En la aldea galega donde me acojo siempre que puedo, la expresión “can de palleiro” va más allá de designar a una raza autóctona de perros que se caracteriza por el color pajizo de su pelo. El término, aunque con su pizca de analogía clasista, se utiliza para señalar a aquellos jóvenes que deambulan en compañía canina por los numerosos conciertos que hay en esta zona durante la temporada estival. Hippies de antaño con estética y los valores de hogaño. Certamen que se precie, y sobre todo si la acampada es de balde y los actuantes gozan de aval antifa, tienen seguro al can de palleiro en sus filas.
¿A quién no le movido alguna vez a la ternura esos muchachos y chicas que vemos en nuestras calles tocando la flauta o haciendo malabarismos por una monedas mientras en su regazo reposan uno o varios animales de mestiza casta? Claro, que no es socialmente correcto y cada vez son más los ayuntamientos que ponen trabas a esa pacífica insurgencia. Es lo que pasado este año en la hermosa localidad de Ortigueria, cuna de un clásico y veterano Festival do Mundo Celta que desde hace muchos años se celebra con base en la inmensa playa de Morouzos y los vastísimos pinares anexos.
¿A quién no le movido alguna vez a la ternura esos muchachos y chicas que vemos en nuestras calles tocando la flauta o haciendo malabarismos por una monedas mientras en su regazo reposan uno o varios animales de mestiza casta? Claro, que no es socialmente correcto y cada vez son más los ayuntamientos que ponen trabas a esa pacífica insurgencia. Es lo que pasado este año en la hermosa localidad de Ortigueria, cuna de un clásico y veterano Festival do Mundo Celta que desde hace muchos años se celebra con base en la inmensa playa de Morouzos y los vastísimos pinares anexos. En el pueblo, la presión ciudadana y la coacción municipal (¡vaya usted a saber quién tira la primera piedra!) impidieron que el can de palleiro y su séquito vivaquearan por sus jardines y parques. Y claro (gaviotas en tierra, marineros a la mierda), el certamen lo acusó.
Ortigueira XXX edición, según denunciaron en el escenario de la Plaza Quintana de Santiago la noche del 25 de Julio Kepa Junqueira, Luis Tosar y Carlos Blanco, entre otros agitadores culturales cuyos nombres lamento haber olvidado, pinchó en hueso. Menos gente, menos animación, menos vida y más burocracia. Normal. Lo que suele ocurrir cuando las autoridades se empeñan en hacernos felices planificando nuestras necesidades como parques temáticos al son de sus intereses. Menos mal que aún nos queda Portugal y otros encuentros lúdicos que toman el relevo. Como el que tiene lugar a pocos kilómetros y fechas del de Ortigueira, el Resurrection Fest, en Viveiro (Lugo), donde la hermandad del can de palleiro no parece propiciar tantas carajadas, en parte porque el público del rock duro, como en la canción de moda, tiene un sabor especial.
Pero a lo que iba en realidad. Aglomeraciones de 50.000 personas en Ortigueira, 35.000 en Viveiro (“capital internacional del hardcore punk y metal”), con can de palleiro en el guion o sin ellos, y jamás que se sepa ha habido ningún incidente importante, violación o altercado durante los días que duran los conciertos, y tampoco consta que los rudos okupas se hayan entretenido quitando sus potitos a los bebés. Mientras, en el otro extremo de la ecuación, entre el personal de orden, y sobre todo del lado de nuestros representantes institucionales, pintan bastos. Incluso a decir de los cronistas, que suelen tener una patológica inclinación a ver la paja en el ojo del débil, es donde toda corrupción y mangancia tiene siento. Que si el jeta de Baltar; que si el proceloso caso Pokemon; que si el alcalde de Orense; todo en esa postinera fauna es cleptómano y malsano, y la nómina de sus fechorías pasa sin solución de continuidad de robar las pensiones de los jubilados a quitar las prestaciones a los dependientes. Ahora, en un más difícil todavía, el gobierno que padecemos acaba de inventarse lo de “desgravar” la venta de viviendas y otros activos “siempre que el dinero obtenido se invierta en un plan de pensiones”. Te doy para que me des, dijo el partido político en año preelectoral a la banca amiga.
Y es que el mundo está al revés. Lo confirman las propias estadísticas oficiales, las de aquellos que nos controlan con sus leyes y monsergas. Un sistema que funciona de arriba abajo para el ordeno y mando, paga y calla, vota y vete, y sin embargo actúa de abajo arriba a la hora de exigir responsabilidades. Ahí está como espejo esa crisis que provocaron los de arriba y sufrimos los de bajo. Y no lo digo yo, los dicen medios de comunicación. España es el tercer país después de Portugal y Grecia (los famosos PIGS, acrónimo inglés de “cerdos”) con menor tasa de criminalidad de toda la Unión Europea (UE): 45,1 delitos y faltas por 1.000 habitantes en el 2013 frente a los 147,9 de la próspera Suecia (El País, 20/07/14). Los pobres son gente honrada. Y paciente hasta decir basta. Porque si cruzamos esos datos con los que demuestran que los españoles ostentamos el mayor número relativo de presos, 146 por cada 100.000 habitantes, se confirma que el sistema es un perfecto atraco.
Verbigracia: ¡¡Más perroflautas y menos ladrones!!
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid