Ideas y creencias. Juicios de valor, opiniones de parte, prejuicios y perjuicios. Estas suelen ser las coordenadas que normalmente acarrea la izquierda en España. Cuando juzgamos en clave ideológica izquierda-derecha, la dialéctica descarrila porque se antepone la retórica a los hechos. De ahí la enorme resistencia, rayana en la acusación de blasfemia, que opone el sector “progresista” de la opinión pública a la hora de valorar la política realmente existente.
Nieve o llueve, casi siempre se da por sentado que los gobiernos socialistas (como clásicos referentes de izquierda) merecen el beneficio de la credibilidad. Porque son “uno de los nuestros”, aseguran en la rive gauche, aunque la evidencia muestre que el cielo está raso.
Nieve o llueve, casi siempre se da por sentado que los gobiernos socialistas (como clásicos referentes de izquierda) merecen el beneficio de la credibilidad. Porque son “uno de los nuestros”, aseguran en la rive gauche, aunque la evidencia muestre que el cielo está raso.
Un prejuicio que engloba el perjuicio de considerar la crítica a la izquierda institucional como un sabotaje propio de malnacidos. El manido “hacer el juego a la derecha”. De esta forma, entre la reincidencia en ese pensamiento único y que la catalogación de derecha e izquierda es un tropismo que depende de donde esté situado el centro, eliminamos de nuestra racionalidad la experiencia política en favor del fetichismo ideológico. El resultado final es que no aprendemos de la historia y quedamos condenados a repetirla.
Viene esto a cuento de las conclusiones de dos estudios sobre desigualdad social en España, uno publicado por la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat) y el otro por el Banco de España. Dos informes de instituciones técnicamente solventes que en principio no deberían hacernos abrigar sospechas de falta de rigor. Pues bien, ambos trabajos dejan en evidencia el imaginario dominante en nuestro país sobre el igualitarismo de la izquierda. O dicho de otra forma: los hechos demuestran que la política practicada por la izquierda (21 años de gobierno del PSOE contra 9 del PP y 5 de UCD) ha sido la que más desigualdad social ha generado. Veamos.
Según el Informe de Eurostat (El País, 11 de octubre, pág. 23) España es “el país de los Veintisiete con mayor distancia entre las rentas altas y las bajas”. En concreto, su marca en 2011, según el Coeficiente Gini que mide la desigualdad social, fue de 34, “el nivel más alto desde que hay registros”. Otro indicador homologado por Eurostat, el llamado ratio 80/20, que establece la relación entre el 20% de la población que mas ingresa y el 20% que menos ingresa, ratifica el dato anterior: España es la campeona en desigualdad de la UE con un 7.5, frente a la muy equitativa Noruega con el 3,3 en el extremo opuesto, y superando incluso a la escuálida Letonia que obtiene un 7,3.
Eso según estadísticas europeas. Porque las que acaba de publicar el Banco de España acerca de la dispersión salarial en el periodo 1988-2010 (El País, 24 de octubre, pág. 27) son más expresivas y señalan a responsables concretos. Transcribo lo que dice el diario citado, añadiendo entre paréntesis para mejor contextualización el gobierno existente en cada periodo: “La desigualdad creció entre 1988 y 1996 (PSOE).Disminuyó entre 1997 y 2006 (8 años PP + 2 años PSOE)”. Y añade: “el ratio de desigualdad ha crecido un 8,7% entre 2007 y 2010 (PSOE), tras retroceder un 4,4% en el periodo 1997-2006. Entre 1988 y 1996 (PSOE) la dispersión dio un salto de 20 puntos”. Explica el texto del periódico como ejemplo que “un valor de 1,5 puntos indica que sueldos más altos =1,5 x sueldos más bajos”.
Así que podemos hacer como el periodismo basura, esconder la cabeza bajo el ala por aquello de “no dejes que la realidad te estropee una buena historia”, o sacar consecuencias. Y precisamente en la historia de la transición está el misterio de que 35 años después hayamos ido de la cima (virtual) a la sima (real). Quizá por eso el PSOE ha sido el partido que más tiempo ha detentado el poder. La experiencia dicta que cuando gobierna la derecha se produce un retroceso en temas cívicos y morales, y un conservadurismo en lo económico que tiene el efecto bumerán de polarizar a la oposición política y social para derrocarle. Por contra, cuando impulsado por ese rechazo le llega el turno a la izquierda, se generan expectativas cívicas y morales que desmovilizan a la gente, solapando el carácter clasista y oligárquico de la agenda económico-social que aplica.
Aristóteles dejó escrito que la naturaleza imita al arte y que la política es el arte de lo posible. Quiza por eso la política en el capitalismo neoliberal imita a la biología, haciendo que el lado derecho del cerebro controle el lado izquierdo del organismo, y viceversa.
Rafael Cid
Fuente: Rafael Cid