Los libros sobre el 15-M suelen responder a dos objetivos: explicar las razones por las que surgió el movimiento y dar voz a quienes han estado en acampadas, manifestaciones y asambleas. El propósito de los textos de Carlos Taibo ha sido, en cambio, reflexionar sobre la condición del movimiento que nacía. A ese propósito dedicó en junio un librito de urgencia titulado Nada será como antes. Ahora ha publicado una versión muy distinta y ampliada de ese trabajo: El 15-M en sesenta preguntas.
¿Cuál es el perfil de este nuevo libro?
¿Cuál es el perfil de este nuevo libro?
El principal de los cambios nace, claro, de una perspectiva temporal mucho más amplia. No olvidemos que el primer libro está cerrado el 22 de mayo. En ese sentido, y aunque retomo tesis ya manejadas en Nada será como antes, he incorporado las incluidas en los textos que ido difundiendo en los últimos meses. He agregado también muchas observaciones nuevas sobre la naturaleza del movimiento del 15 de mayo. Al margen de lo anterior, el esquema del libro es muy diferente. He recurrido al respecto a una fórmula que ya he empleado en otras ocasiones: la de preguntas y respuestas con clara vocación pedagógica.
Hablas de dos almas que estarían presentes en el origen del movimiento.
Así es. La primera la aportan lo que con algún recelo llamaré ‘jóvenes indignados’, que en la mayoría de los casos no han conocido otro horizonte vital que el de la crisis y que en muchos casos se movilizaron en mayo por vez primera. La segunda es la vinculada con los movimientos sociales alternativos entendidos en un sentido muy amplio. Hablo de lo que en muchos lugares suponen los activistas de los centros sociales autogestionados y ocupados, del ecologismo, el feminismo y el pacifismo que no se han integrado en el sistema, de las redes de solidaridad de las que puede decirse otro tanto, o, en fin, del sindicalismo resistente, en muchos casos de cariz anarcosindicalista. Creo que la etiqueta de libertarios conviene a muchas de estas gentes.
A tu entender, ¿no son muy diferentes esas dos almas?
Lo son, ciertamente. La primera pareciera como si mantuviese alguna confianza en nuestros gobernantes y esperase que éstos se muestren dispuestos a aceptar unas u otras reivindicaciones. La segunda apuesta con descaro, en cambio, por crear espacios de autonomía en los que, asamblearia y autogestionariamente, se hagan valer reglas diferentes de las que hoy se nos imponen. Mientras la primera ha abrazado en inicio un discurso ciudadanista -se trataba de contestar una u otra dimensión precisa de lo que padecemos-, la segunda se desenvuelve en clave orgullosamente anticapitalista y tiene una clara vocación de permanecer en el tiempo.
Aun así, y en mi interpretación, muchos de los jóvenes indignados han ido derivando rápidamente hacia posiciones anticapitalistas. O, por decirlo de otra manera, han dejado atrás la crítica de la epidermis que suponen la precariedad y la corrupción para adentrarse en el terreno de la contestación del sistema como un todo.
¿No piensas que la relación entre esas dos almas ha sido y es conflictiva?
Lo ha sido menos de lo esperado. Creo que en la mayoría de los lugares unos y otros han entendido que se necesitaban, y que ello implicaba realizar concesiones y apreciar, con apertura de miras, las virtudes ajenas. En ese sentido las gentes de los movimientos han sido comúnmente conscientes de que la irrupción de los jóvenes indignados abría horizontes nuevos muy estimulantes. Lo anterior no quiere decir que no hayan faltado entre los activistas de los movimientos, como en la izquierda tradicional, posiciones de altivo desprecio ante algo que, simplemente, no comprendían.
Pones también el acento en tu libro sobre la actitud de los medios de comunicación que con retintín calificas de progresistas.
Es una cuestión importante. La estrategia fundamental de esos medios -estoy pensando en El País, en Público, en la cadena SER o en la televisión y la radio estatales- ha consistido, desde el principio, en rebajar la radicalidad de los mensajes y demandas que surgían del movimiento. Han pretendido, con escaso éxito, retratar este último como si fuese, sin más, una pasajera fiesta de jóvenes indignados con la corrupción o con la injusticia del sistema electoral vigente. Esto aparte, siguen obsesionados con ponerle caras a un movimiento felizmente iconoclasta y antiautoritario.
Existe un acuerdo general sobre una de las carencias del movimiento: su escasa presencia en el mundo del trabajo.
Es, en efecto, una carencia importante, y creo que, además, se percibe con tal entre la mayoría de los integrantes del 15-M. Resulta innegable que la condición primigenia de éste -su naturaleza de movimiento interclasista que ha acogido mayoritariamente a jóvenes de clases medias en eventual proceso de desclasamiento- dificultaba un tanto su relación con el mundo del trabajo. Aun así, me parece que los vínculos con el sindicalismo resistente son fluidos y que la eventual convocatoria de una huelga general que afecte tanto a la producción como al consumo bien puede permitir que algunas de estas taras desaparezcan. Muchas de las posibilidades de acción del momento presente las recoge bien un documento que corre por ahí relativo a ‘Asambleas en los centros de trabajo’.
Debo agregar que -y es un debate muy próximo- la presencia de inmigrantes en el 15-M es lamentablemente escasa. El movimiento muestra, por lo demás, una rotunda dimensión urbana que obliga a prestar atención con urgencia a su indispensable implantación en un mundo, el rural, que por fuerza tiene que se objeto de muchas de nuestras inquietudes.
¿Hacia dónde crees que va el movimiento?
Prefiero señalar a dónde me gustaría que fuese. Me gustaría que el 15-M se convirtiese, en todos los órdenes de la vida, en una instancia de asamblea y autogestión que plante cara con radicalidad al capitalismo desde la lucha antipatriarcal, el antiproductivismo y la solidaridad internacionalista. A tono con lo que he dicho antes, me parece que cada vez son más los integrantes del movimiento que asumen con naturalidad la lógica inapelable de un proyecto de esta naturaleza. Más allá de eso, creo que el cambio principal provocado por el 15-M afecta a la cabeza de muchas gentes que se han percatado de que pueden hacer cosas que antes creían que no estaban al alcance de la mano. Éste es un buen legado de cara al futuro.
Vuelvo a lo de tus libros. Veo que este verano se han reeditado varios de ellos, y en particular los relativos al decrecimiento. ¿Tiene ello alguna relación con el 15-M?
Para mí lo de los libros ha sido siempre un misterio. Mi impresión es que esas reediciones se vinculan, aun así, con dos hechos. Uno es, como bien apuntas, la estela del 15-M, que ha acercado a posiciones críticas a mucha gente. El otro es la condición provocadora, y atractiva, de la propuesta del decrecimiento, de la que lo menos que puede decirse es que bebe de fuentes distintas de las que impregnan el discurso dominante y se aleja, también, de los lugares comunes que postula la izquierda oficial socialdemócrata.
P. Maceiras