Vivimos en un mundo en el que los valores del ser humano son cada vez más pobres, en favor de la deshumanización, de la intolerancia, de la insolidaridad ; donde el capitalismo más cruel campa a sus anchas. Sin embargo, permanece la voz de un cantautor siempre fiel a sí mismo, que nos ha acercado a la poesía, coherente en la denuncia sin olvidarse de la ternura : Luis Pastor. Con él hemos hablado.
Por Pilar | Rojo y Negro Digital.
Pilar.- A los nueve años sales con tu familia de Berzocana (Cáceres). ¿Cómo vive un niño la emigración ?.
Luis Pastor.– Como un desgarro ? Un sentimiento de desgarro, de dejar el mundo conocido, el más cercano, el mundo en el cual has aprendido y te mueves con absoluta libertad. Y al mismo tiempo con la ilusión de la sorpresa, de encontrarte rumbo a lo desconocido ; eso también agita el corazón y crea otros sentimientos que no son sólo el de no quererte ir. Creo que forma parte de la aventura… Se queda la imagen de ese comenzar de nuevo y de la despedida de la gente querida : en un camión, entre los muebles, la era, la carretera que ya se imagina… Y todo el mundo llorando.
Por mucho que uno tenga que dejar su tierra, la oportunidad de esa aventura, de esa decisión que toman tus padres, te abre la vida a otros caminos y a otras posibilidades. Todo tiene su lado bueno y su lado malo. Lo importante es hacer ese viaje y otros muchos que vayan formando y conformando tu personalidad, tu manera de ser.
P.- Después llegan los años en Vallecas…
L.- El primer salto fue a Navalmoral, que es un pueblo grande de Extremadura donde vivimos un año. Allí trabajé en una tintorería, canté con la tuna, que me llevó mi primo a rondar a las muchachas cantando «Clavelitos», y vi por primera vez un concierto (a Manolo Escobar a un cine).
El siguiente paso fue a Madrid, a Orcasitas, a una especie de poblado de casas bajas ; vivíamos en una casita compartida con otra familia, los cinco hermanos y mis padres en una habitación. Allí vuelvo a ir a la escuela ; era muy parecido a mi pueblo, no había agua en las casas y había que ir con el cántaro a la fuente ; hay cosas que se acercan, que se parecen… De ahí lo que más recuerdo son las hostias que la maestra me daba en los dedos y un día que nevó : desde un descampado se veía el Cerro de los Ángeles, entonces todo era campo y fue la primera vez que vi nevar, y esa imagen no se me borra… Otra cosa que no se me borra es un día que fui a un cine, la primera vez que iba a un cine grande, era sesión continua y entré a las cuatro de la tarde y salí a la una de la mañana, y mis padres ya me estaban buscando… ¡Por ver a Marisol !.
Al año siguiente mi padre dio la entrada de un piso en Vallecas, donde en un descampado estaban surgiendo diferentes barrios. Y nos fuimos a vivir a la colonia Sandi, donde volví a la escuela hasta los catorce años.
P.- ¿Tú crees que de la marginación puede surgir la solidaridad ?
L.- Surge de la marginación… o no ; yo creo que surge de la gente menos marginal. Es decir, de las ideas, el sentimiento, la enseñanza y las puertas que a chavales como yo nos abrieron una serie de personas que vivían en el barrio, como los curas obreros. Para que nazca la solidaridad tiene que haber todo un conocimiento y una teoría que hagan descubrir esa necesidad de la unión y de la salvación de un colectivo por encima de buscarse la vida individualmente.
La marginalidad existía en la clase emigrante de aquellos años igual que existe ahora y, a veces, los emigrantes están tan limitados que tienen toda su energía canalizada hacia la supervivencia y hacia las necesidades más precarias e inmediatas de comer y subsistir, y ahí hay poco sitio para la solidaridad. Pero sí que es ahí donde tiene que nacer y donde de hecho las corrientes históricas han alimentado esos sentimientos de las clases trabajadoras, hasta las clases más oprimidas.
P.- ¿Qué empuja a la gente a emigrar ?
L.- La falta de perspectiva, la falta de futuro, la pobreza…, eso en aquel tiempo. Pero hoy en día, a la gente que emigra de otros países al nuestro le empuja mucho más que eso : la vida ; es la opción entre la vida o la muerte. Se la juegan y muchos mueren en el intento.
