Esta semana el consejo constitucional francés se pronunciará sobre la validez de la reforma de las pensiones llevada a cabo por el ejecutivo de Elisabeth Borne, primera ministra del país y defensora a ultranza de una reforma cuestionada por sindicatos, organizaciones socioambientales y por la mayoría de los trabajadores. La decisión de estos nueve miembros podría desbloquear la tensa situación que viven desde hace casi cuatro meses las clases trabajadoras francesas. En caso contrario, la determinación parece incuestionable y las ganas de seguir luchando hasta la retirada definitiva de la reforma se vislumbra a día de hoy como la única solución possible.
En este contexto de movilizaciones masivas, hemos querido traducir y publicar esta entrevista a Simon Duteil, co delegado nacional de unión interprofesional Solidaires, sindicato hermano de CGT en Francia, combativo, democrático y de transformación social, en la que aborda algunas de las claves del logro histórico actual: una intersindical unida al completo desde el comienzo de las protestas. Esta estrategia inaudita se mantiene fuerte a pasar de las diferencias políticas entre los 8 sindicatos que la componen, siendo, no obstante, objeto de críticas desde algunos sectores por falta de radicalidad y firmeza.
¿Qué balance hace de estos tres últimos meses de movimiento social, tanto a nivel global como a escala de vuestra unión sindical?
Un balance bastante extraordinario. Pensamos que tenemos los medios para ganar en la cuestión de la reforma de las pensiones. Evidentemente, todavía no se puede hacer un balance final – eso será cuando obtengamos la victoria. Pero el movimiento es muy fuerte, determinado, capaz de ganar. No siempre ha sido el caso en los últimos tiempos, aunque se piense que la movilización salió victoriosa en 2019-2020 con la retirada total de la reforma por puntos. Este movimiento es esperanzador. La unidad intersindical ha sido la que ha permitido generar un movimiento de masa, convencer a una parte importante de los trabajadores y las trabajadoras de que era necesario movilizarse. Ha permitido generar confianza, al mismo tiempo que nos ha permitido mantener nuestros propios modos de expresión. Solidaires participa en las convocatorias de la intersindical, pero no se conforma con seguirlas. En repetidas ocasiones, hemos sido capaces de ir más lejos. Y así seguimos, pues convocamos acciones todos los días. Llamamos a apoyar las huelgas prorrogables, de la misma manera que habíamos llamado a llevarlas a cabo a partir del 7 de marzo. Para el sindicalismo, este momento es muy importante: a pesar de las enormes diferencias que existen entre nuestras estructuras sindicales, hemos conseguido demostrar que podíamos encontrar puntos de acuerdo y que podíamos, sobre todo, no poner siempre los desacuerdos en un primer plano. Aquí y ahora tenemos un objetivo común: la retirada de la reforma.
La intersindical acaba de pedir, a través de la voz de Philippe Martinez, una “suspensión” del proyecto de reforma, y una “pausa” a través de la de Laurent Berger. ¿Cómo se posiciona Solidaires ante esta propuesta que representa para muchos un retroceso?
La intersindical no ha pedido la “suspensión” de la reforma. Hace unos días, se propuso en la intersindical que se presionara para solicitar una mediación basada en “en las empresas, cuando se bloquea demasiado, se hace para desbloquear”. Y quien dice mediación dice suspensión. Pero no se ha ido más lejos. No hemos dialogado o afinado la cuestión. Ha habido declaraciones de algunos miembros de la intersindical que han podido ser sobre interpretadas en los medios de comunicación: de momento, no es una línea validada ni por la intersindical ni por Solidaires. Sin embargo, hay que evitar gritar que viene el lobo en lo que concierne al significado de la palabra y al posible sentido del planteamiento. La idea de fondo es seguir presionando al ejecutivo en su atrincheramiento y sus contradicciones. Que yo sepa, ningún sindicato está preparado para negociar o ceder en los 64 años. Seamos claros: una suspensión firmaría la sentencia de muerte de esta reforma por un poder que lleva meses reclamando que la reforma debe aplicarse a partir del verano de 2023. Para Solidaires, es una opción “secundaria”, que debe ser añadida en las correlaciones de fuerzas globales. Para nosotros, solo son complementos a la lucha. Nuestra práctica central sigue siendo la construcción de la correlación de fuerzas a través de la huelga -preferiblemente prorrogable, aunque ya hayamos visto las dificultades que puede conllevar-, a través de acciones para bloquear la economía, y a través de manifestaciones masivas. La intersindical es pluralista en sus prácticas, así que hay que adaptarse. Pero lo que cuenta, al fin y al cabo, es ganar, es decir, lograr la retirada de la reforma y utilizar todas las herramientas que estén a nuestra disposición para doblegar al gobierno.
