene contrapoderes, no genera contrapoderes. Está borracho de sí mismo, borracho de su capacidad, borracho de sus audacias.

Sorel habla de la audacia de los sindicalistas revolucionarios a la hora de enfrentar los sistemas y de la audacia de la clase burguesa; dice que está bien que ambos seamos audaces para que nos veamos las caras. El problema es que esta gente tiene una audacia y una arrogancia infinitas y han salido de todos los compromisos insitucionales estratégicos en que vivían.

¿Adónde van? Ni ellos lo saben. ¿Quién sabe, hoy en día, cómo hay que tratar el papel de la deuda y por qué la deuda se ha vuelto el instrumento de gubernabilidad por excelencia de una parte de la estrategia del sistema? ¿Adónde vamos? No lo sabe nadie, esa es la realidad. Ni puñetera idea. Ahí entramos nosotros; por poco que demos los frutos serán inmensos. Lo poco que tenemos hemos de darlo con audacia y, después, ya veremos. 

Hay que hacer propuestas. Hay que tener una propuesta y ésta no puede ser la kropotkiniana del autoabastencimiento y la autarquía del pueblo pequeño (aunque también tenga cosas interesantes).

Nuestra propuesta tiene que tener el respiro de lo que piensan, por ejemplo, Diego Abad o Isaac Puente – planteando la tensión entre la socialización indrustrial y la comuna–.

Es decir, planteando aquello que corresponden a lo que estamos discutiendo hoy y a cómo construimos una propuesta de sistema político y de derecho antiestatal. 

Pienso, por ejemplo, en las propuestas desde la pluralidad de Joan Peiró, o de la República Socialista Federativa – que tan grande fué y tan ignorada está– y de la reflexión tan magnífica de los compañeros del anarquismo español.

Siempre se dice que los españoles hemos aportado al anarquismo pocas cosas teóricas. Es injusto; no hemos sido tan brillantes como otros pero el movimiento anarquista español ha pensado, por ejemplo, profunda y radicalmente en la pluralidad.

Nosotros no podemos plantearnos el monopolio revolucionario porque somos gente que viene de una actitud que fusiona ética y política, y porque somos un movimiento de libertad.

Esto se traduce en la necesidad de inventar formas de coexistencia entre sistemas sociales o políticos que en un momento dado pueden ser diferentes y que, al ser diferentes, necesitan una base común de derechos garantizados colectiva o individualmente. 

Esto ya lo pensaron nuestros abuelos en los años 30 pese a que no lograron terminarlo. Todo se degradó en cierta medida durante la guerra, es verdad; pero hubo un verdadero intento práctico y teórico sobre todos los planos –incluido el plan militar con las milicias confederales, etc.– de una inmensa riqueza para nuestros días.

Ellos ya se hicieron estas preguntas: ¿Cómo hacer que exista un sector cooperativo autogestionado que pueda escapar a las leyes del mercado, que las enfrente? ¿A partir de qué momento interviene la ruptura con el capitalismo? ¿Cómo vamos desfragmentando el Estado y creando poder popular? ¿Qué es la revolución? ¿Cómo la vemos? ¿Cómo la planteamos? ¿Cómo seríamos incapaces de plantearla?

No tenemos la respuesta exacta, pero sí sabemos que el insurrecionalismo clásico es una cosa impensable hoy en día.

Todas estas cosas son las que tenemos en el tesoro de la familia… 

¿Qué crees que ha fallado para que, tras más de un siglo de anarquismo, no hayamos alcanzado las cuotas que tienen el marxismo, el capitalismo e incluso los fascismos? ¿Por qué a pesar de ser una filosofía más o menos extendida, seguimos siendo una ideología minoritaria? 

Menos minoritaria que el socialismo, que ha desaparecido radicalmente. Menos minoritaria que la socialdemocracia clásica, que ha desaparecido totalmente –pueden decir que Rubalcaba representa la socialdemocracia pero eso no se lo cree nadie–. 

Si medimos hoy como fuerzas de vida –como pasiones alegres que diría Espinosa– lo que es cada uno de los sectores de la izquierda, yo no creo que hayamos fracasado.

Hemos sido vencidos, masacrados, censurados; pero que hayamos fracasado, no. Y además no lo digo porque seamos muy simpáticos y los mártires sean siempre simpáticos. No. Digo esto porque, desde un punto de vista intelectual y de relación al movimiento social, nosotros estamos aquí con unas propuestas que tienen la coherencia y la capacidad para ser efectivas.

¿Y la socialdemocracia? ¿Qué efectividad tiene la socialdemocracia? Bueno sí, vale, Chávez. ¿El qué? ¿El nuevo modelo reformista de redistribución de la renta petrolera? Nos alegramos por todos los pobres venezolanos que ahora pueden tener algo de mejora en su vida, pero la cuestión no es esa.