Nuestra emigración, la de los sesenta, fue un poco más cómoda, porque sí que íbamos con una mano atrás y otra adelante, pero también llevábamos la maletita trenzada de mimbre con el queso y el chorizo, y los que emigramos aquí, dentro de España, teníamos el idioma ; otros, los que fueron a Francia o Alemania, quizás vivieron algo similar a lo que se está sufriendo ahora : el rechazo de las comunidades autóctonas, la falta de conocimiento del idioma, la incomunicación, la soledad… Pero nadie desearía emigrar lejos de su casa si la vida estuviese garantizada, el futuro, el alimento, la comida, la enseñanza y tantas otras cosas…
P.- ¿Es el racismo el miedo al diferente ?
L.- Yo creo que sí. Por una parte es una reacción de miedo a lo desconocido, pero también el racismo es el fascista que todos tenemos dentro. Nos crían y nos hemos educado con eso. Y a veces es también la intolerancia, el no soportar que otras personas con otras culturas y otras razas puedan acceder a lo que nosotros accedemos ; o que nos estén restregando por la cara su soledad, su miseria o su pobreza. Y claro que hay gente que se agarra al bolso cuando se cruza con un inmigrante por la calle, y se aparta por la acera. Y a veces aunque no seas inmigrante… Hay gente que vive con miedo ; el miedo es un arma que se utiliza desde el poder para que la gente no viva. Hasta yo, que ya no soy emigrante, siento algunas veces que causo miedo si me cruzo con ciertas personas. Son gente que vive atemorizada, porque hay una cultura que se alimenta desde los medios ; antes, los crímenes, los asesinatos o los robos, formaban parte de un tipo de prensa que se ceñía a un solo periódico que se llamaba «El Caso» (que si costaba cinco pesetas uno decía deme cinco pesetas de sangre para comprarlo), pero ahora se ha generalizado masivamente a todos los medios de difusión, sobre todo a las televisiones y hasta a los propios telediarios. Entonces somos carne de cañón en una sociedad que nos atemoriza por todos los lados.
Vivimos en la sociedad del miedo, en el temor, por más que hablemos de libertad y de democracia. Y cuando ese miedo se alimenta y se utiliza desde el poder para justificar acciones y estrategias del propio poder, entonces se criminaliza al débil y se le culpabiliza de las desgracias. Esto siempre ha existido hasta en la escala individual, en la familia, del hombre a la mujer, de la mujer al niño. Vivimos, nos educamos y nos criamos en ello, y utilizándolo desde el poder se confunde a la gente.
Pero aunque todos corramos el riesgo de sufrir algún tipo de percance en nuestra vida en sociedad, si somos capaces de convivir es cuando la democracia tiene su sentido y tiene sentido luchar por ella más allá de los desengaños, de las corrupciones y de todo lo que estamos viendo y viviendo ; porque, si no, es la selva, que ya estamos en ella pero que tiene sus retoques. La selva sería lo que pasa en las sociedades cuando ya no rige ninguna regla y se arma a individuos y colectivos y se manda al genocidio y a luchar unos contra otros.
P.- ¿Quién hace las fronteras ?
L.- En principio las hacemos nosotros, la de nuestra casa, nuestra puerta, nuestra calle, nuestro barrio y nuestra ciudad ; las fronteras de nuestros corazones y de nuestras mentes, de nuestra comunicación o no comunicación ; esas las hacemos nosotros. Las otras fronteras, las territoriales y genéricas del mundo, evidentemente las diseñan los imperios y los que ganan las guerras, los dueños del mundo. Pero las fronteras del individuo también está ahí.
P.- ¿Qué opinión tienes de la Ley de Extranjería ?
L.- Que es un mamoneo, que es una trampa, que se juega con la vida de seres humanos y que hasta ahora no ha solucionado nada de lo que se pretendía solucionar. Yo creo que todo lo contrario, primero subsiste una mano de obra barata, indocumentada y explotada ; sólo hay que darse una vuelta por los chalets, por la chapuza, por las calles, las obras, las alcantarillas o las carreteras, por los hogares y por la limpieza o las manchas de esos hogares para ver esta realidad. Luego, los que consiguen tener documentación acceden, por un lado, a una situación un poco más estable, pero al mismo tiempo siguen siendo ciudadanos de segunda ; y uno se pregunta por qué, si son ciudadanos que llevan tres o cuatro años en este país, que cotizan a la Seguridad Social, que no se la pagan los patronos que les contratan sino ellos mismos porque necesitan los papeles para justificar… Luego cacarean los ministros del aumento de la Seguridad Social… Creo que tiene que haber una Ley de Extranjería efectiva que garantice los contratos legales equiparables al resto de los trabajadores de este país, y que acabe con la explotación y la esclavitud, porque ahora vivimos esclavitudes encubiertas y retrocedemos a épocas que creíamos superadas porque el trabajador tenía unos derechos, unas leyes que le protegían y unos sindicatos que le apoyaban.
