No sé si es debido al ingenio español, a la fatalidad del destino, a la contingencia del mundo o a la fuerza del sino, el caso es que muy cerca de Gran Vía, en la calle San Bernardo, hay una pequeña farmacia que ha sido nombrada “Deleuze”. Más alla de la posibilidad de que los propietarios tengan raíces francesas, el hecho es que el destino, la fatalidad o la contingencia del mundo han hecho que el nombre de la farmacia coincida con el de uno de los pensadores más representativos de la posmodernidad.

A dicho pensador, sin duda, le habría hecho gracia contemplar el señorío venido a menos de la zona, el clasicismo de sus edificios roto por carteles cutres, de color azul de oficina; le hubiera arrancado una mirada la mujer que todos los días recorre San Bernardo disfrazada de muñequita (y que en realidad es hombre), que mide dos metros,  que se pinta unos rubores patéticos, y que se sienta muy quietecita en la boca del metro de Callao a poner cara de lástima y estirar la mano para re

A dicho pensador, sin duda, le habría hecho gracia contemplar el señorío venido a menos de la zona, el clasicismo de sus edificios roto por carteles cutres, de color azul de oficina; le hubiera arrancado una mirada la mujer que todos los días recorre San Bernardo disfrazada de muñequita (y que en realidad es hombre), que mide dos metros,  que se pinta unos rubores patéticos, y que se sienta muy quietecita en la boca del metro de Callao a poner cara de lástima y estirar la mano para recibir algunas monedillas.  Le hubiera gustado ver el letrero de letras celestes y rosas que pone, en dos idiomas (inglés y chino): “Top Less”. Le hubiera llamado la atención la señora de medio oriente que se sienta en un soportal del banco Santander y que te mira con ojos de angustia y sufrimiento;  los cubanos que atienden la tienda de snacks y que se dicen entre si: “papi trae pa aca las bebidas que hay un cliente”; y el Starbucks; y el Mc’ Donalds. 

Las calles de Madrid, están a día de hoy, plagadas de posmodernidad, y esto le hubiera encantado ver a Deleuze. La comparecencia de lo Otro, lo que normalemente soslayamos y no queremos ver a salido a la luz en esta época. Y como en cada época, siempre hay poetas que sin quererlo cantan su propio tiempo, reflejan su época. Tal es el caso del poeta que pintó en un muro semiderruido, ¿Liberqué, igualquién, fraternicuando?, colocando la guinda del pastel al panorama posmoderno que nos ofrece  esta zona de Madrid. Con tres palabras consiguió reflejar las preguntas de un época entera, el cansancio y la decepción de unos ideales que solo nos han traído exclusión, injusticia, y miseria. 

Evidentemente, desde estos ritmos, nos era impensable no entrevistar al hombre que recorre Madrid de noche, con una lata de pintura entre las manos y muchos versos en los labios y que pinta en sus paredes decadentes: La poesía está viva y yo no tengo la culpa. Hice un par de llamadas, y de pronto lo tuve delante de mí sentado en la redacción mirando algunas fotografías de Argüelles. Me confiesa de pronto que por ahí pintó mucho en sus inicios, hace 7 años. 

***

– ¿Tienes muchas pintadas?

– 472

– Ah, ¿las cuentas todas?

– Suelo decirme: “El día en que no sepa el número de pintadas que llevo es que me he convertido en el Corte Inglés de las pintadas”

– ¿No te descubren?

(Me cuenta algunos de sus trucos pero me ahorro el escribirlos aquí para no chafárselos. Después de los trucos me suelta esta joya:)

– Siempre digo que la diferencia entre un poeta normal y un poeta neorrabioso es que el poeta normal tiene que tener unos rudimentos mínimos de la historia de la poesía desde Homero hasta Nicanor Parra; y un poeta neorrabioso, además de eso, tiene que acreditar una marca mínima de cuatro minutos el kilómetro. Es la velocidad que necesitas para esquivarlos, porque dentro del coche los policías van muy rápido; pero van menos rápido cuando salen de él.

– No le gustará mucho a los policías que pintes.