Según usted, ¿qué queda por hacer, y con qué estrategia?
Hay que ganarse la confianza de más gente todavía. Una de las dificultades evidentes es la cuestión económica. Esta constituye la principal razón por la cual algunos no pueden implicarse más fuertemente en la movilización, y no el hecho de que no crean en ella. La situación general de los salarios y de las prestaciones sociales es tensa, y ahora con la inflación a la que estamos sometidos desde hace un año y medio todavía más. Es evidente que la huelga general es difícil para muchos. La estrategia, por tanto, es presionar para que se lleven a cabo acciones todos los días, si es posible. Lo que queremos, es un desbordamiento, en el sentido literal. Es decir, que la movilización sea tan potente, tan fuerte, que desborde, y que obligue a Macron a no promulgar la ley, o al Consejo constitucional a frenarla. Nos da igual quién suspenda la ley: lo que cuenta es la correlación de fuerzas global. Lo que puede ser decisivo en los próximos días es un aumento de la movilización de la juventud. Hemos sentido a la juventud estudiante firmemente presente en las calles. Ell jueves 23 de marzo, había más gente. ¿Será un efecto ligado al 49.3, a un enfado democrático que se añadiría al enfado social? ¿O algo más profundo? La actual crisis social y política está empujando a mucha gente a reaccionar y a decirse: “Hay que ganar en la cuestión de la jubilación, pero esto no significa que no vayamos también a intentar ganar más cosas”.
Justamente, imaginemos que este movimiento salga victorioso y que Macron retira su reforma mañana: ¿cómo seguir luchando para ganar otras reivindicaciones relacionadas con el trabajo?
Esto dependerá de la movilización en ese momento. Puede producirse un “efecto victoria” que pare las movilizaciones, pero también puede haber un efecto “ahora que hemos llegado hasta aquí, vamos a tener que ir más lejos”. Siempre es una posibilidad. Pensamos que el sindicalismo saldrá reforzado de esta secuencia, que habrá más personas sindicadas, y por tanto más personas comprometidas en las luchas laborales. Dará fuerza a la acción colectiva. Una victoria nos permite recordar que son las y los que luchan y trabajan los que hacen avanzar los derechos sociales. Pero también da confianza en el fondo. Luchamos contra la resignación, contra esta forma de creer que nunca podremos vencer, por fuerte que sea la movilización. Este es el discurso típico de las encuestas: “Se promulgará de todos modos”, “Será complicado”. Pero aquí, estamos hablando diez días después de la aprobación por el 49.3, unos días después de la jornada de movilización sin duda más potente que ha habido en cuanto a gente en la calle y determinación. Y eso que no hemos tenido ni tres semanas para prepararnos para este día. Todo eso es esperanzador.
En 2018, Théo Roumier, de Sud Éducation, nos decía que “en lo que concierne al diálogo social, es la patronal la que impone su agenda, sus temáticas, su calendario, su ideología, nos estafaron”. Al fin tenemos la impresión de que estamos imponiendo nuestra agenda, que la correlación de fuerzas puede invertirse.