Finalmente hemos vuelto a la semiesclavitud ; tenemos a seres humanos ahí abajo, en los plásticos, y no les damos alternativa de viviendas ; los tenemos viviendo en los descampados, bajo las telas, en caserones derrumbados, en viejos cortijos ruinosos y derrumbados.
La Ley de Extranjería es una Ley que favorece la especulación y la explotación, que favorece al empresario sin escrúpulos.
P.- En tus primeros discos musicaste a poetas como Alberti, Neruda, Benedetti… Y sufriste la censura, ¿es la censura la frontera que se quiere poner a la poesía ?
L.- La censura es la frontera que se quiere poner no sólo a la poesía, sino a nuestra propia vida, a la libertad, al sexo, a tantas cosas como la dictadura puso ; lápidas para anular nuestra capacidad de ser seres humanos no sólo solidarios, sino también tiernos, cariñosos y tantas cosas más de las que somos portadores.
La censura es una herramienta en manos de los dictadores y hoy día es una herramienta en manos de las empresas privadas, de los grandes monopolios, de las grandes multinacionales, del pensamiento único. Hoy tenemos libertad y miles de cadenas de televisión pero todas dan lo mismo ; no hay alternativas, no hay diversidad, hay un concepto de la cultura global donde se quiere dirigir la mente de la gente y hacerles consumidores de un solo producto cultural.
La censura está ahí como algo invisible. Hoy es más difícil de ver, antes era más clara, era un sello que te ponían : «denegada», «prohibida», «aceptada». Pero ahora no ; ahora tu puedes hacer la mayor burrada del mundo y si el tipo de burrada o de persona están dentro de la corriente o de la cultura que manda en los medios, si se trata de desnudarse o decir palabrotas o insultar o está dentro de lo soez y de la grosería… Pues no importa, pero si es algo más peligroso que eso, algo que hace pensar y que puede ayudar al individuo, pues a lo mejor no tiene cabida en un espacio.
Por tanto, la censura está ahí, pero no hay una cabeza visible ni un señor que ponga la tachadura. Te das contra un muro tan invisible como poderoso.
P.- ¿Y las fronteras en la música ?
L.- A la música no se le pueden poner fronteras, desde el lado de la creatividad, desde el lado del oído, desde el lado del corazón… La música ha fluido a lo largo de la Historia por el sentimiento, el alma y el corazón del cantor, y eso ha sido recogido por el sentimiento, el alma y el canto de los pueblos, y nadie ha puesto fronteras. Cuando a veces un imperio ha ocupado un país, la música finalmente ha sido un punto de encuentro, un lenguaje que trasciende las nacionalidades y las fronteras. Desde ese lado yo creo que la música no tiene fronteras, a no ser que se las queramos poner nosotros y no queramos escuchar, y sólo hagamos caso y escuchemos lo que nos quieran dar. Pero hoy en día, más que nunca, la música está en millones de hogares, en internet… Tu puedes acceder a la música que cada individuo escucha y conocer un poco de su personalidad a través de la música que tiene ; si alguna vez te has puesto a pasear para bajarte canciones y has entrado en los ordenadores de gente que las tiene ahí para que las bajes, de pronto te sorprende la diversidad que encuentras en una persona que puede tener colgado para oir tanto lo último de OT como Quilapayún.
A veces queremos encerrar la música en cajitas o en frascos de cristal, en la etiqueta que le ponemos y que le ponen los medios ; pero la música se escapa de todo eso porque va más allá del simple oído. Algo tiene que haber en la química de nuestro organismo para que a una persona nos guste una voz y a otra no, para que a una persona nos deleite y seamos felices escuchando algo y a la otra persona no. No es sólo el oído, hay más componentes en la música y en las melodías que se escapan a las etiquetas.
Es muy difícil poner fronteras en la música. El creador coge de aquí y de allí, y abres y buceas y buscas, y te dejas acariciar por otros sones que no tienen nada que ver contigo, con tu país…
P.- Este año has estado en el Sáhara, en Moscú…
L.- Yo salgo poco de España. Al Sáhara, más que a cantar fui a conocer la realidad de los campamentos saharauis, a participar con el Colectivo de Mujeres Contra la Violencia en una campaña de ayuda en Reyes, con juguetes y otras cosas que llevamos a los campamentos.