–No les gusta pero la detención de grafiteros no es su principal ocupación. Claro que si te pillan te cae una multa que se te cae el pelo.

– ¿De cuánto es la multa?

– Antes, por una pintada pagabas 300 euros de multa y 600 si eras reincidente. Ahora son 3000 euros y 6000, gracias a una ley de Ana Botella.

– Si me cae una multa de esas a mí me da algo.

–¡Y a mí también! Realmente no me preocupa demasiado porque soy insolvente, no tengo propiedades ni ahorros; pero lo peor es que las brigadas de limpieza, cada vez que limpian una pintada, sacan una fotografía y la archivan, así que con 472 pintadas el riesgo que corro cada vez es mayor. Cuando salen noticias por ahí de “detenido un grafitero que había hecho cien pintadas” quieren decir eso, que hizo cien pero sólo le pillaron en la última: las otras 99 le caen porque están archivadas.

– Y encima sueles firmar todas tus pintadas ¿Por qué piensas que no te han hecho nada?

– Porque sólo es una falta y, más o menos, el ayuntamiento de Madrid “consiente” las pintadas y hace de ellas un negocio. Es una actitud de esquizofrenia: por una parte, admiten que abran tiendas de aerosoles en Madrid y, por otra, nos persiguen y nos calzan multas de 3000 euros por pintada. Un negocio recaudatorio tremendo. Por otra parte, las brigadas de limpieza trabajando a todo tren, borrando lo que pueden cada día, que estoy por decir que formamos parte importante del PIB madrileño, creamos empleo a mansalva. Porque, si quisieran, mañana detendrían a mil grafiteros madrileños, a mí el primero, no tendrían más que leer mi blog y acudir a una de mis tertulias de Crítica Feroz, las que se celebran en mi casa. Otra cosa es que me pillen in situ, eso es más difícil.

Las pintadas las firmo porque sólo son la punta de un iceberg que se llama neorrabioso y Batania, dos blogs de raíz popular donde verdaderamente está lo que soy o intento ser: ahí aparecen mis poemas, mis artículos festivos, mis prosas, etc. Firmo, además, porque entiendo que no estoy haciendo nada malo. Las pintadas son para mí una manera de recuperar el espacio urbano, que es nuestro, es de todos. Así como las compañías empresariales suelen anunciar sus productos en las paredes, marquesinas y paneles públicos, ahora hasta en el metro, siempre con ánimo de lucro, pienso que los ciudadanos también deberíamos expresarnos. O podemos todos o no podemos ninguno. Que hagan lo que sucede en Londres, en Amsterdam, en ciudades alemanas, donde los propios ayuntamientos habilitan unas calles para que todos los ciudadanos puedan pintar lo que quieran, y son centros artísticos frecuentados por turistas. También pinto porque no estoy conforme con la sociedad en la que vivo y, como soy pacífico, pintar en las paredes es el máximo de violencia que me admito para enfrentarme a lo que considero injusto. Por eso, cuando salgo a la calle a pintar no me cubro el rostro. Y pinto sólo en lugares públicos, además de en bancos y multinacionales porque, como se ha demostrado, también son públicos (al menos cuando tienen pérdidas). Y no es cierto que no pida permiso: siempre pido permiso a las paredes antes de pintarlas; lo que no hago nunca es pedir permiso a los “dueños” de las paredes, porque entiendo que las paredes no tienen “dueño”.

– ¿Por qué empezaste a pintar?

– Para dar cauce de expresión a mis poemas de contenido político (aunque en realidad escribo de todo); cuando llegué me dijeron que las cosas que hacía no tenían mucho futuro, que eso valía con Blas de Otero y Gabriel Celaya, que vivieron su auge a mitades de siglo, pero que esa poesía ya no estaba vigente. Que esa poesía estaba relegada y tachada de discursiva, plana e ideologizada.

– Todo poeta es un poco un político…

– Como dice Enrique Falcón, toda poesía es política. El poeta que no se conmueve ante las tragedias que le ocurren alrededor me parece muy sospechoso, al ignorar todo eso también está tomando partido político. En una situación como la que atravesamos, que haya poetas que no hayan escrito ni un sólo poema a la crisis me parece inexplicable.

