Artículo de opinión de Rafael Cid

Mal tiene que estar la izquierda cuando una vieja gloria del socialismo como Felipe González tiene que reinventar el leninismo para tratar de relanzar al PSOE como oferta ganadora y la joven promesa progresista Tania Sánchez llama a la unidad de la izquierda desde la tribuna del Hotel Ritz tras romper con Izquierda Unida (IU), a la espera de una convergencia por la base con Podemos que la entronice como la Evita del partido de Pablo Iglesias.

Mal tiene que estar la izquierda cuando una vieja gloria del socialismo como Felipe González tiene que reinventar el leninismo para tratar de relanzar al PSOE como oferta ganadora y la joven promesa progresista Tania Sánchez llama a la unidad de la izquierda desde la tribuna del Hotel Ritz tras romper con Izquierda Unida (IU), a la espera de una convergencia por la base con Podemos que la entronice como la Evita del partido de Pablo Iglesias.

Si no fuera porque el diario El País camina indecorosamente hacia la marginalidad, como su partenaire partidista, la lectura de la edición del pasado jueves 19 de febrero tendría que preocuparnos. Dos perlas periodísticas, una meramente informativa y otra opinativa, motivan esta alarma. Por un lado, la foto destacada en portada de la celebrity mediática Tania Sánchez con motivo de su participación estelar en el Foro Nueva Economía. Del otro, el artículo de Felipe González sobre el embrollo en la Federación Socialista Madrileña. ¿A cuento de qué el órgano del Ibex 35 eleva a categoría de universal dos temas de calado local?

Tanía Sánchez, activista de izquierdas que en estos momentos solo se representa a sí misma tras plantar a quienes la habían votado para liderar a Izquierda Unida (IU) en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), ha visto de pronto respaldado su proyecto político por el rotativo de Juan Luis Cebrián. Programa que según lo expuesto por la exdirigente de IU se basa en “la unidad de la izquierda”. Esa “izquierda unida que nunca será vencida”, que la propia experiencia política de la coalición, en solitario y en convergencia gubernamental con el PSOE en Andalucía, se ha encargado de dinamitar, es lo que abandera Sánchez.

Odres nuevos en vinos rancios. El mantra de la unidad de la izquierda ya lo desenfundó el primer felipismo tras su primer batacazo electoral frente a la UCD neofranquista al alba de la transición, concretado en aquellos ayuntamientos de izquierda que pasado el tiempo pasarían a ser burgos podridos de la derecha. Un periplo cuyo resultado fue que aquel PSOE monopolizado por “otanistas vergonzantes” repuntara gracias a la oportuna transfusión de cuadros procedente del Partido Comunista de España (PCE), entonces vanguardia de esa unidad de la izquierda. Eso es lo que ahora, en otro momento de colapso del PSOE, ha reivindicado Tanía Sánchez en la tribuna del Ritz, invitada por Nueva economía, la marca blanca para el debate de las principales multinacionales españoles.

A ese revival es a lo que ha puesto altavoz de postín El País, al margen de lo que digan los jueces sobre las sospechas de malversación de fondos públicos que pesa sobre la adalid de la unidad de la izquierda (“con Podemos y el PSOE incluidos”). Unidad (del latín unitas), comunidad en la pluralidad, que en las dos ocasiones anteriores en que fue ensayada, primero en el pacto municipal de izquierda y luego con la constitución de IU, siempre ocultaba una vocación de unicidad (del latín unicitas), una cualidad de único que ostentaron alternativamente el PSOE en el primer caso y el PCE en el segundo. Nada que ver, pues con aquel “todos para uno y uno para todo” del Dumas padre más festivo, sino con el “único y su propiedad” de Max Stirner, aunque ahora con un destino manifiesto en la órbita de una acrónimo de cuatro letras en decadencia.