Todos sabemos que el proyecto reformista de izquierda no vale un bledo. Y si no, miremos Izquierda Unida de Andalucía, o miremos Die Linke o mañana Mélenchon. 

Los anarquistas llevamos un proyecto que es simple, porque depende de cada uno y cada una de nosotros; llegamos, intentamos formar un grupo en el barrio, un comité de parados, una sección sindical, una cooperativa, algo de escuela dentro de la escuela oficial –o después de la escuela oficial o paralela a ella– y cada cosa que hacemos es de verdad.

Lo decían los viejos y creo que es profundamente verdad: nosotros no estamos en el poder, pero esto no quiere decir que no negociemos con el poder; con el poder negociamos todos los días. 

A demás nuestra fuerza no radica en lo que nos da el poder, y la socialdemocracia se pierde como socialdemocracia porque lo principal para ella es estar en el poder.

La fuerza de extrema izquierda, por ejemplo, o compañeros de proveniencia marxista, marxistas-revolucionarios, troskistas… quieren hacer cosas, quieren avanzar pero tienen el problema de que viven políticamente de la delegación. Nosotros vivimos políticamente de la subversión de la delegación.

Por esto podemos decir, muy tranquilamente, que no somos fracasados, como no es fracasada la vanguardia surrealista. Además, ¿cual es el período histórico que permite juzgar el fracaso? 

Cada cosa modesta que podamos hacer, cuenta. Son pasos pequeños, no es la revolución que nos gustaría hacer pero día a día se va creando tejido social.

Favorece lo que Oscar Negt –último gran heredero de la escuela de Frankfurt– llama el » espacio social proletario plebeyo». Fomenta la creación de relaciones sociales, de referencias culturales, de símbolos que nos permiten cambiar el mundo.

Nosotros somos anarquistas, somos gente modesta de base, cambiamos el mundo desde la base. 

¿Qué papel crees que debe cumplir el movimiento anarquista en este tiempo de crisis en el que, irremediablemente, nos vemos inmersos? 

El movimiento anarquista tiene que cumplir, a mi parecer, dos papeles muy simples –que son los de siempre más una enorme carga de innovación añadida – y son los siguientes:

En primer lugar, el movimiento anarquista ha de tener un proyecto que sea claro, oíble; que permita la integración de las mediaciones necesarias y el problema de la pluralidad (República Socialista Federal). Dejar a un lado la arrogancia del monopolio revolucionario, ser capaces de pensar la confrontación entre sistemas diferentes con una base de derechos iguales y de federalismo complejo; esta es una de las cosas que tiene que hacer, en primer lugar, el movimiento anarquista. 

En segundo lugar, hay que ir al encuentro de las resistencias, de las luchas y ayudar a la gente a organizarse. No podemos escondernos detrás de la autoorganización; hay que ir a la gente estén donde estén. Cualquier cosa es buena: un grupo de mujeres que se reúne contra la violencia de género o contra la imposibilidad de pasear de noche sin que le vengan a molestar o agredir; una sección sindical; una cooperativa para hacer pan… todo es bueno, pero hay que estar allí. Hemos de tener volundad militante, hemos de salir de los locales e ir a preguntar: ¿Aquí en este barrio qué pasa?, ¿en esta empresa qué pasa? Donde sea, donde estemos. Empezar ahí, coordinar. 

Después, claro, viene el cómo construimos la estrategia, qué tipo de consignas hay que lanzar sobre los problemas de huelga general… en fin, todo esto son problemas complejísimos.

¿Tiene el sindicalismo de base en Italia que hacer únicamente llamamientos a la huelga general? ¿Cómo juzgamos la evolución de la acción? ¿Cómo se desarrolla hoy en día el movimiento feminista ganado, en gran parte, por el ascenso de la mujer en el aparato de encuadramiento? Todos estos problemas habrá que resolverlos. Habrá que ponerse a luchar. 

¿Podrías hacer una valoración del encuentro? 

No podría hacerla aún ya que el encuentro todavía no ha terminado pero, si todo sigue como hasta ahora, nos está dando la base para organizar otras cosas del mismo estilo, con la misma dinámica, en otros lugares del mundo donde se abre frente para el anarquismo. 

Entonces, ¿habrá un segundo encuentro? 

Aquí hay gente con la fuerza y la voluntad de trabajar en base a este tipo de dinámicas en otras zonas, por ejemplo en África del Norte; el espacio euromediterráneo– en el cual la CGT juega un papel decisivo –es un ámbito que definitivamente hay que trabajar.

Sea como sea, espero que el próximo encuentro cuente con una presencia fuerte e institucionalmente construida de los sindicalistas revolucionarios y los anarcosindicalistas.


Fuente: RyN