Sí, lo que se ha llamado “diálogo social” en los últimos veinte años traduce, en general, la voluntad del Estado de imponer una agenda. Théo lo resumió muy bien. En 2019, el movimiento sindical, iniciado por la RATP, había impuesto su propio calendario. ¡El gobierno no quería que se hablara de las pensiones en ese momento! Lo había planeado para 2020. Se vio obligado a salir de su escondite y al final perdió en esa jubilación por puntos. Este año, ha decidido pasar a mayores, apostando por la ausencia de unidad intersindical. Por eso está asustado. Las declaraciones de Macron consisten en decir que pasará a otra cosa, que ahora se centrará en otras medidas [la RSA, la reincorporación al trabajo, nota del editor], ¡pero no! No puede pasar a otra cosa: la movilización está ahí. Las otras cosas, también vienen del movimiento social. Ayer, hubo una gran acción en Sainte-Soline contra las mega-cuencas. Hay concentraciones previstas contra la ley Darmanin sobre inmigración, contra la cual seguimos luchando aunque ya esté muy avanzada. El próximo sábado habrá manifestaciones contra las consecuencias del final de la tregua invernal en el acceso a la vivienda. Gracias a la lucha social, el calendario que quería proponer este gobierno está muerto. Somos nosotros los que lo estamos imponiendo ahora. El gobierno y, detrás, la patronal, quisieran que la página pasara rápido. No. No va a suceder. Al menos, no mientras podamos movilizarnos masivamente.
Lo mencionaste antes: la gran fuerza de este movimiento es la unidad intersindical. También es un punto de inflexión. Porque muchas veces se ha señalado a los sindicatos como responsables de los fracasos de los movimientos sociales.
Ya vemos decenas de miles de personas que se han sindicado desde el inicio del movimiento, en las diversas organizaciones sindicales. Nosotros, en Solidaires, tenemos prácticas y valores que no son los de todas las demás organizaciones. Hay algunas con las que solemos llevarnos mejor que con otras. Y, sin embargo, aquí hemos logrado acordar una manera de avanzar. Después, un movimiento se inventa a sí mismo. No es una mecánica, y no basta con haber estudiado la historia para saber cómo evolucionará, aunque eso obviamente nos ayuda. Este movimiento es sorprendente, lleno de giros. La unidad ha servido y volverá a servir en el futuro. Porque queremos mostrar que hay estructuras sindicales diferentes, sin perder el tiempo en desvalorizar a las demás. Es algo que podemos aprender a hacer políticamente, ya que hemos logrado hacerlo durante varios meses. Finalmente, hay que tener en cuenta esta realidad: hay lugares donde todos los sindicatos están muy fuertemente representados, hay sectores profesionales donde hay muchas opciones sindicales. Pero en muchos otros lugares, es un desierto sindical. Una gran proporción de trabajadores hoy en día no tiene acceso a esta herramienta. Si al final de esta movilización sale reforzada la confianza en los sindicatos, si surgen más sindicalistas y secciones sindicales, seguro que será mejor para el futuro.
También hay otras organizaciones presentes en este movimiento -como Révolution Permanente (RP), por ejemplo- que argumentan que la intersindical no es lo suficientemente radical.
Creo que los que dicen que la intersindical no es lo suficientemente radical se equivocan en un punto. No le estamos pidiendo a la CGT ni a la CFDT que sean Solidaires. Y recíprocamente. Es engañarse a uno mismo. Creo que es un esquema antiguo que también es una herencia del análisis de lo que fue el sindicalismo. Pero ya no estamos en las décadas de 1960 y 1970: no solo hay grandes burocracias sindicales que deciden desde arriba. Limitarse a analizar el sindicalismo de esta manera es equivocarse sobre sus formas posibles hoy en día. Es como si la CFDT viniera a decir que la intersindical es demasiado radical. Es un equilibrio que se ha encontrado entre diferentes estructuras en un momento dado. La intersindical ha demostrado ser capaz de evolucionar y hacer reivindicaciones a medida que ha ido avanzando la lucha, entre enero y ahora. Cuando en Solidaires discutimos, en febrero, la posibilidad de convocar una huelga prorrogable, informamos a la intersindical. Pero no se nos pidió que abandonáramos la intersindical. No es contradictorio, es complementario. Lo que construimos con la intersindical genera un marco general. Depende de cada uno ver cómo desbordar ese marco, no para destruirlo sino para ir más allá y vencer.