Para toda persona, salir de su entorno, de sus realidades o de su país es siempre enriquecedor ; es abrir ventanas y enriquecerse con otras miradas, otros colores, sonrisas, paisajes, luces…, con otra musicalidad en los idiomas, otros ojos… Y de otra forma de vida. Es asombroso como te puede llegar a mover los cimientos el pasarte cuatro días entre la arena viviendo como los saharauis, en casas de adobe, con un water que es un pozo pestilente y vivir en la haima ? Como vivir en la haima y tomar té, y pasear a las dos de la mañana por los campamentos, sin luz pero sin miedo a nada. Sientes como en la precariedad hay un pueblo que está viviendo la libertad que a lo mejor luego no vive en una sociedad más organizada ; como el hombre, en la medida que avanza, al mismo tiempo retrocede, y retrocede en lo primario, en lo real, en lo auténtico, en la consonancia con la tierra, con la energía, con la naturaleza…, y como cuando estás en un sitio así te das cuenta que hemos dado la espalda a todo eso, que vivimos en nuestras grandes ciudades, con nuestras luces y nuestras comodidades, pero sin embargo hemos perdido la dimensión de la tribu, de lo colectivo, de lo cercano a lo primario.
Moscú es una experiencia, un monstruo de ciudad que se ha venido abajo, que ha cambiado la hoz y el martillo por el traje de Armani. Yo escribí cuando volví una oda larga a Moscú que acaba diciendo que ?Lenin reposa al lado del Krenlim y descansa de un atracón en el Mac Donald ?s, y Stalin se ha hecho un lifting, se ha cortado el bigote y se ha comprado un traje de Armani ?. Además, te agrede la publicidad, mucho más que en nuestro país ; si contrastas Lanzarote, donde casi no hay publicidad y sólo ves el paisaje volcánico y el color de la tierra, y vienes a Madrid, te asalta la publicidad ; pero si vas de Madrid a Moscú, sientes que Madrid es un paraíso. Pero al mismo tiempo es grandioso, ver aquella ciudad nevada, con metros de nieve y hielo en sus parques, aquellas moles mastodónticas de edificios, aquella grandeza, y funcionando… Es un pueblo duro, que siempre lo ha pasado mal con unos y con otros, con el zar, con las revoluciones y ahora con esta dejadez. Funciona Moscú porque hay dinero, porque las mafias han creado una nueva oligarquía ; porque todo entra a los grandes almacenes, ves que todas las tiendas son de marca, pero sientes que el precio de aquella ropa es inasequible a unos cuantos, porque la pobreza se ha instalado en la mayoría de las personas. Por lo visto, las otras ciudades más pequeñas son un desastre, no hay perspectiva, no hay salida… Muchas contradicciones vive uno cuando va a esos países que a veces fueron guía para la gente de pensamiento de la izquierda, para las revoluciones, para la clase obrera, para la lucha del siglo pasado. Pero al mismo tiempo es muy interesante, fue muy bonito el concierto, en un teatro lleno (organizado por el Instituto Cervantes) ; fui con Pedro Guerra, fue maravilloso y a la gente le gusto mucho…, y paseamos, y conocimos, y vimos…
P.- Dice tu canción «Soy tú, soy él». Esa identificación con el emigrante, con el otro, ¿puede ser la manera de acabar con el racismo ?
L.- Bueno, acabar…, acabar con el racismo, no…, pero creo que es la manera de reconocernos en el otro como nosotros a lo mejor hemos sido ; relacionado con la otra canción de ?Soy ?, que me cuenta ese emigrante que fui. De lo que fuimos o de lo que podemos ser, porque no olvidemos que en este siglo, como en tantos otros, las cosas cambian de la noche a la mañana. Nada es eterno, y en esta economía en la que nos movemos, este globo del desarrollo y la macroeconomía, es todo tan falso que hay ejemplos donde las clases medias acomodadas, de pronto, de la mañana a la noche, son clases indigentes, y sólo tienes que ir a Argentina para ver que eso también es posible.
Es reconocernos en el otro, si es que lo fuimos anteriormente y no hemos perdido la memoria, que ese es otro problema. Los que fuimos emigrantes y hemos hecho estas ciudades y estos barrios, y tenemos ya nuestro chalecito, con su alarma y su extintor, no podemos olvidar y convertirnos de un día para otro en lo que de alguna manera odiábamos cuando vivíamos en el otro lado del muro. Yo creo que es una manera de asumirnos en igualdad con cualquier ser humano del mundo, sea de la nacionalidad o de la religión que sea, viva como viva, hable como hable o tenga la piel del color que la tenga ; siempre que seamos capaces de convivir y acercarnos, y si no, de respetarnos desde nuestros guetos, que los hay y que están aquí, y que todos vivimos en alguno.
P.- En un mundo sin fronteras, ¿el ser humano sería uno ?