Dice Jose Antonio Marina que existe una felicidad íntima, cercana, que consiste en las personas que te rodean, tu familia y amigos: siempre te va a doler más que a tu hermano le echen del trabajo que haya gente que muera de hambre en Somalia. Existe, sin embargo una felicidad más amplia, que nos afecta también pero menos, la que corresponde a tu región, continente, mundo (como el hambre en África). Lo que está pasando últimamente es que las dos felicidades se están juntando. Por eso, cuando se suicida alguien a mil kilómetros de distancia, uno dice bufff, cuidado, igual el próximo que pierde el trabajo soy yo y me pongo en esa situación de desvivir. Me parece que en los últimos años nos hemos hecho más solidarios, aunque sea por egoísmo.

– No eres de Madrid, ¿cuanto tiempo llevas viviendo por aquí?

– Llegué a Madrid entre finales del 2004 y principios del 2005. Lo primero que hice nada más llegar fue conseguir un trabajo nocturno y ponerme a leer. Al principio me costaba mucho leer libros a granel porque no tenía ejercitado el cerebro. El primer año me leí 176 libros, y el segundo conseguí llegar a 400. Leía salvajadas, muchísimo, anotaba todo lo que leía para animarme, para seguir creciendo.

– ¿Qué leías?

– Sobre todo novela francesa: Victor Hugo, Lamartine, Balzac, Dumas, Stendhal, Daudet, Maupassant… Desde Chateubriand pasando por Musset hasta Flaubert y Zola. Aunque Hugo y Los Miserables sean mis dioses de aquella época, es posible que Balzac sea mi novelista favorito. Me leí 40 o 50 libros suyos aunque su obra es de más o menos noventa y pico.

– ¿Rusos?

– Dostoievski no me gustó mucho, me gustó más el Jugador que Crimen y Castigo o los Hermanos Karamazov. Tolstoi me gustó más. Anna Karenina me impactó mucho; también Guerra y Paz.

– ¿Y literatura latinoamericana?

– El escritor que más admiro es Vargas Llosa. La Ciudad y los perros, La Casa Verde, Conversación en la Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, Historia de Mayta… todas me parecen obras maestras. Como ensayista también me parece muy bueno, aassobre todo en La orgía perpetua y también en el discurso que pronunció cuando recogió el premio Rómulo Galledos me marcó profundamente, recomiendo a todos leerlo.

– Y sin embargo Vargas Llosa se ha ido trasladando poco a poco lejos de las coordenadas políticas en las que se inició.

– Sí, qué desgracia. Mi tragedia personal es que soy una persona muy mitómana y escritores que me han dado tanto como Vargas Llosa o Fernando Savater, se convierten, sin quererlo, en mis ídolos. Luego, cuando se vuelven todo lo derechones que se han vuelto, uno tiene ganas de pegarse un tiro, pero sigo defendiéndoles porque han dejado unas obras que permanecen. Cualquiera que intente ahondar en los cables de la libertad o contra las patrias desde una perspectiva humanista tiene que volver una y otra vez a Vargas Llosa y a Savater. A los de antes, al Vargas Llosa de “La literatura es fuego” y al Savater anarquista, no a los de ahora. A los de ahora ya sólo les falta que se pongan a recoger firmas contra las pintadas en las paredes.

– ¿Por qué comenzaste a leer?

–Cuando murió mi padre me entró lo Hamlet: “No se ha muerto, lo han matado”. Ten en cuenta que procedo de una zona rural y allí la sociedad era muy estrecha, es difícil que asome una conciencia puramente personal, no hay tanto margen para equivocarse. Como mi madre era de Burgos sufrimos mucho racismo, nos llamaban “maquetos”, que es la palabra que se utiliza para designar a los de fuera o que no saben euskera. Pero mi madre, que era una persona muy trabajadora, consiguió superar ese racismo: lo que no estaba preparada es para la segunda oleada: la del nacionalismo. Estoy en contra del racismo pero puedo comprenderlo, porque es algo antropológico, pero lo que no cabe en mi cabeza es el nacionalismo: eso es algo totalmente inventado por los hombres, por los peores de los hombres. Y de ahí me dije: tanto en su versión oficiosa (Euskadi) como en su versión oficial (España), estos dos relatos perjudican a las personas y han acabado explotándole en la cara a mi padre. De ahí Orestes, de ahí Hamlet, de ahí Íñigo Montoya.