A nivel de Solidaires, pensamos que se necesita una correlación de poder más poderosa que en los días de huelga aislados. Los que realmente han triunfado son los trabajadores y las trabajadoras del sector ferroviario. Estoy en Sud Éducation, he hecho asambleas en mi centro. Los grandes días, había bastante gente dispuesta a participar. Pero no lo conseguimos cuando fueron varios días seguidos, y ha ocurrido lo mismo en muchos otros sectores. Sin embargo, hubo voluntarismo. Miles de militantes de Sud Éducation se declararon voluntariamente en huelga prorrogable. Pero no ha sido suficiente. Sin embargo, ha permitido ir a hacer acciones. Veremos con la lectura de la movilización, cuando logremos la victoria, la valoración que podemos hacer de las estrategias propuestas. Pero volviendo a las críticas, quiero responder a las y los que dicen que la intersindical no es lo suficientemente radical: “Venid a reforzar a las organizaciones sindicales que se corresponden con lo que queréis“. Si en lugar de 110.000 afiliados a Solidaires fuéramos 400.000, tendríamos más peso en la intersindical. Se trata de cuestiones de baricentro, y estas ecuaciones son difíciles de resolver. No basta con decir cosas en videos o en las redes sociales, hay que luchar en la vida real, ir a ver a los compañeros y las compañeras de trabajo. No debemos construir oposiciones binarias sino proponer oposiciones críticas. Nunca nada es perfecto, pero podemos seguir adelante a pesar de todo. Algunas personas tienen tendencia a criticar fácilmente por desconocimiento del sindicalismo real, del mundo del trabajo. Y luego, a veces, hay gente que quiere atraer mostrándose como la más radical. Nuestro objetivo no es ser los más radicales: es ganar.
En términos estratégicos, concede gran importancia a la horizontalidad y la autoorganización del movimiento, en particular a través de las asambleas interprofesionales. ¿Estos métodos han dado frutos desde el inicio del movimiento?
Para Solidaires, una asamblea interprofesional es cuando los sectores en lucha se unen. A veces se los confunde con grupos de militantes que no pueden, por diversas razones, movilizarse en su propio sector. Digo eso porque detrás de la misma palabra no necesariamente ponemos las mismas ideas, y eso es importante. En otras palabras, la constitución de asambleas interprofesionales no debe hacerse en detrimento de la construcción de la huelga en cada uno de los sectores. Este año, estamos viendo menos asambleas interprofesionales que las que experimentamos en 2010, 2016 o incluso 2019. Tendremos que intentar entender por qué. ¿Puede deberse al hecho de que las llamadas de la intersindical han dado confianza, y a que la gente se haya dicho que no había que venir a discutir formas de desbordamiento? ¿Puede por el contrario estar vinculado a un fortalecimiento del individualismo, que haga que olvidemos que debemos actuar colectivamente para ganar? Seguimos apegados a la construcción de un máximo de horizontalidad, de autodeterminación en la capacidad de actuar en movimiento. También nos reunimos una o dos veces por semana con nuestra organización nacional para afinar los mandatos de Solidaires, y nuestra participación en el movimiento. No es la secretaría nacional la que decide sola.
Se ha hablado mucho de los llamados sectores estratégicos, aquellos que, cuando se cierran, tienen una capacidad real para bloquear la economía. ¿Cómo fortalecer las acciones de estos sectores?
Existe un sesgo en el uso del término “sector estratégico”. Cuando decimos eso, consideramos que hay sectores que bloquean más que otros. Tenderíamos más bien a decir que hay sectores que tienen una mayor visibilidad mediática. Desde el momento en que las trabajadoras y los trabajadores dejen de trabajar, habrá un bloqueo. Por ejemplo, a nadie se le ocurre decir que la Educación Nacional es un sector estratégico. Pero si se paraliza la Educación Nacional, la gestión de millones de niñas y niños plantea un problema. Y ahí, vemos que provoca un bloqueo. Del mismo modo, no diremos que las cajeras y los cajeros forman parte de un sector estratégico. Pero si lográramos un movimiento masivo de huelga en los supermercados, enseguida veríamos que lo es.