L.- Son utopías tan lejanas y tan inimaginables que es ciencia ficción, especular por especular. Yo no sé, no soy capaz de llegar ahí ; si en realidad en un mundo sin fronteras seríamos uno o seríamos igual que ahora, o si no hubiera fronteras las crearíamos y diríamos que de esta línea para acá tú no pasas, o en este barrio, esta casa, en la tribu, en la ciudad, en el campo o en el pueblo… No lo sé.
Evidentemente, hoy las fronteras se abren para el dinero, que sí circula con libertad. El ser humano que tiene dinero también circula con libertad ; el que no tiene dinero, no ; para éste se cierran las fronteras.
P.- Desde aquel «Vamos juntos compañero» has cantado el «No a la OTAN» a ritmo de bamba, has musicado el «No a la guerra» ? ¿A fuerza de cantar sigues peleando o a fuerza de pelear sigues cantando ?
L.- Yo me lo pregunto en un poema. Supongo que las dos cosas, que van tan unidas y han estado siempre tan unidas que yo creo que son inseparables y que también lo practican los que no se dedican a cantar : a fuerza de vivir…, a fuerza de trabajar… Si no cantara también pelearía desde cualquier otro lado, porque a veces no ha sido sólo cantar, han sido otras cosas. Si por lo que sea no cantara, seguiría intentando pelear por mi vida y junto a los demás.
P.- ¿Otro mundo es posible ?, ¿cómo sería ?
L.- Otro mundo es posible pero con otra gente mandando, porque éstos que están no van a traer, evidentemente, ese otro mundo ; al contrario, desde todos los lados hacen lo posible por que esta situación se quede como está y no haya cambios reales. Si los poderosos tuvieran esa voluntad intentarían atajar el problema del hambre en el mundo, el de la muerte por no tener medicamentos o por enfermedades que aquí tenemos desterradas, o el de las aguas contaminadas que mucha gente tiene que beber…
Otro mundo es posible desde nuestra esperanza, desde la utopía y desde la lucha que nos mantiene, y desde nuestro entorno más cercano si lo ponemos en práctica. «Otro mundo es posible otro mundo diferente otra manera de vernos otra forma de ser gente No, no, no a la guerra No».
P.- ¿El camino hacia ese mundo empieza por sembrar una Flor de Jara en el corazón ?
L.- Eso es muy poético, pero no. El camino para ese nuevo mundo no depende ni de una persona ni de una flor para el corazón ; depende de las voluntades de muchos seres humanos, y sólo de esas voluntades y de su lucha por conseguirlo. Evidentemente, el enemigo no te va a ayudar.
La mala utilización por los políticos del poder que asumen con el voto de los ciudadanos es algo que la democracia, los ciudadanos concienciados, tienen que corregir. Pero nos damos cuenta de lo que ha pasado en este país en las elecciones en contraste con los meses anteriores. Las manifestaciones, el sentimiento que puso a la gente en contra de una decisión tomada por este gobierno, no se ha plasmado a la hora de los votos… Las cosas son así, no somos nadie en la salvación del mundo ; yo no soy imprescindible, podía no estar aquí y no pasar nada.
Nadie es imprescindible, pero todo depende de las voluntades de cada uno de nosotros, de hacia donde queramos enfocar nuestras energías, si hacia el lado positivo o el negativo. El problema es que somos manejables, manipulables, y que el poder de la información o de la desinformación es tan fuerte que la gente, esa gente que no tiene criterio ni capacidad propia de análisis de las situaciones, o que como la vida es muy jodida no tiene tiempo para leer, pensar y bucear en los corazones o en la poesía, es mucha gente que su única información es la basura televisiva. Las masas son manipulables y lo han sido a lo largo de la Historia ; Hitler llegó al poder desde la democracia, desde las votaciones, y mira el monstruo que engendró esa gente y como se dejaron llevar por la locura y como no hubo manera de pararla por mucha gente que muriera o se jugara la vida.
Pese a todo, no hay otro camino que perseverar, no rendirse. Y también vivir nosotros.
P.- Cuéntanos lo que quieras que no puedas decir en otros medios
L.-Señor Presidente Aznar,
condecorado de guerra,
sus balas de falsedad
ya tienen su recompensa.
Señor Presidente Aznar,
condecorado de guerra,
su medalla huele a sangre
de inocentes bajo tierra.
P.- Gracias, Luis.
«En las fronteras del mundo» (letra de Luis Pastor y música de Chico César) es el título de una canción del último disco-libro de Luis Pastor : «Soy». Es imposible reflejar aquí treinta años de canción ; por eso, se puede encontrar mayor información en
www.luispastor.com