– ¿Qué tal fue?

–Cuando uno viene a Madrid con planteamientos tan megalómanos, “voy a destruir Euskadi, voy a destruir España”, te puedes imaginar. ¡Y encima las quería destruir con la sola herramienta un alfabeto de veintiséis letras! De verdad, estoy muy mal de la cabeza, y lo peor de todo es que no estoy seguro de que haya abandonado esta locura, pues a cada poco me renace con más fuerza. Lo que más me sorprendió es que, cuando empecé a buscar trabajos nocturnos para poder dedicarme a leer y escribir, trabajos que nadie estaba dispuesto a aceptar en aquellas fechas, pues te pagaban entre 600 y 800 euros, en algunos sitios me ofrecían más dinero por el simple hecho de tener la piel blanca, por ser de raza europea. Te en cuenta que estos trabajos, hace ocho años y todavía hace tres o cuatro, eran casi íntegramente ocupados por inmigrantes. Y ahí el segundo golpe: aunque ya sabía que esto del racismo no era propiedad vasco-española, nunca pude imaginarme, cuando establecí contacto con peruanos y ecuatorianos, pues de estas dos nacionalidades sobre todo son los trabajadores con los que he compartido curro, que fueran tan racistas entre ellos. ¡Hay que ver las cosas que dicen algunos peruanos de la costa sobre compatriotas suyos de la montaña! ¡De un racismo que ríete el que sufrió mi madre o nosotros en Lauros! Por supuesto, no hablo de todos, no, pero sí de un problema bastante extendido. En conclusión, mi idea primera de destruir Euskadi y España en su sustrato estado-nación, pasó al de pocos a convertirse en destruir Perú, Ecuador, Bolivia, Francia, Australia, China, Mozambique, etc. Tengo trabajo para muchos años, no me va a ser tan fácil, tendré que escribir libros muy buenos, jajaja.

Vine a Madrid con el problema de mi pueblo y resulta que, parodiando a Unamuno, “el mundo es un Lauros más grande”. Vine a la gran ciudad queriendo ser un héroe de novela francesa del XIX, como un Julien Sorel o un Eugenio de Rastignac (pero sin afán de trepador) y ahí sigo, lo que pasa es que ahora he elevado mis objetivos y los he mundializado: lo que propongo es una segunda secularización.

– ¿De qué trata eso de la segunda secularización?

– Todos los estados-nación promueven el racismo y se resumen en esta frase: “Nosotros somos en nuestra propia opinión más importantes que el resto de 99% del planeta”. Cada país tiene los escritores más importantes en su propia opinión, los mejores deportistas siendo “objetivos”, la historia de más quilates, etc. Por eso obligan a sus ciudadanos a leerse a sus literatos con preferencia y sus hechos históricos inmarcesibles, no los de los otros países, a los que se reduce a una asignatura patética que se llama “Historia universal” o “Literatura universal” ¡Señores, que eso que ustedes llaman “historia universal” es el 99% de lo que se ha hecho! ¡Señores, que existe un tal Shakespeare, un tal Confucio, un tal Whitman, un tal Tolstoi, una Virginia Woolf, un tal Borges! ¿Van a seguir perjudicando tanto a sus habitantes y dándoles la mierda nacional y pequeña? Ten en cuenta que yo, a pesar de que nací en el 74 y he tenido una educación no franquista, el único libro extranjero que me hicieron leer hasta COU fue Hamlet. La segunda secularización consiste en eso: como para sostener España como proselitismo del “nosotros somos los más importantes”, se necesita una literatura-relato, una historia-relato y unos deportistas-relato, hay que eliminar los relatos y hacerlos optativos. Demos a nuestros alumnos Historia y Literatura, la más grande y universal, démosle en nuestros medios de comunicación públicos deportes, los más variados y de todos los países, y dejemos que Historia de España, Literatura española, vasca, catalana, etc, sean OPTATIVAS, porque eso es lo que son España, Euskadi, Catalunya o Galitzia: relatos optativos, que uno tiene derecho a creerse o no creerse y que en ningún se le puede imponer al ciudadano como una cosa natural. Y, por supuesto, totalmente prohibido que en un medio de comunicación público un locutor diga, como yo he oído mil veces, cosas en el plan de “Pedrosa aún tiene esperanzas de victoria: Valentino Rossi podría caerse”, porque desde un punto de vista ciudadano debe ganar el que lo merece, aunque sea extranjero, y no el peor, aunque sea español, porque desde la vocación de ciudadanía no existen españoles ni extranjeros, sólo ciudadanos. Tal como está montada, la escuela es un aparato de propaganda publicitaria para hacer españoles más que ciudadanos. La bandera española, la ikurriña, la bandera francesa, no son cosas objetivas, sino reflejos de unas meras opiniones, las peores opiniones posibles. Nos han contado un relato que lo único que consigue es separar a los hombres entre sí.