¿Las cajas de resistencia, en tanto que herramienta, tienen límites?
En los centros de incineración de residuos, por ejemplo, basta que unas cuarenta personas se declaren en huelga para que se bloquee una planta donde estarán trabajando cientos de personas. Del mismo modo, en las centrales nucleares, dada la división del trabajo, algunos tienen acceso a elementos clave y pueden resultar más problemáticos. Sabemos, por ejemplo, que si en el caso de la SNCF los maquinistas hacen una huelga masiva, el impacto en términos de visibilidad será mayor que si la hacen las personas de los mostradores. Dicho esto, siempre está la cuestión de la ampliación: estar en huelga es poder participar en acciones, en democracia. Pero cuando hay menos gente, las cajas de resistencia son fuertes y útiles. Imagina un movimiento donde hubiera un millón de huelguistas: ya habríamos ganado. Pero no podríamos disponer de cajas de resistencia. Si tuviéramos un millón de huelguistas al día, necesitaríamos 50 millones de euros al día para poder ayudar. En una situación en la que hay menos huelguistas en huelgas prorrogables, evidentemente puede ser un apoyo. Cuando las compañeras y los compañeros están en huelga quince días, tres semanas, a veces más, y las nóminas están casi vacías, incluso a cero, esta solidaridad es necesaria. También hay otros niveles de solidaridad que pueden existir, como el apoyo alimentario, por ejemplo. Pero hay un debate que persiste: ¿cómo organizar democráticamente las cajas de resistencia para que quienes están en huelga puedan influir en su uso? En Solidaires no tenemos una sola caja de resistencia nacional. Por un lado, porque no somos capaces de hacerlo en términos económicos. Por el otro, porque se necesita un control democrático real.
En algunos sectores, la huelga por procuración (simpatía por la huelga sin secundarla) también podría haber sido acogida con malestar…
Tuvimos un debate con nuestros compañeros ferroviarios quienes dejaron claro que no querían ir solos a la cabeza, ni ser la punta de lanza de la movilización. No funciona, lo vivimos en 2010 con las refinerías. Una vez que los trabajadores son requisados, los sitios desbloqueados, ya es demasiado tarde. Aquí es donde hay límites y donde, a veces, hay un discurso un tanto tranquilizador sobre los sectores “estratégicos” y las cajas de resistencia, y lo que podría llamarse huelga por procuración. Esto es olvidar que cada huelguista aporta su piedra para la construcción general. Si doy dinero, no decido aun así que la gente vaya a la huelga, o de lo contrario es una negación de la democracia. De hecho, a menudo crea una cierta decepción cuando los trabajadores así apoyados regresan al trabajo. Tenemos que lograr entablar el movimiento, la movilización, en todas partes. Delegar en los otros la responsabilidad, limitándose a alimentar las cajas de resistencia, es debilitar nuestra capacidad de ganar. Evidentemente, eso no impide apoyar puntualmente tal o tal bloqueo, un poco más fuerte. Pero debemos admitir que nuestra forma de luchar nos compromete con el futuro y revela algo sobre nuestra visión de la sociedad.
¿Cuál es su relación con esta ira, con esta violencia que se expresa en las calles? El Estado sigue queriendo atribuirlo a “disruptivos” (black blockers) externos al movimiento social, sin ver que son estos mismos trabajadores, estudiantes enfadados los que se expresan de esta manera.