Y por el mismo precio ese día El País ofreció a sus sacrificados lectores como complemento intelectual un artículo de Felipe González, amigo dilecto del multimillonario mexicano Carlos Slim, a la sazón accionista de referencia del rotativo global en español. En el texto “Madrid: superar la endogamia”, otro minifundio elevado a la quinta potencia, el ex presidente socialista introduce una auténtica innovación de la ciencia política para justificar la “democracia de interpretación” (a través de “asambleas de tanteo”) aplicada por Ferraz para solventar el conflicto en su federación. La aportación de González a la causa se llama “resultadismo”, que no es otra cosa que aquel descarado “gato blanco gato negro, lo importante es que cace razones”. O si se prefiere el “decisionismo” del parafascista Carl Schmitt que tan bien se mimetizaba con el “leninismo” de trincheras.

El texto felipista es un monumento al cinismo político. Tras reconocer de entrada que “el sistema electoral vigente era el adecuado, con sus listas cerradas y bloqueadas”, sostiene González la necesidad de “empoderar a los ciudadanos, evitando la endogamia de los partidos políticos, para contribuir a regenerar la democracia” y termina preguntándose si “¿puede la democracia interna estar en contra o ser prioritaria sobre la democracia de los ciudadanos con sus votos?”. En realidad, literatura barata para alicatar una profecía autocumplida, ya que ha sido el mismo Felipe González quien ha levantado el cadalso que se ha llevado por delante al mismísimo presidente de la Comisión de Garantías del PSOE Tomás Gómez. Todo para “empoderar” al tapado Ángel Gabilondo (que, por cierto, el dirigente de Podemos, Luis Alegre, no considera parte de la casta), que además aterrizó acunado por un sondeo aprobatorio realizado por El País con nocturnidad y alevosía a mayor gloria de los complotados.

La fórmula del gran Papa Negro del socialismo español es una reivindicación de la obediencia debida como deus ex machina de la acción política para “representar a esa mayoría que espera respuestas” (ni de derecha ni de izquierdas), permitiendo a las cúpulas de los partidos el raro privilegio de interpretar los deseos de militantes y ciudadanos. Con la iglesia hemos topado. Pero si lo dice González y lo publica El País, palabra de Dios. A veces hay que dejar la democracia y la decencia a un lado para que los señoritos sigan rulando. Y así, piano piano, con flores a María, redescubrimos la “democracia orgánica”, es decir, el franquismo. Solo que aderezado con encuestas de la parte contratante, como esa última que asegura que el 71% de los votantes socialistas, frente al 69% de los españoles, apoyan la implantación de la cadena perpetua revisable acordada por el bipartidismo dinástico gobernante del PP-PSOE (http://politica.elpais.com/politica/2015/02/19/actualidad/1424378507_523938.html). ¿Pero no habíamos quedado en que hay que estar con la mayoría y no con los que digan los afiliados?

Visto así, puesto que la democracia interna no importa y la opinión de los militantes es escoria para sus dirigentes, ¿por qué no sustituir al partido por un club de fútbol con sus coloristas hooligans en primer tiempo de saludo? Lástima que la sociología académica hace ya muchos años que calificó esa deriva inherente a la socialdemocracia como “tendencia oligárquica”. Como escribió Robert Michel: “es la organización la que origina el dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los que delegan” (Political Parties).

Cuando un “partido” centenario como el PSOE deja de querer representar a “la parte” “socialista y “obrera” de la sociedad para conquistar la mayoría social (el centro del tablero) a cualquier precio, es que ha renunciado a ser una organización de clase para afirmarse solo como “español”. No deja de ser extraordinario: nuestros tres partidos principales llevan nombres (Partido Socialista Obrero Español, Partido Popular e Izquierda Unida) que reflejan exactamente lo que no son. Dime de lo que presumes…

¡GENTUZA! Pocas veces hemos oído en boca de un político una expresión más canalla, infame, abyecta, miserable y despreciable que esa de “volquete de putas” atribuida a un alto cargo de la Comunidad de Madrid en una intervención telefónica sobre tramas de espionaje. Solo por eso, los madrileños deberían mandar a todo el PP a criar malvas).

Rafael Cid


Fuente: Rafael Cid