La verdadera sociedad la forman aquellas personas con las que convives, el nosotros verdadero y objetivo es mi padre, mi novia y mis amigos… Lo otro me resulta un cuento que conduce a la injusticia y la exclusión. ¿Queréis montar un nosotros más grande? De acuerdo, señores, pero que ese “nosotros” sea la humanidad entera y me atrevo a decir el Planeta Tierra y hasta el universo, creemos un nosotros partiendo de la ONU y sigamos creciendo hacia arriba, metamos todo en el nosotros, lo mismo peces, pájaros y galaxias, porque ese es el único nosotros que no nacerá “en contra de”. Será un nosotros falso (no puedo conocer a la gente de Taiwan) pero será un nosotros con vocación de fraternidad. Lo que no puedo soportar es Euskadi, España, Catalunya, Francia o Rusia, nosotros que son igualmente falsos y que además han nacido “en contra de”, nosotros que mantienen o solicitan un estado-nación para crear y perpetuar los conflictos.

– Se ve en tus pintadas que el tema de la exclusión te es bastante cercano…

– Sí, las pintadas que más he realizado son “Inmigracias”, “Inmigrantes, vosotros sois el mar de Madrid” o “Que repatríen las patrias”. Mientras no despojemos a España de su ropaje estado-nación y lo convirtamos sencillamente en un territorio, un territorio con unas leyes ciudadanas y no proselitistas basadas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no pienso parar. Claro que algunos dirán uh, uh, qué miedo nos da el neorrabioso, no piensa parar, jajaja.

– La poesía no es solo influencias ni política, también tiene algo de inspiración

–No creo en la inspiración como algo exclusivo de poetas. Hay días que con el mismo tiempo y ganas consigues escribir más y mejor, eso significa que existe, pero también la tiene el futbolista, el carpintero, el artesano, cualquiera. Recuerdo haber visto en la tele a un jugador de la NBA que decía: “Durante mi vida he visto cinco veces que la canasta la metía Dios”. Entiendo que él llamaba Dios a la inspiración. Pero fuera de eso, supongo que todos preferimos lo de Picasso: “Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”.

– Cuando uno se encuentra algo inspirado se nota. Pienso en lo que me dices: en el futbolista que juega como un artista, o en el zapatero que hace artesanías y no productos… Me imagino que tus pintadas también las ves de ese modo…

– “Detallismo”, llamaba mi padre a eso. Cuando lo ves en otros te inspira, te motiva, te hace crecer. Recuerdo que al principio hacia pintadas muy malas y ahora me digo “no pintes cualquier cosa”. Me lo pienso mucho más. La próxima que quiero hacer “se están terminando las provisiones de lágrimas”.

Fuente:

http://rsxxi.es/contenido/entrevista-neorrabioso-el-poeta-que-pinta-por-las-noches


Fuente: M. Covarrubias