Quemar una papelera no es violencia. Enviar lecheras a cargar, aporrear y destrozar a jóvenes y adultos por cosas tan fútiles como un agujero en el suelo [mega cuenca, nota del editor], demuestra el nivel de violencia que alcanza el Estado. Acompaña a la violencia social. Quitar los dos mejores años de jubilación a las trabajadoras y a los trabajadores es violencia. El acaparamiento de la naturaleza -la huida hacia delante ecologista, extractivista, productivista- es un reflejo del afán de acaparamiento de nuestras vidas que impulsa esta reforma de las pensiones. La lógica política capitalista subyacente es la misma. Esta violencia de Estado es insoportable. Ayer vimos más de 3.000 agentes movilizados para defender piedras. Y causar lesiones graves. Mientras hablamos, puede haber alguien entre la vida y la muerte [dos activistas están en coma tras las heridas infligidas por la policía durante la movilización contra las mega cuencas, nota del editor]. ¿Por qué razón? Hacer avanzar un sistema que sabemos que está perdido, que está acabado. Es el signo de la voluntad del Estado de controlar el cuerpo social, sustentado en una lectura capitalista y burguesa de la sociedad. Ahí está hoy en día la violencia, y es insoportable.
Un compañero fue mutilado por la policía el jueves pasado. A una AESH [acompañante de estudiantes con discapacidad, nota del editor] le arrancaron el pulgar en Rouen debido a una granada lacrimógena. La policía utiliza armas de guerra contra los manifestantes. El Estado responde con violencia física a las movilizaciones masivas. Las empresas BRAV‑M, los voltígeros, etc., forman parte de una lógica protofascista. La ultraviolencia policial es señalada: se despliega fuera de los clavos del Estado de derecho. Todos los días se violan la ley y los derechos constitucionales de las personas: el derecho a manifestarse, a no ser detenido sin motivo. Hay una verdadera huida hacia delante represiva, ligada a este momento de crisis social, política y ecológica. Lo que desestabilizará este sistema violento es precisamente la determinación y la masificación. Durante las movilizaciones de los chalecos amarillos, vimos a parte de la burguesía en pánico moral. Luc Ferry dijo que había que dispararle a la multitud. Las mejores armas que podemos oponer son las movilizaciones masivas, es la capacidad de protegernos físicamente, pero sobre todo de imponer con nuestras herramientas un desborde que haga que esta represión ya no sea posible. El problema de esta represión es que también está hecha para desmovilizarnos, para generarnos miedo, y eso repercute en un cierto número de personas. En la situación actual, hay que esperar que esto no desaliente y que por el contrario genere rabia.
¿Y si perdemos?
Lo que de verdad nos preocupa es la extrema derecha. Le Pen en particular, porque es sobre todo ella quien se beneficiará. En Solidaires tenemos un posicionamiento muy claro con respecto a la extrema derecha, a la que llamamos “enemiga de los trabajadores”, contra la que, por tanto, debemos luchar. Las mejoras sociales y ecológicas que podemos lograr serán las que la harán retroceder. Si no ganamos, puede haber un refuerzo de la idea de que «ya no hay nada que perder». Una encuesta reciente dio cinco puntos y 150 diputados más a Rassemblement National si hubiera elecciones. Por supuesto, esto es solo una proyección. Pero el riesgo es real. Y no es algo nuevo: parte de la burguesía está dispuesta a hacer esta elección como último recurso. Y eso es lo que hace al querer aprobar, cueste lo que cueste, una reforma ideológica, injusta, injustificada y brutal, que es en realidad minoritaria. ¿Quién saldrá reforzado? Si ganamos, el movimiento sindical. Pero si perdemos… Por supuesto, de momento, la extrema derecha es inaudible. A sus seguidores les cuesta hablar de acciones de bloqueo por temor a ser vistos como opositores a la movilización social. Se mantienen en las sombras, se camuflan. No avanzan al aire libre. Pero hay que seguir mostrando qué es en realidad la extrema derecha: un partido interclasista, que acabará humillándonos pase lo que pase. No hay nada que esperar. Hoy en día es un riesgo real, y el sindicalismo tiene la responsabilidad de bloquear el progreso de la extrema derecha, dirigiéndose para ellos a millones de trabajadoras y trabajadores.
Entrevista publicada originalmente en
https://www.revue-ballast.fr/simon-duteil-solidaires-ce-qui-destabilisera-cest-la-massification/
Traducida por Blanca S. del sindicato d’Ensenyament BCN
Fuente: Revista Catalunya