Nació el 30 de Noviembre de 1921 en Tabernas, hija del jornalero José Magaña Rosa y Dolores Gómez Soriano, ama de casa. Desde muy pequeña quedo huérfana, tras morir su padre en un accidente laboral, el 22 de junio de 1922. Cuatro años después perdería a su madre en Almería, donde se habían trasladado para trabajar en una trapería. Fue adoptada entonces por Rafael García Montesinos y Epifanía Córdoba Tortosa, que les dieron sus apellidos y la llevaron a vivir a la calle Granada, 77.
Allí se hizo popular, siendo recordada entre
las vecinas como una beldad, vivaracha, inteligente y noble, que
estudió hasta secundaria y pronto destacó por sus inquietudes
políticas e intelectuales.
Allí se hizo popular, siendo recordada entre
las vecinas como una beldad, vivaracha, inteligente y noble, que
estudió hasta secundaria y pronto destacó por sus inquietudes
políticas e intelectuales.
Su
padre adoptivo falleció también en 1936, así que cuando estalla el
conflicto, con apenas 15 años, la joven Encarnita coge las riendas
de esa casa y de su propia vida. Ingreso primero en las Juventudes
Libertarias,
pasando a ocupar poco después los cargos de secretaria y presidenta
interina de Mujeres
Libres.
Con
ellas realizó actividades de agitación y propagada, como el
festival benéfico de Solidaridad Internacional Antifascista, en el
Teatro Cervantes, o las visitas a los frentes de Granada para llevar
prensa y comestibles a los milicianos. Pero al ser procesada por
primera vez, en 1939, la unión marital a José Hernández Ojeda,
pesó más que su propia carrera política. Él estaba inculpado como
delegado de Orden Público y Abastos, comisario político del
batallón “Floreal”, y amigo personal del dirigente del Comité
de Presos, Juan del Águila Aguilera, “por
lo que nada de particular tiene que si no fue inductora, por lo menos
conociera cuantos asesinatos monstruosos se cometieron en esta
provincial por aquellas amistades de su esposo”.
Cuando
el final del conflicto estaba cerca, Encarna se desplazó a Baza,
sede del XXIII Cuerpo del Ejército republicano, con intención de
huir juntos desde Alicante. En cambio, fue allí donde se produjo su
separación definitiva, conduciéndolos a la prisión central de
Orihuela y a Almería, respectivamente. Tras ser liberada, se refugio
con Isabel Ojeda en el barrio Alto, siendo de nuevo detenida en julio
de 1939. En el registro domiciliario de la calle Granada encontraron
cuartillas de propaganda de la CNT
y un ejemplar de Solidaridad Obrera, donde se criticaba a Hitler y el
bombardeo alemán de la ciudad. En casa de sus vecinas, María Díaz
y Dolores Hernández, hallaron otros dos paquetes con libros, misivas
y fotografías de militantes, que ella misma había reclutado en la
capital y varios pueblos de la provincia. Hechos que le valieron la
consideración de “peligrosa
para nuestra España Nueva”.
El
3 de agosto de 1939 pasaría por primera vez a la cárcel provincial
de mujeres de Almería, por la Causa 10.292. Su actividad y
compromiso anarquista, lejos de enturbiarse se acrecentaron,
carteándose en clave con su compañero, condenado a muerte, y las
imputadas María
Cruz Soriano
o Dolores
Martín Palenzuela.
Desde entonces, un grupo de almerienses coincidentes con Hernández
Ojeda en Alicante, o con Encarnita en Gachas Coloras, mantuvieron
vivo el Socorro
Rojo,
la organización de solidaridad y resistencia clandestina entre los
presos políticos antifascistas y el exterior. Antonio
González Estrella
y Diego
Molina,
entre otros, se ocuparon de difundir las noticias que la BBC emitía
sobre la II Guerra Mundial. Un extracto publicado en el diario
gibraltareño El
Campense,
y que pasó a conocerse como el “parte ingles”.
Cuando
Encarnita fue puesta en libertad, en la primavera de 1940,
aprovecharía su trabajo en la Papelería
Inglesa
del paseo de Almería para imprimir lo que las autoridades
franquistas consideraron “propaganda
subversiva”.
La empresa a la que, durante años, se entregó por completo, hasta
ser detenida definitivamente el 24 de marzo de 1941.
El
28 de abril, otros 116
compañeros fueron inculpados por la Sumaria 1.319,
el proceso que acabó con los sueños de libertad de ese grupo de
jóvenes utópicos, obreros y profesionales, liderados por el
estudiante Joaquín
Villaespesa Quintana.
La
sentencia dictada por el Tribunal Militar fue desmedida y
ejemplarizante. El régimen de terror impuesto por la dictadura no
estaba dispuesto a perdonar ni una sola muestra de disidencia, y el
18
de mayo de 1942,
ocho
de ellos fueron condenados a muerte en las tapias del cementerio.
Allí sucumbió Encarna Magaña Gómez, en la madrugada del 11 de
agosto, dando ejemplo de entereza, dignidad, y otro paso a la
leyenda, como única mujer ejecutada en Almería. “Siete
claveles blancos y una rosa roja”.
(*)
Libro; «Memoria Viva de Andalucía». Junta de Andalucía
(2011) pag. 224-225.
Por
Sofía
Rodríguez López
Enviado por Todos los Nombres
Fuente: Sofía Rodríguez López